La vida es tan compleja que solamente pronunciar esa palabra esplendorosa ya se amontonan las incógnitas. La existencia de cada persona se sustenta en la alimentación/nutrición. Esta es cada día un poco más compleja. Algo parecido sucede con todos los asuntos que afectan simultáneamente a la economía, la salud y el medioambiente. Sectores que interaccionan entre sí constantemente, se complementan o no tanto. Pero querámoslo o no es la intersección donde se aloja la vida. Si se miran parcelados tienen muchas aristas, que a veces se intercalan en los otros y provocan rasguños o cortes profundos. En ocasiones chocan porque no se libran de egoísmos fuertes. Resolver este sudoku es una tarea colectiva. De otra forma la convivencia siempre será fragmentada.
El problema es que los asuntos de la vida, por más complejos que sean, tienen una atención esporádica. Vayamos a un ejemplo concreto. Hace unas semanas se produjo una declaración del Ministro español de Consumo recomendando la reducción del consumo de carne por su relación con problemas de salud de las personas levantó un aluvión de críticas. Reflexionaba sobre la alimentación y aportaba sugerencias, no sabemos si propias o de su Ministerio. No muy diferentes a las que desde hace años recomiendan la OMS y la FAO. Así como entidades diversas de reconocido prestigio científico, algunas de cuyas investigaciones se han publicado en The Lancet. También opinan parecido una mayoría de nutricionistas. Pero esas palabras/ideas/reflexiones fueron tomadas como un ataque al sector comercial y ganadero. Es posible que quienes así lo vieron no atendieron al discurso completo, diseccionando cada parte para analizarla bien y comprobar si había alguna inexactitud que mereciese una razonada explicación.
La necesaria crianza ganadera es muy variada. Dicen quienes de esto saben que se deberá potenciar aquella que cabe en el gran sudoku de la vida sin menoscabar el espacio y la dimensión del resto de las casillas. En ella no habrá solo vacuno, de donde parece que procedía un chuletón alabado por el Presidente del Gobierno español. Se supone que para defender una parte del sector ganadero. No sabemos si tendría in mente la diversa ganadería extensiva que muchas mujeres y hombres practican con profesionalidad en la España vaciada. Derrochan esfuerzo y cuidado, pero también respeto hacia los animales y por la tierra en sus iniciativas agroganaderas pequeñas o medianas; así como afectos múltiples. Buena parte de su actividad supone un ejercicio de custodia del territorio, otra potencia la cría ecológica. Los beneficios sociales y naturales trascienden fuera del espacio concreto. A modo de ejemplo serviría lo contado en algunos capítulos de El campo es n(v)vuestro de la Televisión de Aragón.
En esto de consumir carne hay que valorar la aportación social que supone hacerlo de la de cercanía. Frente a ella inunda el mercado otra elaborada en las macrogranjas estilo EE UU, en las que no faltan incentivos medicinales supuestamente peligrosos. También habrá que reflexionar si merece la pena que llegue tanta procedente de Sudamérica. Está criada en extensas zonas deforestadas lo que tantos daños ambientales provoca en suelos, acuíferos y aire. Por no hablar de la zoonosis inducida tan de actualidad con la COVID-19. Además deja de lado a los pequeños campesinos de allí.
Miremos por ejemplo hacía la Amazonía. Una reciente investigación publicada en la revista Nature afirma que la selva amazónica emite ahora más CO2 que captura, debido a los incendios provocados para despejar el suelo para criar carne o cultivar soja. A esa práctica agroganadera agresiva debería reducírsele su valor en el sudoku global. De paso, agrandaríamos la casilla del Planeta, muy inestable al paso que vamos. A ese no le iría mal que se le asignase alguna nueva parte que lo relacionase claramente con nuestro futuro y bienestar, con más o menos ingestión de carne de diversos tipos. ¡Ah!, que no se olvide que enmarcando todas las partes figura el cambio climático, condicionando cada vez más lo de dentro de cada espacio.
Entre las diferentes parcelas del sudoku deben completar existencia global en horizontal y en vertical. El rompecabezas es dinámico y tiene también dimensión personal, social y medioambiental. Pero no es irresoluble a pesar de que vienen tiempos difíciles. En lugar de pelearse por lo que unos u otros manifiestan, los gobernantes y los sectores sociales diversos se podrían dedicar a darle el tamaño y contenido adecuado a cada casilla. Así facilitarían que el conjunto ecosocial se pueda ir gestionando por las generaciones futuras. Por cierto, algo de esto de consumo de carne y salud de las personas se decía en el Plan para la España 2050 del Gobierno, que el Presidente prologaba curiosamente con «España: un país con hambre de futuro».
Se dice que últimamente casi nada es lo que parece en buena parte de las proclamas políticas lanzadas por cualquier protagonista de España. ¡Ojo!, pues lo que parece difícilmente llega a ser realidad. Habría que recordar a quienes tienen responsabilidades en la gobernanza social de todo tipo que nada de lo que construye sociedad depende únicamente de la casualidad, ni debe estar sujeto al beneficio exclusivo.
Ojalá las manifestaciones del ministro Garzón, se vean o no oportunas, sirvan para impulsar la sosegada búsqueda de una sociedad informada en su nutrición y alimentada más equitativamente en conjunto. Además, tal que reflexiva se pueda convertir en cuidadora del Planeta. Algo así como decíamos de las mujeres y hombres que están dignificando la vida rural con prácticas sostenibles agrícolas y ganaderas. Sería lo lógico pues en el Planeta están las fuentes del sustento vital de la sociedad ecodependiente. Por lo que parece ni el uno ni la otra están exentos de interrogantes. Pero claro, quién se mete en estas controversias que afectan a consumo, economía y medioambiente. A nuestro modo de ver, pasado aquel impacto es momento de convertir la alimentación/nutrición en una cuestión de Estado, de diálogo reposado pensando siempre en el bien común. No es conveniente aplazar la respuesta sine die, transferir los problemas presentes al futuro. Se sabe que no está bien. Pero se deja pasar sin pizca de rubor delator. Así nos va en otros muchos retos pendientes.