Archivo de abril, 2022

Reimaginar juntos nuestros futuros

Este es el título de la última publicación de la Unesco. Lleva por subtítulo, entremezclada para relacionar intereses y objetivos, toda una declaración de intenciones “un nuevo contrato social para la educación”. Ha sido elaborada por una Comisión Internacional sobre los futuros en la educación. Sustituye a aquella magnífica obra, llena de esperanza y buenos propósitos, La educación encierra un tesoro que, coordinada por Jacques Delors, se publicaba en 1996. Supuso un hito en la conceptuación global de la educación a la vez que un acicate para muchos países en todo el mundo.

La reciente propuesta recoge en sus primeras páginas unas palabras de Sobhi Tawil, director de Innovación y Futuro del aprendizaje de la Unesco: “Este informe es una provocación, una invitación al diálogo, y una oportunidad para conectar este diálogo con lo que tiene lugar en otras partes del mundo». Dado el momento crítico por el que pasa el mundo entero no es una ocurrencia ni una moda verde, sino que se trata de dar un rol principal a la educación en las necesarias transiciones que lleven a la construcción de un mundo que tenga un futuro mucho más justo, pacífico y sostenible que el actual. Parece que aquellas propuestas del Informe Delors no han llegado a consolidar plenamente los objetivos previstos.

Sí ha sido realidad en una porción de personas pero ha dejado atrás a otras muchas más. Quizás gran parte de la culpa de los retrasos sufridos la tenga eso que se ha dado en llamar crecimiento/desarrollo. Así asistimos hoy al aumento gradual de las desigualdades. Digamos más todavía: las agresiones al medio natural están poniendo en peligro nuestra propia existencia. El informe habla de esperanza, la cual fundamenta en que disponemos de más acceso que nunca al conocimiento y a la utilización de herramientas basadas en la colaboración, que multiplica por mucho los efectos positivos. Por eso, parecería que todas las mujeres y hombres deberían tener la posibilidad de participar en el alumbramiento conjunto de futuros. En lo que sí insiste una y otra vez el informe es que estamos todos conectados y así hay más posibilidades de trabajar juntos.

Pero la educación, al decir del informe, debe transformarse mucho ella misma. Debe aspirar a un contrato social. Su punto de partida, una visión comprometida y compartida, es que existen unos fines públicos de la educación como derecho humano. Antes se quería educar al individuo, ahora se exige una unión de esfuerzos para crear futuros compartidos e interdependientes, amigables, universales. Así pues, si bien algunos países avanzarán más rápido, son tres las preguntas esenciales a las que hay que responder con estrategias de cara al año 2050. ¿Qué deberíamos seguir haciendo? ¿Qué deberíamos dejar de hacer? ¿Hay algo que se pueda reinventar de forma creativa para conseguir las metas buscadas?

Podemos copiar lo que el texto llama principios fundamentales, algunos de los cuales habían mejorado algo o bastante desde el Informe Delors, hasta hace unos tres años. Nosotros los calificaríamos como retos pendientes en muchos países del mundo, incluso en algunos grupos  sociales de los países ricos:

  • Garantizar el derecho a la educación durante toda la vida.
  • Reforzar la educación como bien público y común.

No será fácil pues partimos de graves inequidades que han convertido la vida en una experiencia grave por la escala de las crisis: el aumento de las desigualdades sociales y económicas entre países y dentro de ellos, el cambio climático que impregna toda la vida colectiva, un abusivo uso de recursos que sobrepasa los límites planetarios y nos enfrenta a serios problemas globales, demasiados retrocesos democráticos han prendido con virulencia, etc. Dado que bastantes de estos problemas se superponen, dañan a los más débiles. Estos que pierden calidad de vida y una merma considerable en muchos de sus derechos fundamentales.

Ante todo esto, el reciente informe apunta una serie de propuestas para renovar/reinventar la educación. Deberían formar parte del diálogo social, tanto en lo que se refiere a la concepción de la educación a escala de ciudadanía como al planteamiento de los discursos políticos, empresariales, etc. Destacamos las siguientes, aquellas que con verdadero compromiso, y nos atrevemos a decir que con urgente necesidad, se pueden lograr en el año 2050 (copia textual del enunciado sugerido en el resumen del Informe citado):

  • La pedagogía debería organizarse en torno a los principios de cooperación, colaboración y solidaridad.
  • Los planes de estudio deberían hacer hincapié en un aprendizaje ecológico, intercultural e interdisciplinario que ayude a los alumnos a acceder a conocimientos, y producirlos, y que desarrolle al mismo tiempo su capacidad de criticarlos y aplicarlos.
  • La enseñanza debería seguir profesionalizándose como una labor cooperativa en la que se reconozca la función de los docentes de productores de conocimientos y figuras clave de la transición educativa y social.
  • Las escuelas deberían ser lugares educativos protegidos, ya que promueven la inclusión y el bienestar individual y colectivo, y también deberían reimaginarse con miras a facilitar aún más la transformación del mundo hacia futuros más justos, equitativos y sostenibles.
  • Deberíamos disfrutar y acrecentar las oportunidades educativas que surgen a lo largo de la vida y en diferentes entornos culturales y sociales.

Todo lo anterior es algo que va más allá de una mera declaración de intenciones; quieren ser un contrato social. Imaginémoslo en España, que tan alejada esta del Pacto Educativo democrático y consensuado. Ese convenio, como todo lo que aquí está escrito es el punto de partida. Para desarrollarlo, máxime con las crisis diversas que acechan a la ciudadanía en general y a la educación en particular, se debería sustentar en:

  • Un verdadero apoyo a la investigación y la innovación.
  • Un llamamiento a la solidaridad local, estatal, mundial y a la cooperación internacional.
  • Una activa participación de las universidades y otras instituciones de educación superior para desarrollar alianzas entre los actores educativos a diferentes escalas.

Una esperanza como esta merece un corolario. Lo hemos copiado de alguien que ha sabido pensar para los demás y expresar como pocos el papel de la educación. Nos referimos al filósofo Emilio Lledó que nos dejó esta enseñanza para quienes quieran escucharla e indagarla: «Creo que cualquier bandera entorpece. Lo que tenemos que tener es una bandera de justicia, de bondad, de educación, de cultura, de sensibilidad, de filantropía, otro sustantivo maravilloso de los griegos, el amor a los otros». En eso debería consistir el empeño en reimaginar nuestro futuro a través de la educación formal, no formal e informal. Ahora que el debate se ha animado en España con el desarrollo de la Lomloe es un buen momento para contrastar opiniones y llegar a acuerdos. Por lo expresado en los artículos que hemos leído durante los últimos meses seguimos atrincherados en posiciones antagónicas. ¡No se puede fracasar de nuevo en el diálogo por organizar una educación poderosa! Llevamos demasiado tiempo soportando las peleas políticas en torno a un tema que es un derecho humano, que puede encerrar un tesoro como predicaba el mencionado Delors y el resto de los componentes de la Comisión que elaboró el informe anterior.

Contemplamos hechos que malinterpretan eso de que juntos podemos tener un futuro más amigable para todos si logramos un contrato social para la educación. Además, la invasión rusa ha roto buena parte de las vías de comunicación global. Ojalá acabe pronto y sepamos extraer las valiosas enseñanzas del Informe Unesco para evitar en lo posible invasiones como la presente.

La probable explosión de la pandemia del hambre

Hambre es una palabra que no necesita definición para casi nadie. En su acepción más sincera sería aquello que, referidos a personas, supone no disponer de lo que sería preciso para alimentarse. Tiene muchos antónimos como el hecho de acaparar lo que les vendría bien a otros o no dejar que los demás le encuentren su grato significado, menos aún su significante.

Nos encontramos en 2022, cuando la electrónica puede ya con casi todo. Sin embargo, nos preguntamos cómo es posible que siga habiendo hambre en el mundo. Si miramos un mapamundi, nos cuesta entender las emergencias nutricionales que sufren de forma endémica ciertos países, la mayor parte africanos. Lo ocurrido en el Cuerno de África en 2011 o en Sudán del Sur en 2017 con sus hambrunas figura en los anales de las desgracias colectivas. Pero el olvido hace inútil el almanaque, excepción hecha de los que la padecen o de las ONG que se ocupan del socorro alimentario. Se nos había olvidado en el mundo rico. De vez en cuando, las fotografías de niños y niñas desnutridos sirven para alertarnos de que la injusticia mundial es un capítulo extenso de la Historia. Pero, ¿por qué se repite esa historia de desigualdad una y otra vez?, ¿por qué se ceba con determinados moradores de países concretos?

Jóvenes desplazadas por los devastadores efectos de la sequía en el sur de Somalia en 2011. (Abukar Albadri / EFE)

Jóvenes desplazadas por los devastadores efectos de la sequía en el sur de Somalia en 2011. (Abukar Albadri / EFE)

Parece ser que las causas son múltiples: la guerra lleva al hambre, la falta de acceso al agua potable y saneamiento la aumenta, la emergencia o virulencia de ciertas enfermedades la convierten en plaga, el cambio climático no hace sino reducir los recursos alimentarios, las migraciones impulsadas por causas bélicas y climáticas crecen sin parar, además de episodios de inestabilidad política casi permanente en algunas zonas. Hace unos meses se publicaba el Estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, elaborado por diversas Agencias de la ONU (FAO, OMS, PMA y UNICEF), que cifraba en 811 millones el número de personas subalimentadas en 2020. La cifra es para asustarse pues supone, más o menos, la décima parte de la población mundial. Y algo todavía más preocupante: las personas subalimentadas habían aumentado 118 millones desde 2019; los peores datos de la década.

Aparte de las causas generadoras del hambre se añadía una que no ha hecho sino crecer: el alza de los productos alimentarios impide contar con una dieta saludable a casi 3000 millones de habitantes en todo el mundo. La mayor parte de esta gente vive en Asia (1850 millones) y África (mil millones). Pero también carecen de una dieta saludable muchas personas de América Latina y el Caribe (113 millones) y de las ricas América del Norte y Europa (17,3 millones). La pandemia del hambre parece un castigo vírico similar a la COVID-19, pero no lo es pues permite tratamientos sanadores. Por cierto, según el INE las dificultades económicas han hecho aumentar en España hasta los 2,5 millones los menores de familias en riesgo de pobreza o exclusión social tras las crisis provocadas por la pandemia. Si no hay dinero y además los precios suben cae la calidad alimentaria.

Es lo que está sucediendo en estos momentos. A un mercado alimentario desbocado por la COVID se ha añadido la invasión rusa de Ucrania, que podría conducir al mundo en una escasez de alimentos. La falta de trigo y maíz de ese país y el embargo del ruso (entre los dos exportan un tercio de esos cereales en el mundo) en los mercados mundiales provocará un alza desmesurada de precios. Lograrán pagarla  con grandes sacrificios los países más o menos ricos, a costa de aumentos inflacionarios y de la penuria de bastantes de sus ciudadanos. Por otro lado, el coste de la alimentación del ganado ya soporta en España alzas tremendas, los fertilizantes para la tierra ya escasean. Esto pone en riesgo el consumo de alimentos y su calidad. De hecho, ya ha subido desde el aceite hasta la margarina, que casi han doblado su precio. Se calcula que, de media, los hogares tengan que pagar en España 500 euros más que el año anterior. Para ello debe detenerse el alza generalizada de precios tras el verano, como pronostican algunas previsiones. De lo contrario la inflación será de las que hacen historia y dejará en la subalimentación a la gente más pobre.

Un amanecer desde un campo de trigo, en el distrito de Bergen, en Alemania. (Frank Rumpenhorst/EFE/Archivo)

Echemos una mirada a muchos países pobres, situados en Oriente Medio o el Magreb. Algunos son grandes consumidores de los cereales europeos. Hace frente a la situación actual puede generar estallidos sociales de consecuencias imprevisibles. Siempre se alude a la caída de la monarquía borbónica en la Francia del XVIII por el alza de los precios de esos alimentos básicos. Algo parecido sucedió con la “primavera árabe” de Túnez en 2011. Pero mucho antes, en 1856, la rebelión popular por el precio del pan en Valladolid (no fue la única ciudad española donde se produjo) tuvo su antesala en una epidemia de cólera y una falta del trigo en Europa tras la Guerra de Crimea. ¡Qué casualidad que se repitan o confluyan los vectores maléficos! Ahora mismo la FAO avisa de que el índice de los alimentos ha subido un 50% desde mediados del 2020 hasta alcanzar ahora su máximo histórico. El trigo se ha encarecido un 50% en dos semanas, hasta los niveles más altos en 14 años. Para echarse a temblar ante lo que puede suceder en Egipto (compra el 80% de los cereales a Ucrania), Túnez, Yemen o Libia, por citar solo cuatro de los más expuestos. Y además grandes productores como Canadá, EE.UU. o Argentina mantendrán políticas restrictivas en la exportación de cereales con la excusa de asegurarse su despensa.

“La inseguridad alimentaria global ya está en riesgo pero se avecina una amenaza mayor”, titulaba en su página National Geographic. Las hambrunas ya son endémicas en algunos países como recoge el mapa mundial del hambre de EOM (El Orden Mundial) de 2021, cuando todavía los rusos no habían invadido Ucrania, lo cual puede hacer explosionar una pandemia del hambre. Si se generalizan los problemas actuales o el principal granero mundial continúa bloqueado durante mucho tiempo tenemos delante la crisis alimentaria más grave desde la Segunda Guerra Mundial. Al tiempo.

La aventura equinoccial de la metanización de la vida

Diríamos, para empezar, que es otro de los intangibles de los que hablábamos en una entrada anterior en este blog. Ni se ve ni se toca, pero a la vez permanece omnipresente en nuestras vidas. Digamos que su importancia se debe a una posición ambivalente. La vamos a tratar de explicar porque merece la pena que la información de este gas fluya por nuestro cerebro y matice nuestras acciones cotidianas. Digamos que le tenemos manía, así como suena. Primero porque alguien ha dicho por ahí que el metano que hay en las capas bajas de la atmósfera está causado por los eructos de las vacas y otros animales (desde los microorganismos hasta las hormigas y ese escenario sin un manejo compensado que se llama ganadería intensiva). Y es verdad pero no solo se escapa por esos conductos. Sabemos que también se libera en las áreas septentrionales de Europa, Asia y América, que antes estaban permanentemente heladas y tenían el gas atrapado. Ahora con el cambio climático dejan demasiado tiempo la puerta abierta y se sale nuestro enemigo. También sueltan algo los mares y en otras muchas actividades humanas.

¡Qué pena que no podamos guardarlo en grandes tanques para ver si lo podríamos utilizar para algo!, al menos evitaríamos su contribución al efecto invernadero, al calentamiento del aire porque forma una especie de cobertura que impide que el calor sobrante escape hacia partes más altas. Digamos ya que el metano (CH4), que desde la etapa preindustrial ha podido incrementarse un 120 % en las capas bajas de la atmósfera. Aunque se mantiene tal cual es menos tiempo en el aire que otros gases como el CO2, es más peligroso para ese fenómeno tan nombrado llamado calentamiento global del aire. La gente de la ciencia nos advierte de que casi las dos terceras partes de las emisiones “fugitivas” de metano las provocan las grandes empresas en la extracción de los combustibles fósiles. ¡Podrían poner más cuidado! Por cierto, hemos leído en una noticia que el mayor punto negro emisor de metano en Europa se encuentra a unos 18 km de Madrid, en el vertedero de Valdemingómez. Así es que, tomemos nota, los vertederos, las reacciones químicas en ellos producidas por las sustancias orgánicas en descomposición y otras combinaciones raras liberan metano sin control. Aunque hay casos en los que se procura minimizar el impacto, como sucede en la Mancomunidad de Pamplona y sus sistema de metanización. Menos mal que hay alguna noticia positiva, como la que alude a que el CSIC español está colaborando en un estudio que asegura que mediante un aditivo que se añadiría a la comida de los rumiantes reduciría un 30% sus emisiones sin dañar la salud de los animales.

Activistas de Greenpeace en el vertedero de Valdemingómez. (PEDRO ARMESTRE PARA GREENPEACE – Archivo)

Pero esta vida está llena de contradicciones: también queremos poseer el metano, bien que en su ensamblaje de gas natural. Tanto que los países son capaces de emprender guerras “metanizadas”, así la llamaban en una noticia reciente a la invasión de Ucrania por el ejército ruso. Los gasoductos que transportan el gas natural (en su mayor parte metano) desde los yacimientos rusos hasta la Unión Europea están ahora en el centro de la controversia mundial. Que sí los corto, que si no…. Alemania ya ha cortado el Nord Stream 2, con el consiguiente quiebre de esta empresa. No entendemos cómo los países adelantados y precavidos como Alemania y otros del centro de Europa hacían funcionar sus empresas y sostenían su calidad de vida en un suministrador poco serio. Por ahí ya se barruntaba que a poco que cambiaran las coyunturas mundiales les podía cerrar el grifo a las autopistas del gas: la “Yamal-Europa”, que atraviesa Bielorrusia y Polonia para llegar a Alemania, y el corredor ucraniano, que conecta Rusia con los países al sur de Alemania. Para colmo, el nivel de reservas europeas es en estos momentos anormalmente bajo, en torno a un 45%, cuando lo normal para estas fechas del año era un 70%. Parece ser que este  déficit se debe principalmente a los depósitos alimentados por Gazprom, que ha preferido vender poco a pesar de los altos precios. Vaya, ya vemos por donde van las maniobras.

Como la cosa está fea, el presidente de EEUU señor Biden se “ha ofrecido” a compensar el cierre del grifo ruso con el gas natural licuado traído desde su país. Pero claro, no ha dicho que una buena parte procedería del fracking, maniobra altamente peligrosa que algunos pretenden resucitar también en España. Aquí, la población de muchas autonomías, también en Europa ya ha expresado su oposición a semejantes desatinos por los desperfectos ambientales que lleva asociados. Quienes están a favor lo argumentan diciendo que con todo esto se reducirá el precio de la electricidad, las industrias podrán sobrevivir y las vacas y ovejas seguir comiendo su pienso, entre otros beneficios. ¡Ah, y seríamos más autosuficientes! Vaya lío. Quienes manejan eso de la información mundial no hacen otra cosa que confundir a la gente con medias verdades.

Más todavía nos cuesta entender que el precio de la electricidad que ahora consumimos en nuestros pueblos y ciudades, la que mantiene a las industrias, se establezca en razón al mayor precio del gas, que se ha multiplicado por cifras de dos dígitos desde que los rusos invadieron Ucrania, ¡en poco más de un mes! Lo cual puede llevarnos a la ruina total. A ver en qué queda la excepcionalidad ibérica que dicen ha autorizado la UE para que portugueses y españoles paguemos menos por la electricidad.

Mientras, estamos pendientes de aquel acuerdo de la COP26 de Glasgow de reducir un 30% las emisiones de metano en 2030. Una curiosidad: China, India y Rusia no se comprometieron.  Hasta los EEUU estuvieron de acuerdo. Claro esta vez no estaba en medio el señor Trump. Veremos si la invasión rusa de Ucrania no retrasa los años del compromiso.

Estamos ante un sueño de dimensiones equinocciales, casi tan complejo como el giro de la Tierra alrededor del Sol. Hemos leído La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, de Ramón J. Sender, un escritor español que no ha tenido el reconocimiento merecido. En ella novela la aventura de encontrar El Dorado, la fuente de todas las riquezas. Nuestro tesoro sería conseguir en la vida global un intervalo libre de metano, cada vez mayor porque hemos limitado nuestras emisiones y hemos encontrado sustituto al gas natural, para no hacer peligrar los incrementos de temperatura pactados a escala planetaria. No lo hemos conseguido al comienzo de la primavera equinoccial terrestre de 2022. ¿Será en el equinoccio de otoño? Pero ojo, en los personajes de Sender hay muchas amenazas, intereses propios, intrigas y daños a los demás. ¡A ver si el metano se convierte en un nuevo El Dorado!

La vida se ha “metanizado”. A ratos se nos hace incomprensible. Es como si tuviera un centrifugado continuo que no nos deja huir de las metáforas como aquella que dice que el metano es una de ellas. Dudamos cuando la trama de todo lo que hemos escrito antes se mezcla con nuestra existencia: nos emocionamos en algunos momentos y en otros pedimos socorro. ¿A quién? ¿A nuestros políticos o las empresas gasísticas? No sintonizan en la misma onda. Mientras tanto algunos nos empeñamos en construir la teoría del todo: ser ecologistas hasta la médula o enviar todo a la porra y que sea lo que metano quiera. El resto de la gente mira sin ver, pero la procesión va por dentro en forma de billetes que se le escapan, o en cadenas de la vida propia o ajena.