Parece ser que el eje de la Tierra anda un poco perturbado. Me da por pensar cómo irá dentro de unos 30 y 50 años. ¡Cómo cambia todo! Vivimos un tiempo en el que el anteayer se transforma en un segundo en el pasado mañana. Lo incuestionable deja de serlo y nos golpea el pensamiento, al menos nos mueve la curiosidad como en el caso de la inclinación del eje de la Tierra. La Tierra real en una esfera con una superficie más imperfecta que la que estaba muy presente en sus representaciones, en esas esferas terrestres que hay en las escuelas. De estas las hubo en la antigüedad de papel, de maderas diversas; hace un siglo de un material parecido a la escayola, después vinieron las de plástico, incluso las había con luz interior. En algún momento se regalaba en España a los neo comulgantes. También servía como adorno en la mesa para hacer la foto personal del paso por la escuela a niños y niñas de los años 60-70 del siglo pasado. Si la miramos bien, la Tierra representada en una regular esfericidad es algo imperfecta, tiene el eje inclinado. Tomen una y háganla girar, hace cosas raras y da la impresión de que está en riesgo de caerse; quién podría explicarnos por qué no lo hace. Las peonzas giran sobre su eje, que se bambolea, pero al final caen.
Cada vez que miro una Tierra representada veo a Mafalda hablando con ella. La esfera terrestre, protagonista olvidada en las aulas tenía su réplica en el mundo real, ¿o era al contrario? Ya la representaron en forma de disco los mesopotámicos hace unos 2.500 años; se dice que unos siglos antes Thales de Mileto ya andaba dándole vueltas a su esferidad; también se comenta que Platón y Aristóteles se ocuparon del tema. Por ahí hemos leído que fueron los árabes quienes le dieron el volumen a la representación de la Tierra; en otros lugares se dice que los chinos. Parece que el globo terrestre más antiguo que se conserva es ‘Erdapfel’ construido por Martin Behaim entre 1491 y 1493. Por todo esto, y mucho más que no decimos, la esfera escolar que fue nuestra primera visión del planeta habitado hubiera merecido un capítulo entero tanto en El florido pensil (la memoria de la escuela nacional católica) de Andrés Sopeña como en Yo fui a EGB de Javier Ikaz y Jorge Díaz.
Habrá quien se pregunte porqué la Tierra se muestra así de inclinada, qué ventajas e inconvenientes tiene semejante mecanismo natural, o forzado por las circunstancias. Puede que no interese demasiado pues ya supone bastante abstracción entender que la Tierra gire sobre su eje sin más ni más, sin una fuerza visible que lo explique y menos que las vueltas sean siempre de oeste a este. Asombro no previsto provoca enterarse de que las tierras situadas en la zona ecuatorial giran más rápidas, 465,11 m/s, vistas desde la posición de una observación externa de lo que lo hacen países como España; no digamos ya Suecia. Bien pensado es normal, porque dan una vuelta mucho más larga en el mismo tiempo que todas. Volviendo a la escuela nacional católica o a la de la EGB, seguro que el alumnado de entonces no llegaría a posicionarse bien con lo de la traslación. Tampoco lo hace mucha gente ahora, por más que hayan pasado más de 400 años desde que el sabio toscano Galileo sufriera tanto por demostrarlo ante gente tan incrédula.
El lío no se despeja del todo cuando en las imágenes de la traslación terrestre aparecen 4 tierras inclinadas en una especie de baile difícilmente comprensible, colocadas en cruz elíptica. Así se pretende demostrar que la incidencia de la luz solar es distinta según zonas terrestres y eso marca las estaciones. En realidad entenderlo no es fácil excepto para gente como Kepler, que se empeñó en escribir matemáticamente el movimiento de los planetas alrededor del sol. O para quienes entienden el movimiento de prelación/precesión y otros fenómenos raros de los que no vamos a hablar aquí para no liar más la cosa. Además, lo de que el ángulo de inclinación con la eclíptica sea 23º y 27’, más o menos, es otra cosa sorprendente.
Para confundirnos un poco más, la gente de la ciencia nos asegura ahora que ese eje de rotación está modificándose. La cosa no es nueva pues parece que ya tuvo que ver en la finalización de las edades de hielo del último millón de años; se producía cuando el ángulo de inclinación del eje de la Tierra se acercaba a valores más altos. Otro más de los enigmas de la ciencia que nos toca entender; a decir verdad barruntamos que a la ciudadanía tampoco le interesa demasiado. Lo de entender que cuando más cerca estamos del Sol es invierno en el Hemisferio norte no lo acabamos de ver ni siquiera la gente adulta.
Volvamos a lo del desvío del eje. Hace poco leímos una investigación publicada en la revista Geophysical Research Letters. El asunto ya lo recogía 20minutos.es en un artículo (26-09-2018) con un titular expresivo: La Tierra se “bambolea” debido al cambio climático. Volvía a insistir el 23 de abril de este año en donde se noticiaba de forma explícita la alteración del eje por la misma cuestión. Según la investigación aludida, parece ser que la velocidad promedio de la deriva del Polo Norte -el punto donde el eje de rotación de la Tierra se cruza con su corteza- entre 1995 a 2020 fue 17 veces más rápida que la de 1981 a 1995. Si esto es así, la posición de los polos se ha movido unos 4 metros de distancia desde 1980, debido a cambios en el almacenamiento del agua terrestre. Aunque dé la impresión de que es casi nada puede tener mucha importancia si la tendencia se mantiene. Leemos en un artículo de National Geographic que la extraña rotación de la Tierra podría resolver el enorme cambio climático que supuso que paisajes frondosos se convirtiesen en desiertos hace unos 160 millones de años. Quién sabe si el disloque estaba ligado al movimiento de las placas terrestres. En fin, que cada cosa que descubren sobre el asunto plantea demasiadas incógnitas a la gente que tiene curiosidad. En la esfera escolar no se notará mucho pero aun así hay que prestarle importancia pues es otro efecto más de la emergencia climática anunciada desde hace tiempo y más que presente hoy.
Pero la cosa de los cambios en la rotación terrestre no acaba aquí. Varias investigaciones científicas han comprobado que la velocidad de giro se está acelerando. Hasta ahora se calculaba que cada día/noche duraba aproximadamente 86.400 segundos. Pero la ciencia actual nos dice que es variable, mucho más de lo que se intuía. De hecho, parece que el pasado 29 de julio se pudo registrar el día más corto. Algo de esto ya se sabía y según Time and Date, una web que nos aporta recursos para enterarnos de cómo medir el tiempo y las zonas horarias, el 2021 también traerá días especialmente breves. La ciencia considera que varios factores tienen impacto planetario: el tirón de la Luna, los niveles de los hielos, la erosión de las montañas; a los que han añadido el calentamiento global y sus repercusiones en la distribución de las aguas. La gente de ciencia se pregunta que si los milisegundos se van acumulando año tras año habría que intercalar un segundo negativo. Preocupa esta cuestión porque una gran parte de la tecnología moderna se basa en lo que se describe como «tiempo real». Vaya lío. Por eso ya hay quien sugiere cambiar los relojes del mundo de la hora solar (día-noche) a la hora atómica. Otra complicación aún mayor. Más si pensamos en el año 2050, o en años posteriores. Trato de imaginarme qué relojes emplearán mis hijos y nietos en el año 2030, el del consenso climático o en 2050, en el cual todo debe haber dado un vuelco considerable. Como da la impresión de que el asunto es imparable habrá que tener algo previsto.
Total, que entre el desvío del eje terrestre y los cambios de velocidad nos están desmontando otras de las muchas ideas que nos parecían inamovibles. Si prefiere verlo desde la posición de los ejes magnéticos, que es algo de lo que hay que hablar y conocer, aconsejamos el visionado de un programa de La noche temática que Rtve le dedicó al fenómeno titulado de forma expresiva La Tierra pierde el norte.
Dado que somos terrícolas, por ahora sin alternativa, deberemos pensar qué podemos hacer para reducir ese cambio climático nuevo, el antrópico, que sigue velocidades muy diferentes a los anteriores que pudieron provocar cambios en la verticalidad del eje terrestre y no sabemos el alcance de estos fenómeno transcurridas unas decenas de años. ¡Ánimo!
se llama precesión de los equinoccios y NO tiene nada que ver con el cambio climático
11 mayo 2021 | 10:26 am
Pobre la Tierra y sus animales menudos HDLGP que le tocó tener alojados no todos pero la gran inmensa mayoría no deberían vivir en este planeta.
11 mayo 2021 | 10:50 am
¿Podría vivir un dinosaurio, un mamut, o cualquier otro bicho gigante hoy en día sobre la faz de este planeta Tierra?
¿Por qué no?
11 mayo 2021 | 12:46 pm