Archivo de septiembre, 2022

La calentura caribeña del Mediterráneo

El título se presta a interpretaciones varias. Están las de quienes viven de la industria turística veraniega que se frotan los bolsillos y venden los viajes al Caribe europeo como algo idílico para que atraiga una afluencia masiva de gente. Enfrente tienen a quienes ven en las olas de calor y en la temperatura del agua avisos de que algo funciona mal. En medio los turistas que viajaban a sus playas para disfrutar del agua refrescante y este año se han llevado un chasco descomunal. Mentar el Mediterráneo es acercarse a un mundo cargado de historia, relevante por lo que fue y es hoy la civilización occidental. Por sus aguas transitaron los fenicios, griegos y romanos portando cultura. En realidad fueron muchos más pueblos pero como los lectores y lectoras de este blog son gente leída no cabe extenderse en pormenores. Luego acercarse a sus playas siempre ha resultado atractivo, por historia y amable realidad, hasta ahora.

Pero el “Mare Nostrum” ya no es lo que era. Y parte de la culpa la tiene el cambio climático y sus consecuencias o causas, que de todo hay. Ya éramos conocedores de que el agua estaba más caliente de lo normal pero ahora hemos conocido que el Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo advierte de que la temperatura del agua es similar a la del Caribe, unos 27,4 ºC., otros estudios lo acercan a los 30, lo que marca la segunda oleada más alta desde 1982. Se diría que el Mediterráneo occidental está que hierve, como han podido comprobar los bañistas que en él se han sumergido. Los efectos de las sucesivas olas de calor soportadas este verano han hecho que las especies marinas hayan disminuido mucho y que los efectos de las intempestivas danas y las lluvias torrenciales asociadas hayan sido muy tumultuosos.

La ola de calor en el mar Mediterráneo (@US_Stormwatch)

Pero es que además las olas de calor (al menos cinco días seguidos de temperaturas inusuales) marinas tienen ahora un carácter excepcional: aparecen antes (incluso en mayo y junio), son más intensas y duran mucho más. Las anomalías de temperaturas en la superficie del agua se han notado desde el Golfo de León al norte hasta el Mar de Alborán al sur. Tanto que los institutos de investigación españoles, franceses e italianos han mostrado que nos encontramos en alerta roja. No solo los humanos, sino también las praderas de posidonia (grandes productoras de oxígeno y muy vulnerables), los mejillones del delta del Ebro y otros seres vivos marinos como el coral rojo (lugar donde viven otras muchas especies). Sin embargo las medusas proliferan cada día más, para disgusto de los bañistas.

El litoral mediterráneo está que arde y no solo por el calor abrasador de sus aguas. Ha soportado durante este verano tsunamis, reventones cálidos, lluvias torrenciales, etc. Lo afirma sin tapujos Jorge Olcina, director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante: la  temperatura del mar sigue subiendo y alcanzará los 28 grados o más. Además, la humedad ambiental supera con facilidad el 50% y llega hasta el 80, con lo cual la sensación térmica puede subir más de 5 puntos. El Caribe en el Mediterráneo; ya estoy viendo la promoción turística. Pero claro, aquí está difícil lo de las playas vírgenes desde que se urbanizó toda la costa. Además, las sucesivas Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) y otras explosiones de energía de las playas se está llevando una parte de estas, con el natural peligro para aquellas zonas que se construyeron mirando al mar desde demasiado cerca. Durante este verano se escucharon muchas voces de los afectados por la desaparición de “sus” playas y propiedades. Sigue sin entenderse que la naturaleza es libre y de vez en cuando lanza mensajes avisándonos de que quiere recuperar su espacio.

Todo esto en un contexto de radicalización del clima y en un caos climático que despista a cualquiera que lo mire con frialdad. Para quienes no lo recuerden reproducimos aquellas palabras de Ursula von Leyden, nuestra presidenta de la UE, que decía hace más de un año. “El cambio climático es la gran crisis después de la covid. Tras la pandemia no hay posibilidad de volver atrás a la actividad económica basada en los combustibles fósiles y a expensas del clima y el medio ambiente”, el día de la apertura del “Diálogo de Transición Energética de Berlín”. Añadió “Nuestros objetivos son ambiciosos, pero factibles”, y que vamos hacia una “modernización sistémica” hacia la sostenibilidad. Mientras esto cala en cada uno de nosotros seguimos aumentando el uso de combustibles contaminantes y acercándonos al Mediterráneo “pequeño Caribe” que tan cerca nos han puesto; siquiera para entender la agonía de la posidonia por el calor y el papel básico que representa en las cadenas tróficas de los ecosistemas marinos. Las cifras del turismo de playa de este año 2022 desdicen la posible preocupación generalizada sobre esta cuestión. Lo hemos reconquistado con nuestros coches, barcos y aviones. Los vuelos a las Baleares son un indicador de que estamos calentándonos nosotros el mar.

Mientras todo esto se entiende de verdad, lo mismo desde las administraciones que las empresas o la ciudadanía, les recomiendo movilizar el pensamiento y tomar decisiones sobre aquello que debió decir A. Einstein hace muchos años: “Todo el mundo tiene que sacrificarse de vez en cuando en el altar de la estupidez”. Pero claro habrá que ver de qué estupideces hablamos.

Pakistán y España afrontan migraciones climáticas en el horizonte 2030, ¿serán parecidas?

No llega a ser noticia importante aquí -excepción hecha de unos cuantos medios de comunicación y de la llamada de auxilio de varias ONG- que más de 33 millones de personas se hayan visto afectadas por las consecuencias que las torrenciales lluvias han provocado en un tercio de Pakistán; muchas de ellas sufrirán largo tiempo y en varias generaciones las consecuencias de las mayores inundaciones de la historia del país. Es que han sido más de 20 días de lluvias torrenciales que han desbordado las capacidades de evacuación del río Indo.

Tal desastre ha obligado al Gobierno a declarar la situación como “estado de calamidad”. Lógico. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que las zonas afectadas se encuentran en el nivel más alto de emergencia. Más todavía si se tiene en cuenta que por ahora ya hay más de 300.000 desplazados: los migrantes climáticos. Tan grave o más es que hay que añadir los damnificados por la destrucción de la tercera parte de los sistemas de abastecimiento y saneamiento de la zona, que tanto tiempo y esfuerzo llevó construir. Se han deteriorado enormemente y suponen un paso atrás en el bienestar social. Además, las aguas residuales se han mezclado con las procedentes de las inundaciones y van dejando regueros tóxicos por allá donde pasan. Los expertos anuncian graves problemas de salud y de alimentación durante mucho tiempo en las zonas afectadas. El Gobierno de este país de más de 220 millones de habitantes no dispone de recursos económicos para hacer frente a semejante tragedia. El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) se lamenta de las dificultades que tienen las brigadas de ayuda y asistencia humanitaria para acceder a las regiones más afectadas; las carreteras de aquellas zonas han desaparecido.

Cientos de miles de viviendas han quedado bajo el agua en  en la provincia de Sindh, en el sureste del país. Los habitantes de la zona denuncian que el Estado les ha abandonado, pero es que ni el Gobierno ni las ONG (varias, como Unicef, han movilizado fondos de emergencia) pueden hacer llegar remedios urgentes a la trágica situación. Tanto es así que el secretario general Antonio Guterres ha lanzado desde la ONU una petición de solidaridad mundial. Tan grave es el asunto que hemos leído titulares que lo califican como “una carnicería climática”, en un país que pese a no contribuir mucho al cambio climático, del que Guterres culpa a los países industrializados, sufre sus consecuencias. A la vez que advierte que “los impactos del cambio climático se dirigen a un territorio inexplorado de destrucción”. “Pakistán no contribuyó al cambio climático, pero está pagando el precio”, denunciaba un artículo el 13 de septiembre pasado publicado en The Washington Post.

Una mujer junto a varios niños durante las inundaciones de Sukkur, provincia de Sindh, en Pakistán. (EFE / EPA / WAQAR HUSSAIN)

Lejos de allí, en la Europa rica, también se notan los efectos del cambio climático. Pensemos en si en España se pueden provocar migraciones climáticas. Nos ha sorprendido conocer que un 46% de españoles creen que tendrán que migrar por el cambio climático. Este dato, que supone 9 puntos más que la media mundial, se extrae de  una encuesta realizada por Ipsos para el Foro Económico Mundial. No sabemos si los encuestados están pensando en desplazamientos internos, aunque sería lo más probable. Ver los artículos de Migraciones Climáticas. De la misma encuesta se concluye que España es el segundo país que ya afirma estar notando de forma severa los efectos del cambio climático (71%), solo por detrás de Hungría (74%). También analiza la relación entre cambio climático y uso de combustibles fósiles, y muestra una preocupación general por el incremento de precios de estos. Más información en el Informe Fomento de la Transición Energética Efectiva 2021 del Foro Económico Mundial. Casi por los mismos días leemos el medio ambiente ocupa el quinto lugar entre las preocupaciones de futuro de los españoles, según el CIS, en el que se afirma que “casi el 90% de los españoles cree que el cambio climático se está produciendo y el 87% pide medidas enérgicas al Gobierno”. Sin duda, el alza de precio de los combustibles y sus repercusiones en la inflación habrán hecho de impulsores de estas preocupaciones. ¿O será por las recientes olas de calor o por los estragos de este mes en la costa mediterránea y sus aledaños? Me gustaría conocer lo que opinan los ciudadanos pakistaníes de todas estas cuestiones. Siempre nos falta a los países ricos el contrapunto de la visión de los pobres.

Si cambio climático supone desgracias y restricciones, si puede originar migraciones, ¿qué estamos haciendo personal y colectivamente para mejorar las perspectivas? Como se pregunta  Intermón Oxfam: ¿Te imaginas perder todo lo que tienes en una noche de tormenta? Que cada cual movilice su pensamiento y asocie lo uno y lo otro en sus acciones diarias. Pakistán queda tan lejos que dificulta la percepción del futuro próximo en sus desgracias, y ¿en las nuestras?

 

Las inundaciones en Pakistán, captadas por el Copernicus Sentinel-1. (Copernicus Sentinel / ESA)

Igual nunca es siempre en bienestar social: escenas de vida en 2022

No estaría de más que todos los días pensásemos un momento en las desigualdades sociales. Nos daríamos cuenta de que vivimos un tiempo diferente, pero que es casi igual al de siempre. Cabe pensar que el uno y el otro se organizaban alrededor de fundamentos seguros o creíbles. Pero no, digamos que es una conjetura, quizás una hipótesis inicial sobre la que la ciencia ya ha demostrado su falsedad numerosas veces. Una vana ilusión, sin duda, lo de pensar sobre eso cada día.

Quisimos creer que solidaridad era una variable universal y descubrimos que es un condicionante de solos, pero también de todo si lo hubiere. Solos no somos nadie, aunque busquemos nuestra identidad y la protección ante los múltiples estruendos de la vida. Acaso valía algo en las primeras tribus de mujeres y hombres que deambularon por la Tierra, o ni siquiera entonces porque se dice que en la unión está la fuerza de la supervivencia. Todo no se puede medir, pero los países de ingresos bajos están solos. Es más, hasta los ricos muestras sus desnudeces, por más que para ellos sean virtudes. Cada día que pasa, las inversoras, las multinacionales y demás dueños del mundo nos quieren hacer creer que no hay límites para nada cuando se trata de satisfacer las apetencias personales. ¡Vaya patochada!

Más puede ser menos. Imaginemos la Tierra y sus atributos. Más gente para repartir y toca algo menos a más, lo que hace que se sienta muy solo quien le fue mal en el reparto, cuando en realidad son multitud los desfavorecidos. Hay lugares del mundo, acaso Somalia y Malí –cabrían aquí tantos-, en los que si le ponemos de atributo el mucho mal estropeamos el todo. Ni siquiera las (bien)intencionadas religiones u otras iniciativas de ONG han conseguido en cualquier país el mínimo de algo para toda la gente; desarrollo humano podría valer pero no se adquiere en tiendas. Hasta ahora, a pesar de vanidades varias, tener o poseer son matices de una vida con altibajos: en Europa o en el Sahel, en las ciudades españolas o en la ruralidad escondida, en la zona de Wall Street o en el peor suburbio de Bombay. Ser creyente o no en la mejora de las desigualdades tarda en mostrarse en todo vivido.

Tampoco debe haber fábricas del mejor ni del peor, pero el caso es que se cuenta como cantidad, como con todo; la balanza mundial muestra tendencias peligrosas, con la guerra de Putin ha subido el pan hasta en el Níger. Algo parecido sucede con la nada, qué despiste que el sustantivo solo sea femenino en español. Pero ahí están las mujeres sin derechos en Afganistán y las perseguidas en todo el mundo. Por cierto, hará falta concretar si el mundo es conjunto unitario o trozos de un puzle con separaciones varias, si es algo o nada; acaso una fantasía, como el adverbio nada.

(GTRES)

Nunca es nada casi siempre, querrían extender los optimistas de vaso medio lleno. José Hierro poemaba aquello de que: “Después de nada, o después de todo supe que todo no era más que nada”. ¿Se quedó a partir de ahí en el siempre en casi todos los países africanos o ya lo era el antes? Ni la nada, ni el nunca ni el todo se anotan en las agendas. Surgen o se interpretan.

Lo mucho si breve es menos mucho pero puede ser bastante. Lo que es seguro que no llega nunca al igual universal; alguien lo llamó ética social en su momento. Aquí vendrían el hambre y la pobreza. Nunca o nada, a pesar de su difícil existencia, han sido siempre diferentes para todos, incluso en esos países. Lo cual nos habla de un mundo injusto. Justo puede ser suficiente, luego su contrario miente. Justo es que apenas llena, y entonces se conjuga mal con solidario. Valdría aquí la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD). Será por eso que aparece apenas nombrado en la historia real de los pueblos. “Después de todo” o “antes de nada” están en nuestra lengua para significar algo profundo, no son una etiqueta fija que nos haya servido en este año de catástrofes varias: inundaciones, incendios, cambio climático y olas de calor, colas de hambre en la acera de centros sociales, migraciones sin destino y hambrunas varias, inflaciones galopantes, etc. Todas generaron escenas de vida dolorosas en muchedumbres.

No me malinterpreten, pero para aproximarse a lo justo algún paisano, o descreído, inventó la Ética, con mayúsculas. Tuvo sus admiradores y detractores, o desconocedores. Pero como esta se reparte mal hubo que aprender algo nuevo: la justicia. Esta, dicen, ni se compra ni se vende. Sin embargo hay personas que viven en ella, más o menos, mientras que otras se debaten y luchan contra la injusticia. Lugar donde muchos (millones de millones) habitan ya. Los favorecidos la defienden porque si se elimina les alcanzará a ellos sin que se den cuenta, aunque no sea por acción sino por omisión. Busquen cualquier país rico como ejemplo.

Dicen las distintas religiones que la justicia ordena la vida en el reino de los cielos. Nadie sabe si allí se lleva la justicia de la Tierra, que es injusta por su falta de solidaridad. Hablan de una justicia celeste, esa que pone a cada cual en su sitio y no yerra tanto como en el suelo. Y aquí lo hace a sabiendas de los justiciadores o justicieros. Los datos de hambrunas, enfermedades, vidas maltratadas, riquezas desiguales, etc., son resultado de la vida.

Nunca o siempre asociados a la justicia son traicioneros. Siempre habrá alguna migaja para repartir; o la nada será inexistente porque no es magnitud medible con criterios internacionales como el sistema métrico. Pensamos en África en 2022, supuestamente descolonizada.

 

Hay personas a las que les pusieron Justa o Justo de nombre. Vaya compromiso. Pero no existe lo contrario, nunca, en nombres, sí en acciones o en reparto social. Se descubre cuando alguien se para a pensar en qué componentes de la vida se dan más injusticias o menos; cuando repasa la prensa y casi todo lleva la marca de lo injusto que es tener tan poco algunos y sobrarles tanto a otros, mandar los de siempre. ¿No sería necesario cambiar las constituciones y hacerlas humanitarias? Las noticias del mundo son explosiones que se toman como de todo o de nada, de siempre o quizás no. Las crisis actuales de la covid, la invasión de Ucrania, las alzas de precios, la belicosidad de algunos países y nuestro maldecido cambio climático. Lo son todo y amenazan con no dejar nada para mucha gente. Es más no queda nada de lo que fue nada. Un articulista lo titulaba así para hablar del estado social de solidaridad universal.

La nada o el nunca acaban pareciéndose pero para eso deben sujetarse en algo que se pueda contar. El todo o el siempre siguen similares derroteros. Quién dice que se pase casi instantáneamente del todo a la nada, del siempre al como si nunca; o compongan un nada siempre y un todo nunca. Pasa a veces en las catástrofes naturales o sociales. Se está viendo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Sí parece seguro que igual nunca es siempre. Era la ilusión para romper la nada, o del algo por precisar. Puede que ni haya sido ni será, como no se trate de pequeñas inquietudes o de cosas valoradas por unos pocos. Por ahí también asoman los sentimientos. Otro capítulo de extremos difíciles de medir en forma de derechos humanos. Pero ya es hora de contradecir, mitigar tal o cual desastre colectivo y adaptarse a él, en asuntos clave como la desigualdad social o los efectos del cambio climático; la ecuación de la soledad a la vez que el binomio del peor así. Ya es hora de demostrar la levedad del “Qué más da que la nada sea nada,/ si más nada será, después de todo./ después de tanto todo para nada”, en el poema Vida de José Hierro (1922-2022,).
P.D.: El domingo falleció el escritor Javier Marías. Una escena trágica de la vida para la literatura. Igual no ha leído ninguna de sus novelas o artículos de periódico. Siempre está a tiempo; nunca sus palabras se quedarán en la nada.

De sequías y otras menudencias del agua en 2030

Cansa hablar varias veces del mismo tema, pero es que el asunto es grave. Cada vez disponemos de menos agua al mismo tiempo que aumentamos nuestras necesidades, reales o sobredimensionadas (el agua que se desperdicia sin uso). Se dice que en España no hubo sequía tan grande como aquella de los años 1944 y 1946. Se comenta que esta grave situación sirvió de detonante para que el régimen de Franco inundase de embalses los ríos españoles. Costumbre que le duró hasta su fallecimiento; dejó muchos seguidores que hoy mismo reclaman embalses nuevos y recrecimientos de los antiguos. Lo hacen tanto los agricultores como muchos responsables políticos, pertenezcan a tal o cual partido excepto quienes se titulan la izquierda del PSOE. Prometer más agua, aunque sea imposible y lo sepan; da votos. No es una menudencia.

Desde aquellos años se han sucedido los periodos más o menos largos de sequía. En cierta manera nos habíamos acostumbrado a que así fuera. Pero es que la sequía hidrológica actual soporta lo nunca visto desde que tenemos medidores fiables de los caudales de los ríos. La sequía meteorológica es de las que hacen época. No llueve desde hace meses en muchos lugares, excepto durante esas breves y dañinas tormentas. Al no llover, ni nevar, los ríos no llevan agua (sequía hidrológica como la que padecen el Danubio que agoniza, el Po lo mismo y no digamos aquí en España en donde el caudaloso Ebro parece un esperpento de agua en muchos tramos). A este paso, algunos ríos se van a parecer al Arica, en el desierto de Atacama en Chile, cuya cuenca recibe una media de 0,5 mm anuales y no siempre).

Como todos sabemos, las sequías tienen varios formatos/escenarios. Una sequía meteorológica como la actual es a la vez hidrológica. Si no que les pregunten a los estados por los que circula el río Colorado, el del Gran Cañón y las películas del Oeste, que se está quedando sin caudal y obliga en pleno agosto a restricciones; normal tras las servidumbres que le han causado los humanos a lo largo de su largo recorrido (abastece de agua a San Francisco entre otras grandes ciudades). Seguro que tienen noticia de que los explotados acuíferos no se recargan y este suceso ocasiona repercusiones en humedales y lugares singulares por todo el mundo, en actividades socioeconómicas de las poblaciones ribereñas o que utilizan sus aguas. Es lo que está pasando ahora en España con las resecas Tablas de Daimiel (en riesgo de desaparecer), en el agonizante Parque Nacional de Doñana, sangrado por miles de pozos legales e ilegales que chupan el agua para actividades varias. No es el único lugar en el que la gestión del agua para uso económico está descontrolada.

(María José López/EP)

España entraba en sequía hace casi un mes. Cuando redacto estas líneas, 30 de agosto, el agua embalsada en España estaba al 35,94% de su capacidad, más de 6 puntos menos que en 2021 y casi 19 menos que la media de los 10 últimos años). Tanto es así que se está cerca de aquella alerta roja por sequía de finales de julio de 1982. Qué decir si no de que la comarca de Busturialdea (Vizcaya) que espera como agua milagrosa la que aporta un carguero, pues la carencia de agua ha llevado a la prohibición de descargar las cisternas del wáter por las noches. O de la Galicia húmeda siempre verde en donde a mitades de agosto muchos agricultores y ganaderos se plantean instalar sistemas de riego y son bastantes los municipios que soportan cortes en el suministro o restricciones (en Ribadavia solo tienen agua 4 horas y media al día). Todo esto sucede tras meses con registros de lluvia por debajo de lo normal (sequía meteorológica), y una situación de sequía edafoeconómica, prolongada en todo el territorio. Qué querrá adivinar en The Times, un buen periodista y escritor Simon Kuper, en su artículo “El país más habitable del mundo está amenazado por el clima y la despoblación».

Mientras todo esto sucede hay que atender a las menudencias, en el sentido de lo que a menudo se considera leve dentro de algo gordo. En las fiestas patronales de los pueblos se sigue celebrando “El Día del agua”, que consiste en tirarse el líquido unos a otros, como si fuera una “performance” tradicional sin la cual no hay fiestas. ¿O es un rito iniciático? Bien es cierto que la cantidad del agua derrochada no es mucha, pero en algunas localidades ya está prohibida, al menos por este año tan especial, en el cual tuvimos una primavera húmeda, pero después la mala gestión del agua (incluidas sueltas deliberadas para generar electricidad pagada a precio de oro) y las olas de calor sucesivas han reducido el agua almacenada hasta las restricciones actuales. Otra de las que llamo menudencias, es “La bañera de los dioses, una piscina (alberca) de 85 metros de largo en Amurjo, en Orcera, en la jiennense Sierra de Segura que cuesta llenar tres días. Como no sabemos el destino de semejante estanque no haremos otro comentario que mostrar nuestro asombro. En alguna ciudad española, Zaragoza entre ellas, se habla de reutilizar el agua de las piscinas municipales para limpiar las calles (maniobra discutible) o regar los “jardines de césped”, moda inglesa sobredimensionada aquí en zona esteparia, y así evitar el mal aspecto que van tomando. Luego está lo de la ganadería intensiva y su relación con la falta de agua y su contaminación de los acuíferos, pero ese es un asunto menudo tan gordo que merece una entrada especial que ya llegará a este blog. Otras menudencias son las piscinas particulares, que florecen como setas después de lluvia en terrenos boscosos, y los derroches domiciliarios, de los que habría mucho que hablar.

Negueira de Muñiz, Lugo. La sequía afecta también a los caudalosos ríos de alta montaña entre Galicia y Asturias. (Carlos Castro/Europa Press)

Pero es que toda Europa llora por la falta de agua. El Rin y el Danubio, los dos grandes ríos europeos han menguado tanto sus caudales que han debido suspenderse los desplazamientos de las grandes barcazas que transportan de todo en el caso del primero y el Danubio muestra en su minúsculo cauce barcos hundidos en la Segunda Guerra mundial y su delta está secándose.  En el Reino Unido, el Gobierno británico declaró a mediados de agosto oficialmente el estado de sequía en determinadas zonas del suroeste, sur, centro y este de Inglaterra; o sea una situación extrema generalizada. ¿Y el mundo cómo va? Pues mal, con solo dos ejemplos vamos a situar la compleja vida que nos espera y las necesidades de adaptación. China ha racionado el consumo de energía en 19 de las 21 ciudades de la región de Sichuan porque las hidroeléctricas no funcionan por los bajos caudales de los ríos. Aunque peor lo tienen en Somalia en donde la ONU cifra en un millón las personas desplazadas por la grave sequía, la peor en los últimos 40 años.

Hasta aquí hemos llegado pero no sabemos si estaremos ya mejor. Parece que el Gobierno central español y los autonómicos de la costa mediterránea van a ampliar la capacidad de sus desaladoras (en torno al 25 %) para hacer frente a las necesidades agroganaderas y de consumo doméstico y hotelero, que supone un serio incremento en épocas veraniegas. Se habla de invertir 300 millones de euros. ¿Será esta una solución parcial? Muchos expertos afirman que vamos por el camino de acercarnos a sequías hidrológicas y meteorológicas cada vez más frecuentes y generalizadas. Quien lo dude que lea este informe de la investigación dirigida por el profesor Martín-Vide referida a la zona mediterránea. Y claro, cualquiera que piensa un poco nada más se preguntará la razón primera de todo esto.

De acuerdo, llueve menos y no se llenan los embalses pero el principal consumo de agua se lo lleva la actividad agroganadera, la gran menudencia ignorada. Y digo yo, si debemos ahorrar será allá dónde más consumimos. De todo es conocido que muchos sistemas de conducción de agua para regadíos son de tierra, que algunos pierden cantidades ingentes de agua, otros utilizan sistemas de riego de tiempos de los romanos mejorados por los árabes, etc. Una cuestión a subrayar que a menudo se olvida: la fruta y verdura exportada lleva dentro, y necesitó para su producción, millones de toneladas de agua. En fin, que la cuestión admite grandes mejoras que deben liderar con recursos y dirección técnica las Confederaciones Hidrográficas, que para eso están. Pero claro, las hectáreas de regadío no paran de crecer mientras el agua disponible decrece.

Pues eso: cada vez más sequías, frecuentes y de larga duración, como advierte 20minutos.es en muchos artículos. Ante todo lo que en ellos se cuenta, urge una transición tremenda en la mejora del consumo. Porque sin agua no se puede…, vivir ni ver la vida de otros. Porque cabe también una actuación conjunta de todos los sectores que lleve a la reducción significativa del consumo en el regadío. Si no, la adaptación resultará imposible pasado un breve tiempo. ¿O no? Por cierto, las tres cuartas partes de España están en riesgo de desertificación según el Ministerio de Transición Ecológica. Así pues, casi nada de lo que compone el agua para uso humano son menudencias; nos hemos dejado de contar como va el agua y la biodiversidad, otra cuestión plena de damnificados. Mientras llega 2030 y para que todo no acabe mal ni en España ni en el mundo, aquí va un poema de la uruguaya Juana de Ibarbourou: “Llueve, llueve, llueve, y voy, senda adelante, con el alma ligera y la cara radiante, sin sentir, sin soñar, llena de la voluptuosidad de no pensar.”

El embalse de La Viñuela, ubicado en La Axarquía, al 15% de su capacida. (ALEXZEA/EP)