Consumidores del paisaje en clave efímera

En homenaje a Fernando González Bernáldez

Me cuesta escribir sobre el paisaje por ser un singular que expresa infinitud de plurales. Hablar en singular es darle una entidad que uniformice, y todos sabemos que eso es imposible. En esa duda la memoria me trae a Juan Ramón Jiménez para susurrarme que cada paisaje se compone de una multitud de elementos esenciales, sin contar con los detalles más insignificantes, que, a veces, son los más significativos. Uno, que empezó con lecturas académicas del paisaje, aconseja a quienes tienen semejantes problemas que piensen aquello que expresó el pintor realista estadounidense Andrew Wyeth: prefiero el invierno y el otoño, cuando sientes la estructura ósea del paisaje. Algo espera debajo de él; toda la historia no se muestra. Como diciendo que lo que se ve es solo una parte del todo. Algo parecido repetía una y otra vez González Bernáldez, que me descubrió los otros engranajes de los paisajes que no muestran lo que uno ve por más que observe con atención. Lo que sigue es una humilde interpretación libre de lo que expresaba el Catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid. Espero no cometer muchos errores.

Pero me lanzo a ello, en estos días en los que apetece sumergirse en un paisaje menos urbanizado que nos procure un poco de aliento para soportar la segunda sofoquina del año. Y porque quiero homenajear a alguien que fue maestro del paisaje, de la educación ambiental y más cosas. Digamos de entrada que el interés por el paisaje, conjunto de muchas cosas, no es reciente. Es más, diríamos que hasta el primitivo ser humano interaccionaba constantemente con él, a su manera. Era su centro de atracción ya que le procuraba el sustento diario, o se lo negaba. Supo aprender que sin necesidad de pronunciar una sola palabra el paisaje hablaba de muchas cosas. Aunque la palabra y el concepto paisaje tardaran en aparecer. Para esos hombres y mujeres primitivos sería un territorio más o menos acogedor; algo así como una morada o despensa. No se sabe si lo sentía como propio o se consideraba una simple criatura en él, si lo veía de igual forma cada mañana o al atardecer, tampoco si su cielo formaba parte del paisaje. Porque las creencias que vienen de lo alto también tienen su papel interpretativo.

Puede que alguna vez, ante una manutención poco clara, más de un individuo o grupo social se preguntase si merecía la pena vivir en ese territorio/paisaje. En el caso de que no le convenciese migraría a otro, si podía. En cierta manera estaba valorando el paisaje, el resultado de unos cambios conocidos y otros que no tenían explicación sencilla. Hacía falta valor para lanzarse a la aventura porque lo desconocido asusta. Siempre buscaría de forma precavida, pues no se fiaría de lo que veía u oía; más todavía si le resultaba totalmente desconocido, sin las señales externas de lo visto siempre. Sin duda le importaba lo bien o mal que se sentía en razón a su supervivencia, o sobre la cantidad de incógnitas o peligros que debía soportar. El paisaje originario, o el territorio delimitado, donde habitaba cualquier grupo dejó de ser original con el tiempo pues se expandieron fronteras anímicas, sensoriales y productivas. Pasaron los siglos y la población aumentó; se extendió por la Tierra cual mancha de aceite. Poco a poco, mucho siglos después, el paisaje virgen se fue antropizando, y reducido a la mínima expresión de lo antiguo. O, si se quiere, condujo a la evolución del paisaje, que había que entender con nuevos parámetros; más elaborados. Estamos en el año 2022.

El paisaje tiene varias dimensiones, nos contaba el ecólogo F. González Bernáldez, pues tanto importa lo que se ve como las relaciones implícitas que se nos ocultan si no miramos con atención. Este científico, nos dejó en la orfandad naturalista y ambientalista tempranamente, hace ahora 30 años, un 16 de junio. De sus miradas escritas y escuchadas hemos aprendido a valorar la riqueza de paisajes antes denostados o mal interpretados, como la estepa de la que España atesora múltiples expresiones a cual más compleja y rica. Los Monegros, donde el que escribe nació y se crio, podrían ser el epítome en donde se materializa lo que el profesor de la Autónoma de Madrid llamaba fenosistema (los componentes bien claros) y criptosistema (aquello que permanece oculto para muchos observadores y cambia o mantiene la vida). Pocas disonancias entre lo uno y lo otro se adivinan de entrada en este paisaje, pero las habrá según quien busque.

Parece fuera de toda duda que el paisaje necesita que alguien lo observe, trate de aprehender aquello que está bien visible, y se pregunte por la urdimbre que a lo largo de años o siglos está oculta, es cambiante; pero que es la verdadera responsable de esa magnífica construcción. Si observan un paisaje expriman su agudeza visual, que era lo que el profesor aconsejaba. Cualquier paisaje puede convertirse en un estado de ánimo. También, a quienes esperamos paisajes ocultos nos trae a la memoria aquellas lecturas antiguas impulsadas por Charles Darwin o Alexander von Humboldt en una época anclada en otras modalidades de ver. Hoy siguen aportando novedades si sabemos leerlos. Ahora sus autores nos parecen adivinos de lo posible, generadores de claves para interpretar la vida actual. ¿Qué son la evolución de las especies del primero o el adelantado cambio climático del segundo? Lo vieron en el siglo XIX. En cierta forma daban a entender que se necesita una Educación Ambiental, algo que nos descubrió y se empeñó en comunicar González Bernáldez.

Aconsejamos a quienes salgan de estampida hacia paisajes menos urbanos para librarse un poco de las ataduras pandémicas que aprovechan su conocimiento de las cosas definitorias del paisaje elegido. Les servirá de una primera compenetración con el paisaje del que forman parte en ese momento. Seguramente el paisaje les hablará, incluso con vivacidad en ciertos momentos por medio de sus bioindicadores. Si así fuese se facilitaría el tránsito desde una primera aproximación emocional hasta la mirada crítica con precisión y rigor. Todo lo escrito aquí va en dirección contraria al efímero paisaje de paso, tipo agencia de viajes y muy consumido actualmente.

Observar un paisaje es construir puentes con él. Todos debemos intentarlo. La forma del puente, o pasarela, no es lo más importante pero sí es necesario que sea seguro, para que quien observa lo atraviese dispuesto a enriquecer su perspectiva. Por eso sirven poco las fotografías de otros almacenadas en la memoria del móvil. Se necesita cierta habilidad e intención para componer un bosquejo mental que enriquezca situaciones similares vividas con antelación y lo añada al bagaje cultural interpretativo del presente. En cierta forma, todos y cada uno de los buceos en el paisaje son huecos llenos de algo que a la vez suponen una experimentación en la propia concepción. Así se evita que se disuelva el eco del paisaje.

Buscar la autenticidad del paisaje supone entender los referentes externos (fenosistema) pero es mucho más. Consiste en ampliar el mundo de las relaciones entre ellos y con otras variables que se nos ocultan: el criptosistema de González Bernáldez. Esta tarea nos permite encontrar qué lo condiciona; el placer oculto del descubrimiento se disfruta cuando se percibe la dimensión global, y se confronta, que no compara, con otros paisajes. Lo cual lleva a enriquecer cada momento. No debemos limitarnos a estar ante un paisaje. Demos significado a lo que se observa a través de sus significantes, incluso cuando la captura del paisaje se hace en compañía, otra mirada que coincide o no con la nuestra, y ambas se enriquecen. Hay toda una cierta geometría experimental en la construcción que cada cual hace del paisaje.

Saber mirar, ser capaz de componer un bosquejo mental que enriquece situaciones parecidas vividas antes y las que se mantendrán después. En cierta forma son nodos de experimentación de la mente propia. El magisterio del paisaje que busca mucha gente mayoritariamente urbanita se parece a un mundo ruralizado, sin pervertir demasiado por la acción antrópica. Por eso, aquí encaja aquello que leímos que decía la antropóloga Kaori O’Conner de que “la más importante relación entre las personas y el paisaje no es estar en él, sino dejar que el paisaje esté dentro de ti”. Tendremos que explorar más sus paisajes.

Se ha publicado recientemente que “la humanidad debe proteger la Tierra para salvar la biodiversidad”. ¿Cuánta tierra o territorio? Un 44 %, la superficie que ocupan actualmente los continentes americanos y asiáticos. El artículo se hace eco de las investigaciones de un grupo de científicos de la Universidad de Amsterdam que advierte de que se acaba el tiempo para detener “la relación tóxica que el ser humano mantiene con la naturaleza”. Este grupo de investigación asegura que en los años que nos quedan hasta 2030, el año del examen mundial en busca de la sostenibilidad, los usos humanos intensivos podrían acabar con 1,3 millones de kilómetros cuadrados de tierra, lo cual sería devastador para la vida silvestre y tendría graves repercusiones en nuestras vidas.  Escribiría otros paisajes; algunos nos asustan.

Solo conseguiremos revertir la tendencia arrasadora si aunamos el compromiso científico y estético, incluso el pragmático, y pasamos a una acción moral; si logramos enfatizar la compleja biodiversidad que determinados paisajes muestran o esconden. Los urbanitas, en cierta manera todos los somos, quieren parecerse más que nunca a los ruralitas, que a su vez se han acopiado de tics urbanitas. No es sencilla la misión de encontrarse a sí mismo en el paisaje, ver desde dentro enseña más que una bella panorámica, aunque sea de National Geographic. En Juan de Mairena (Antonio Machado) nos alertaba ya del consumismo del paisaje hace cien años “El hombre moderno busca en el campo la soledad,  cosa muy poco natural. Alguien dirá que se busca a sí mismo. Pero lo natural en el hombre es buscarse en su vecino, en su prójimo, como dice Unamuno… Más bien creo yo que el hombre moderno huye de sí mismo,  hacia las plantas y las piedras, por odio a su propia animalidad,  que la ciudad exalta y corrompe.» (11,47). Ahora caigo en que me he olvidado de citar el complejo paisaje urbano. Será porque algo dijimos en la entrada anterior de este blog. En el sistema urbano quedan otros fenosistemas y criptosistemas por descifrar sin dilaciones exculpatorias.

1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser marabunta urbanita

    Ahora vendrá el arrase de los campos.

    15 junio 2022 | 11:56 am

Escribe aquí tu comentario





    Normas para comentar en 20minutos.es

    • Antes de enviar su comentario lee atentamente las normas para comentar en 20minutos.es.
    • Esta es la opinión de los internautas, no la de 20minutos.es.
    • No está permitido verter comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
    • Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
    • Por favor, céntrate en el tema.
    • Algunos blogs tienen moderación previa, ten paciencia si no ves tu comentario.

    Información sobre el tratamiento de sus datos personales

    En cumplimiento de lo dispuesto en el Reglamento (UE) 2016/679 del Parlamento Europeo y del Consejo de 27 de abril de 2016 relativo a la protección de las personas físicas en lo que respecta al tratamiento de datos personales y a la libre circulación de estos datos, y Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre, de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales le informamos que los datos de carácter personal que nos facilite en este formulario de contacto serán tratados de forma confidencial y quedarán incorporados a la correspondiente actividad de tratamiento titularidad de 20 MINUTOS EDITORA, S.L, con la única finalidad de gestionar los comentarios aportados al blog por Ud. Asimismo, de prestar su consentimiento le enviaremos comunicaciones comerciales electrónicas de productos y servicios propios o de terceros.

    No está permitido escribir comentarios por menores de 14 años. Si detectamos el envío de comentario de un usuario menor de esta edad será suprimido, así como sus datos personales.

    Algunos datos personales pueden ser objeto de tratamiento a través de la instalación de cookies y de tecnologías de tracking, así como a través de su acceso a esta web desde sus canales en redes sociales. Le rogamos consulte para una más detallada información nuestra Política de Privacidad y nuestra Política de Cookies.

    Los datos personales se conservarán indefinidamente hasta que solicite su supresión.

    Puede ejercer sus derechos de acceso, rectificación, supresión y portabilidad de sus datos, de limitación y oposición a su tratamiento, así como a no ser objeto de decisiones basadas únicamente en el tratamiento automatizado de sus datos, cuando procedan, ante el responsable citado en la dirección dpo@henneo.com

    Le informamos igualmente que puede presentar una reclamación ante la Agencia Española de Protección de Datos, si no está satisfecho con en el ejercicio de sus derechos.