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Cuando lo anómalo climático de hoy sea una cotidianeidad mañana

GTRES

Anomalía es una palabra de esas que acomplejan, porque significa que las cosas no van como debieran. Es tanto una desviación de la regla como un defecto de forma o funcionamiento. También se constata en la astronomía y en la biología pero eso permanece oculto para los legos como el que esto escribe. No tiene un uso frecuente y sin embargo existe por todos los lados y ejerce una singular influencia en casi todo. Sabemos que hay anomalías beneficiosas o perjudiciales. Generalmente se atiende más a las segundas pero alguien me dijo que en la experimentación científica pueden mucho las anomalías no esperadas, los llamados sucesos fortuitos. En fin, que esto que nos pasa ahora ya lo vieron los griegos y los calificaron: de a(n) y “-omalos” que en su idioma se asigna a semejantes o iguales.

Las anomalías en el discurrir de Urano, en forma de desviación de órbita según las predicciones newtonianas, indujeron a Le Verrier en París y Adams en Cambridge a pronosticar que allí había una interferencia. Johann Galle observó el cielo e identificó un planeta azul al que puso de nombre Neptuno, imaginamos que en honor al dios del mar, azul. El descubrimiento de Neptuno provocó envidietas por la cuestión de autoría entre británicos y franceses. Al final todo concluyó dando el honor merecido tanto a Le Verrier, como a Adams y Galle. Y la anomalía dejo de serlo y añadió un planeta gaseoso al sistema solar.

Los científicos también se han empeñado desde hace siglos en elaborar teorías y leyes, en encontrar certeza en el funcionamiento de algo físico y cambiante. Lo hacen seguramente para que los que no sabemos casi nada lo entendamos y podamos predecir lo que va a suceder y organizar nuestra vida en función de ello. La gente que vivía cercana al Nilo sabía más o menos cuándo debía sembrar y el qué, porque las aguas bajarían por cauce estrecho o ancho. Sin embargo, también se encontraron con irregularidades no esperadas. Las siete plagas de Egipto que recoge la Biblia fueron anomalías del discurrir de la vida. Ahora mismo, la ciencia moderna encuentra fundamento a algunos de estos episodios tan antiguos. También es de todos conocida la llamada “pequeña Edad del Hielo” que produjo convulsiones sociales y ambientales en los siglos XVII y XVIII (o XIV a XIX), de los cuales nos dan fe los cuadros de los Brueghel. En fin, que la vida no es una regularidad perfecta, sino que está siempre expuesta a extrañezas. Quienes quieran disfrutar de cómo se veían en otros tiempos las dimensiones climáticas deben conocer las pinturas seleccionadas en el blog de la Aemet (Agencia Estatal de Meteorología de España). Suponen un excepcional repaso a nuestro pasado artístico y climático.

De esas queremos hablar y enlazarlas con el cambio climático. No es normal, anómalo sí, que en esta haya sido la Navidad más cálida en Alaska, con temperaturas superiores a los 15 ºC. En el Reino Unido, Bélgica y otros países del norte europeo sucedió algo parecido. En Bilbao, sin ir más lejos, se registraron 23 ºC el 31 de diciembre, 24,6 en San Sebastián. En muchas ciudades de la costa cantábrica se superaron el 1 de enero los 25 ºC de máxima, ambiente más propio de una buena primavera o un otoño plácido. Además esto tan raro sucede cuando las horas de insolación son las mínimas del año. Resulta que una masa de aire subtropical se encontraba instalada sobre Europa occidental y las altas presiones impedían cualquier movimiento masivo del aire. Este fenómeno no es puntual, aunque este año sea límite. Ya se apunta en un gráfico de la Aemet titulado varías anomalías de la T (temperatura media) desde el año 1961, pero no positivas ni tan continuadas como ahora. Una cosa es la variabilidad climática, siempre presente, como sucedió una semana más tarde de lo sucedido en este diciembre con máximas que no superaban los 10 grados en las mismas zonas. Sin embargo, si constatamos la concatenación de cambios tan bruscos nos puede obligar a cambiar el concepto y valor de un determinado clima.

¿Qué sucederá si estas anomalías se certifican en todo el mundo por continuadas y configuran una nueva zonificación del clima terrestre? Si así se pudiera decir porque el clima (múltiple y heterogéneo aunque se pronuncie en singular) es una abstracción/calificación no cerrada construida como consecuencia de múltiples causas y efectos concatenados, muy diversos en cada lugar, más observados e investigados en nuestros días. En cualquier caso, las altas temperaturas de este comienzo de invierno cálido no son presagio de algo bueno; por más que mucha gente esté contenta de unas navidades un poco menos duras que laminan por momentos los estragos de la COVID. Por más que hayamos visto bañistas en playas mediterráneas, cantábricas y algunas del norte de Europa. La biodiversidad anda algo despistada. Visto lo que viene, convenzámonos ya de que por mucho que nos empeñemos nunca encontraremos la normalidad climática, en el sentido de las variables meteorológicas que no nos molesten y de que no volveremos a la supuesta normalidad con clara división estacional en la que vivíamos antes, que quizás no lo era.

Si queremos verlo desde otro ángulo utilicemos aquello que dijo Robert Pirsig: el mundo viene hacia nosotros como una interminable secuencia de piezas que nos gustaría encajasen de alguna manera. Pocas veces se consigue. También añadió: por cada hecho hay una infinidad de hipótesis. Anotémoslo para entender las anomalías y reflexionar sobre si estas no deberían formar parte de la cotidianeidad del pensamiento, que nunca será monótono para muchas personas. Así podremos actuar en consecuencia. Descubrir que lo monótono es poco más que un vacío interpretativo. Si no que se lo digan a toda esa gente que ha perdido todo por la repetición de esos fenómenos extremos que entrarían en la categoría de anomalías climáticas.

Dicen quienes pronostican la buenaventura para 2022, que estos dos últimos años pandémicos habremos aprendido a reconocer las crisis sociales, a manejar algunas incertidumbres o momentos traumáticos y, en consecuencia, a revisar prioridades. Pensemos en positivo pero toca ahora poner en práctica lo aprendido de lo vivido y analizado, para descubrir si no nos encontramos ante permanentes anomalías. ¡Mira que si se estuviese experimentando un fenómeno de metamorfosis natural y social!

Cambiaría el futuro si a la vista de las dificultades una mayoría de las personas fuese capaz de tener unas expectativas vitales más ajustadas. Habríamos descubierto el tipo de persona que queremos ser y cuál es el sentido o el propósito de nuestra vida. En el caso que nos ocupa están relacionados con el devenir climático. Quién sabe si esas reflexiones individuales no se podrían trasladar a la esfera de lo colectivo: si queremos convivir con otra gente necesitamos imponernos ciertas obligaciones personales. Bastantes actuaciones necesitan una deliberación previa, y es mejor que estos propósitos vengan de un impulso personal y no sean impuestos. El futuro es hoy, oculto detrás de lo que hacemos entre todos. Porque el cambio climático está entremezclado en la mayoría de las crisis socioambientales venideras.

A este paso, voy a volverme un “ecoanómalo”, debido a que por mucho que me esfuerce nada entiendo. Empezaré leyendo ese libro de Hervé Le Tellier de la mano de mis compañeras del grupo de lectura el IES “Miguel Catalán” de Zaragoza para situarme dentro de la anomalía. A ver si me centro con los personajes desdoblados o soy siempre el mismo. Será por eso que no entiendo del todo las magnitudes y me resisto a que ese estado sea el de “la diferente y peligrosa normalidad climática” que se ha hecho cotidiana. ¿O ya lo era antes? Además, a decir verdad la gente no ha cambiado mucho sus comportamientos ante los episodios críticos precedentes. Y nos duele la indiferencia de la gente buena, como decía Martin L. King