Con las nuevas directrices sanitarias sobre el distanciamiento social por el Covid-19, hace muy complicado cumplirlas en recintos cerrados como los cines o teatros, y un guardar una distancia de 1,5 metros hace que los aforos de las salas se reduzcan notablemente. La solución puede ser la vuelta masiva de los autocines, ya que con la pandemia las pocas salas existentes han visto un gran crecimiento de espectadores.
Seguro que si pensamos en los autocines, llamados drive-in, nos viene a la cabeza imágenes de películas icónicas como Grease (Randal Kleiser, 1978) o Rebeldes (Francis Ford Coppola, 1983), basadas en los años 60. Sin embargo el origen es bastante anterior, cuando en los años 30 un magnate de la química decidió patentar este curiosa forma de ver películas.
En 1933, Richard Milton Hollingshead, Jr. patentó el «teatro al aire libre«, donde podía verse el espectáculo desde los coches. Ese mismo año abrió su primera sala en Pennsauken, en el condado de Camden (Nueva Jersey) y programó su primera proyección para el 6 de junio. Usó una pantalla de 12 x 15 metros en un sistema semicircular, similar a los teatros romanos con una capacidad para 400 coches. La película elegida fue Two white arms (Fred Niblo, 1932), que titularon «Wives beware». La razón para elegir esta comedia británica fue que había estado en cartelera semanas atrás pero solo una semana, por lo que no entraban en conflicto con los estrenos de los cines convencionales. El precio de la entrada era de 25 centavos por persona y otros 25 por coche. También podían acceder sin auto, en cuyo caso la entrada era de un dólar.
«Toda la familia es bienvenida, independientemente de lo ruidosos que sean los niños.»
Publicidad de las primeras proyecciones
Sin embargo el magnate Hollingshead no se vio complacido por las ganancias obtenidas con la patente y decidió venderlo sólo tres años después. No tuvo la paciencia necesaria pues el concepto se extendió por todo el país, abriéndose nuevas salas en Pensilvania, Galveston y Los Ángeles durante el primer año. Antes del cambio de década ya había llegado a Ohio, Florida, Maine, Maryland, Massachusetts, Nueva York, Texas o Virginia.
En 1941 se introdujeron altavoces individuales para cada coche lo que mejoró mucho la calidad del audio, sobre todo para los situados en la parte trasera. También se crearon parques infantiles gratuitos para promover el ambiente familiar.
La Segunda Guerra Mundial dio un gran impulsó a los autocines; el Baby Boom y el fácil acceso de la población al coche provocó que aumentaran de 155 salas en 1947 a más de cuatro mil 1951. Fáciles de mantener, tuvieron mucho éxito en la zonas rurales, pues además de la entrada más económica, la gente lo tenían más cerca de casa. En los años 50 estos lugares cogieron fama de inmorales, ya que muchas parejas iban al autocine para dar rienda suelta a sus pasiones.
En los años 60 llegó su lógico declive causado principalmente por el uso de la televisión en la mayoría de los hogares. Igual que redujo el acceso a los cines, los autocines sufrieron un descenso de espectadores que unido al cambio de horario por temas energéticos de los años 70, que obligaron a retrasar el horario, pusieron en seria dificultad su viabilidad. Los años 80 fueron una losa para los drive-in, de los que apenas quedaban unos 200 en todo el país.
Durante un tiempo parece que estos recintos quedaban postergados verlos en las películas de los años 50 y 60, pero a finales de los 90 vivieron una pequeña resurrección, aunque sin llegar, ni mucho menos, a las cifras de los años 50. En 2014 existían en EEUU 348 en funcionamiento.
En España nunca tuvieron una gran acogida y el primero que se instaló en Madrid en 1959, pero tuvo corta duración y tuvo que echar el cierre a los pocos meses. Aunque de manera muy minoritaria actualmente en España existen varios situados en Gijón, Getxo y sobre todo la Comunidad Valenciana, entre de ellos el Cinemar de Alicante, de reciente construcción y que es el más grande de Europa con 45.000 metros cuadrados. En la capital de España se encuentra el Autocine Madrid Race, que se inauguró en 2016 y que ha reabierto sus puertas tras la pandemia con la proyección de Grease. Todo un símbolo de estos recintos.
En la actualidad se ofrecen una serie de ventajas como pantallas digitales, viseras antilluvia, sonido integrado con los altavoces de los vehículos, servicio de catering, etc. Toda una evolución desde los primeros «teatros al aire libre» hasta nuestros días.
¿Seguirán creciendo hacia una segunda juventud? Parece que por lo menos lo van a intentar, pues está planificado en Florida un macro drive-in que se convertirá en el más grande jamas construido con 5 pantallas. Veremos…