La ganadería escrupulosa delimita las macrogranjas

Ciertas voces interesadas han utilizado abundantes hipérboles para posicionarse en contra/a favor de las macrogranjas. Incluso los argumentos expuestos llenarían una de ellas. Ahora ha surgido la polémica en España tras las palabras del ministro de Consumo expresando sus dudas, ¡en un periódico extranjero!, de que la carne que producían fuese de calidad suprema. Bien sabe el señor Ministro que este asunto puede remover muchas cosas que ligan producción con consumo, dos ingredientes básicos de la alimentación humana que no siempre están bien gestionados ni siguen intenciones convergentes. Como entremedio hay puestos de trabajo y grandes sumas de dinero en los canales de distribución ya tenemos el lío montado. Aquí no vamos a hablar de la calidad del chuletón al punto que se comería el Presidente Sánchez, opinión expuesta tras otra diatriba hacia la carne del ministro Garzón, ni de quienes han optado por seguir una alimentación vegetariana o vegana. Cada cual con lo suyo. Además lo que sobre el asunto se ha dicho ha sido recogido en muchas entradas de 20minutos.es, incluida una en el blog La crónica verde que anima César-Javier Palacios a propósito de la incidencia de las macrogranjas en la economía de los pequeños ganaderos.

Toda esta controversia acumulativa durará poco, como tras muchas cosas de interés social. Morirá cuando las proclamas políticas encuentren otros temas de enfrentamiento. Aquí vamos a centrarnos en la necesidad de abrir un debate sosegado, constructivo sobre la alimentación en general y sobre el consumo de carne en particular tomando como punto de partida las granjas de porcino, vacuno, aviar y todas las otras. Hace unos meses Greenpeace les dedicó su informe Macrogranjas, veneno para la España rural. Efectos ambientales de la ganadería industrial. En él se habla de la evolución del censo ganadero en España, lo que ha colocado a nuestro país en los primeros lugares productores del mundo, de los efectos ambientales (por tierra, agua y aire) de la ganadería intensiva. Pero también de la acelerada proliferación, de la relación entre ganadería industrial y despoblación. Merece la pena echar un vistazo a las conclusiones finales y a las propuestas que hace la ONG (no desdeñar lo que propone sobre la emisión de nitratos), pues nos ayudaría a delimitar un estilo de vida futuro, del que la calidad y heterogeneidad de la alimentación es uno de los principales ejes. También propone hablar de la imprescindible transición ecológica del sector agroalimentario, a su juicio una de las grandes olvidadas en el plan “España Puede”, a partir de los fondos Next Generation.

La ganadería cuidadosa piensa tanto en las personas como en los animales, en los riesgos ambientales que puede comportar como en los beneficios nutricionales y sanitarios que aporta una correcta alimentación, en la economía circular y en estrategias de mercado con responsabilidad ecosocial, en la comparativa ecológica entre las pequeñas explotaciones y las macrogranjas, en la existencia contrapuesta entre la crianza ecológica y las pseudofábricas de carne. No se olvida la trazabilidad de los productos de forma que el certificado de calidad vaya desde la alimentación hasta la mesa de los consumidores, y que estos sepan leer la información o demandarla caso de que falte; en concreto se pide que la etiqueta hable del impacto ambiental. Por lo que se dice, parece ser que bastantes de las grandes explotaciones/cadenas de distribución tienen que mejorar parte de este proceso. Se calcula que solamente las porcinas emitieron en 2020 el 8 % de metano y el 20 % de amoníaco del total de España.

Las macrogranjas están presentes en las banderas de los partidos políticos. Por eso nos hemos empeñado en saber si son muchas o pocas las que hay en España. Aragón, Lleida y la Región de Murcia acumulan una mayoría de las explotaciones. Se dice que los cerdos de España, buena parte de cuyos productos van a China, son alimentados en buena parte con la soja que se produce en la deforestada zona amazónica. De todos modos, no es seguro que se conozcan la cantidad de macrogranjas que hay en España ni cómo se registran su actividad (existe un Registro Estatal de Emisiones y Fuentes Contaminantes) ni sus posibles emisiones. Y claro, muchos contaminantes van a las aguas. Imaginemos cómo estarán los freáticos de esas zonas, debido también al uso agrícola de los nitratos. Tampoco deberíamos excluir del debate el asunto de las superbacterias resistentes a los antibióticos, que parece que en parte son consecuencia del tratamiento sanitario de los animales que se lleva a cabo en las granjas. Sea como fuere, Bruselas ya ha llamado la atención, ha llevado a las autoridades españolas ante el Tribunal de Justicia,  sobre la contaminación de provocan aquí las actividades agroganaderas.

Por lo que sea, ninguna localidad quiere grandes explotaciones ganaderas cerca. Se ha puesto como ejemplo Caparroso (Navarra) o Loporzano (Huesca), más que nada por la persistente lucha de quienes quieren poner STOP a este tipo de granjas. Hay precedentes como Balsa de Ves (Albacete) en donde sus 131 vecinos conviven con más de 100.000 cerdos, en una proporción de 763 animales por habitante. Claro que en esto de la convivencia entre cerdos y humanos también hay controversias. La patronal del sector porcino Interporc sostiene que las más de 86.000 granjas de cerdos de España dan empleo a 400.000 familias de forma directa e indirecta, la mayor parte en zonas rurales. Por tanto, afirma que son “esenciales para luchar contra la despoblación”. Sin embargo, cuenta Ecologistas en Acción que ha analizado unas 5.000 granjas ubicadas en la zona rural alejada de las grandes ciudades y que en tres cuartas partes de las localidades se ha perdido población. Luego lo de que las granjas son esenciales para mantener la población no es tan evidente. En todo esto influyen varios factores. El caso es que ahora mismo, Daimiel (Toledo), con alcalde cuyo partido se ha ofendido por las declaraciones del señor Garzón, se opone, como la mayoría de sus vecinos, a la instalación de una macrogranja, exponiendo motivos similares a los de otros lugares.

Varios vecinos cuelgan una pancarta contra las macrogranjas en Espinosa de Villagonzalo (Palencia).PISORACA / EP

Si como parece la ganadería extensiva no es suficiente para cubrir las necesidades básicas de productos animales habrá que delimitar muy bien la ganadería intensiva de cerdos, vacas, gallinas, pollos, conejos, y las demás. No se pueden cerrar todas las granjas ni hacerlo de golpe, pero es obligado darles un tratamiento más amable , escrupuloso, a los millones de animales que mantienen la nutrición de una buena parte de los habitantes del planeta. Habría que ampliar sus espacios de libertad, de forma que vivan en la naturaleza a la que pertenecen, que no sufran torturas innecesarias, porque son intrínsecamente crueles. Así lo leímos en varias entrevistas que se le hacían a la antropóloga y primatóloga Jane Goodall en distintos medios de comunicación españoles, también lo recogió en 20minutos.es. A la vez manifestaba que había que discutir si se igualaban totalmente los derechos animales a los de las personas.

En suma, urge delimitar el número de explotaciones y el tamaño de las granjas, en España no se ha articulado y legislado su delimitación.  Así pues, habrá que congeniar la ganadería extensiva con la imprescindible transición ecológica. Habrá que exigir que su funcionamiento y producción no suponga una sobreexplotación de recursos ambientales. También que sea compatible con la pervivencia social en el territorio donde se asiente. Condiciones que no parece que cumplan las macrogranjas.  De hecho, no sabemos si existe una política ganadera ajustada a los nuevos tiempos sino que la situación actual se compone de retazos de lo antiguo con la irrupción descontrolada de lo nuevo. De todo esto hay que hablar. Hasta Coetze y otros escritores han entrado en la polémica.

En suma, la nueva política ganadera de España debe exigir un serio debate, hasta ahora postergado, en el cual todos los sectores sociales afectados lleguen a consensos que faciliten la imprescindible transición ecológica. Cuestión esta que dentro de la Unión Europea se lleva largo tiempo hablando. Nos tememos que cuando pase la controversia por las afirmaciones del ministro Garzón, otras problemáticas quitarán de en medio la armonización entre cría de animales y transición ecológica. Quizás España no llegue al 2030 con los deberes hechos, sin cerrar el debate.

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