La resaca del «Black Friday» apenas inmuta a la gente pero deteriora al planeta

Parece que consumir es vivir, que la maldita pandemia nos colocó en un estado anímico en el que el deseo consumista enfermó. Pero ha vuelto con fuerza. Los comerciantes han desplegado todas sus artes divulgativas para llamar la atención, para sanar sus cuentas mermadas durante el confinamiento o ante el retraimiento social que provocó la COVID y la posterior invasión de Ucrania. Los publicistas exprimieron todas sus artes para decirnos: compra y sé feliz, abandona por unos días tu tristeza, pues te regalamos casi todo. Y allá anda cada cual despistado entre lo que quiere y desea, aquello que ambiciona o simplemente algo que necesitaba tener y aspira a conseguirlo mejor precio. No sabemos la influencia que tendrán en las compras del “viernes negro” la alta inflación, la carestía de materiales, las zozobras económicas y otras desgracias sociales que llevan al aumento de las desigualdades.

Compran quienes necesitan algo o nada pero las rebajas atraen, incluso la publicidad atrapa a algunos necesitados que para nada necesitan lo que compran. No comprarán muchos de los que apenas tienen para el sustento diario, porque todos sus días económicos son negros. Hay quien se pregunta si ahora los comerciantes hacen tales descuentos, y se supone que los que no van a hacer semejante propaganda para vender a pérdidas, cuál es el coste real de muchas cosas que nos venden.

¡Qué día! Lo que comenzó siendo una jornada ha acabado ensanchándose una semana o más, en algunos lugares se prolonga hasta final de noviembre. Parece que la inquietante situación de los bolsillos de la ciudadanía, el alza de precios, ha dejado una “ventana de alivio”, como se hace en las competiciones deportivas. Dicen que se trata de consumir más para recuperar la felicidad, siempre condicionada. Total, que esa maniobra ha dejado los bolsillos de mucha gente pelados. Bueno, algo más gastarán con las enlazadas campañas navideñas que ya han empezado. Las calles comerciales, con Vigo a la cabeza compitiendo con Barcelona y Madrid, Málaga ya lucen su más artísticas luces. Se la levantado la veda de la compra. Está claro que la navidad empieza en noviembre, y el consumo manda, como han repetido los ediles de esas ciudades citadas el día que encendieron la espita luminaria. Entre las modas expandidas por las cadenas americanas en las pasadas décadas, el Internet de las cosas y Amazon han logrado que el mundo parezca uno solo durante estos días. Todo este barullo festivo comenzaría en España hacia 2012, atemperados algunos efectos de la crisis del ladrillo y bancaria de 2008. Pero vaya usted a saber.

Activistas de Greenpeace protestando este viernes en la madrileña plaza de Callao por el Black Friday. (EFE/ Luis Millán)

El caso es, o será, que se batirán récords de compra. Cada objeto comprado lleva tras de sí peajes ambientales y sociales, cerca o lejos. Esa prenda de vestir a 5 euros ha necesitado el uso de cantidades de materiales, y algún peaje de economía sumergida o de situaciones de esclavitud productiva. En algunos casos, portará alguna toxicidad entre sus componentes. Parece que la celebración viene anexada al “Día de Acción de Gracias”, el de comerse el pavo, de los americanos. Parece que más de 40 millones de personas seguían el desfile motivador de este año en Nueva York (96 edición), además de las otras muchas que desfilaron o bailaron en la marcha de la felicidad navideña con sus carrozas y fanfarrias. Globos, payasos y bailes varios desfilaron por la Central Park, como difundirían todas las televisiones del mundo; imaginamos que no sería así en el desecho Afganistán o en los olvidados Yemen, Somalia, Sudán del Sur, etc. Una pancarta imaginaria, o real, abriría la marcha y diría, más o menos: se olvidaron las penas, que el consumo lleve a la alegría. Pero no siempre. No sé dónde he leído, o me lo imagino, que este jolgorio se arrastra tras las necesidades consumistas que ocasionó el colapso de 1929, que se visibilizó como el día negro, o una crisis de 1869, o un atasco monumental en la carreteras de Filadelfia al día siguiente del famoso pavo; pero lo dejamos aquí porque hay variadas interpretaciones que parece que desmienten una cosa u otra.

Y eso que ya nos había avisado Annie Leonard con su serie The History of stuff (La historia de las cosas). Merece la pena su visionado en familia y un diálogo posterior sobre lo que allí se expone. Porque Annie Leonard nos dejó suficientes temas de consideración, ya en aquella entrevista que concedía a Ecologistas en Acción en septiembre de 2011, cuando el “viernes negro” no era todavía un plaga de consumo en España. Entresacamos ideas como que quería conocer los materiales en nuestra economía, sacar a la luz nuestra adicción al consumo, etc., o esa cuestión relevante para el pensamiento colectivo: los de aquí ricos no pagamos del todo por las cosas que consumimos. ¿Entonces quién paga? Lanzaba una advertencia premonitoria, máxime vista después de la COP27: estamos ante una seria coyuntura. Muchos científicos dicen que nos quedan menos de 10 años para tomar una acción seria sobre el clima si queremos que la vida continúe en este planeta tal y como la conocemos.

Como quien esto escribe es un resistente estepario recomienda hacer caso, aunque sea a posteriori, a aquella invitación que nos lanzaban desde Ecologistas en Acción con una invitación saludable para el cuerpo y espíritu: Un día sin compras, 364 de consumo responsable. En esta entrada se accede también a los consejos anuales que nos dan por estas fechas. Todo un legado para la sociedad de 2030. El planeta lleva soportando tantos “viernes negros” ya que se encuentra depauperado. Porque la resaca que estos días le dejamos es la culminación de la pasada y la continuidad en la cotidiana. En buena parte por hacer cosas para tirar enseguida.

Además, para “fastidiarlo todo” llegan los de Greenpeace y no se les ocurre otra cosa que levantar montañas de residuos en varias plazas de España. Lo justifican en la lectura crítica del disparate del “viernes negro”. Lean la noticia en 20minutos.es porque añade claves para entender dónde nos encontramos y qué caminos hemos emprendido. Como decía Mafalda en aquella viñeta esclarecedora: Bueno, ¿y cuando la sociedad del consumo llegue a la saciedad del consumo, QUÉ? A lo que podría añadirse aquella duda metafísica que la llevaba a preguntarse si la vida moderna no estaría teniendo más de moderna que de vida. Gracias Quino por alumbrarnos este día “negro”.

NOTA: Esta entrada no tiene fecha de caducidad, mientras el planeta siga con semejante resaca.

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