Entre el desperdicio alimentario y los fecalistas de Paul Auster

Acabamos de conocer que el 17% de los alimentos acaban en la basura. Algo ya sabíamos del tema. Pensábamos que las pérdidas de eficiencia consumidora se daban especialmente en los ámbitos de producción empresarial y distribución comercial a gran escala. Pero no, el dato viene referido a los hogares (61%), los servicios de servicios de alimentación como restaurantes (en torno al 26%) y el pequeño comercio (13%). Ese porcentaje se traduce en unos 74 kg de derroche anual en cada hogar. Supone unos 931 millones de comida desperdiciada en todo el mundo. Todo esto viene en el informe del Índice de desperdicio alimentario elaborado por analistas del Pnuma (Programa de las Naciones Unidad para el Medio ambiente) y de la ONG británica WRAP. Quienes han llevado a cabo la investigación avisan de que los datos son parciales, solamente unos 50 países servirían para una panorámica seria; si bien presentan también una clasificación de los países más y menos derrochadores. Muchos nos resultan conocidos por razones varias, entre las cuales no falta la malnutrición de sus habitantes; nos invitan a pensar en ellos y en nosotros de manera crítica. Imaginemos que ese desgobierno se pueda extrapolar al resto de las interacciones sociales. La situación ética es preocupante: mucho vale casi nada con lo que cuesta todo. A la vez, o por eso mismo, millones de personas pasan hambre y padecen inseguridad alimentaria, según la FAO. Sin tapujos: la sociedad tiene una seria necesidad de aprendizaje vital, de reescribir sus idearios.

Vertedero de Colmenar Viejo. (AYUNTAMIENTO DE ALPEDRETE/ARCHIVO)

Cada vez que retomamos estos temas en los que se mezclan desigualdades y colapsos reales o posibles, nos viene a la memoria El país de las últimas cosas (1987) de Paul Auster. La obra nos confunde con sus bandazos entre ficción de entonces y realidad emergente en algunas megalópolis actuales, especialmente en los países de ingresos bajos, pero no solo en estos. Querríamos saber qué revoloteaba en el pensamiento de Auster cuando la escribió, o si hubo algún detonante próximo. Quizás quiso inventar esa ciudad que se va consumiendo a partir de alguna conocida. Acaso lo impulsó un desmedido mecanismo del consumo como ley de vida que observaba alrededor. En la ciudad escenario de Auster, las cosas desaparecen con la misma rapidez que se plasman. Grandes tragedias se mezclan con cuestiones simples, desde el desastroso funcionamiento general hasta cosas tan sencillas como la procedencia de unas verduras y de qué forma se transportan hasta la urbe. En verdad es un libro enigmático, hay mucha gente que opina que entristecedor. Incluso se ha calificado como apocalíptico y distópico que habla de sobre un universo social sórdido, degradado y con niveles de violencia y miseria extremos. No recomendable para momentos de horas bajas, pero seguro que de él se pueden extraer lecturas críticas, de esas que en algún momento mejoran la vida propia o la de los coetáneos.

Esto de la alimentación mundial es como una gran ciudad globalizada, tiene bastante de enigma y algunos ramalazos distópicos. Demasiadas veces las personas del libro van a lo suyo; se trata de sobrevivir. De su lectura también se puede extraer y guardar el lado positivo. Hemos querido entender que ante el previsible derrumbe de los mecanismos de funcionamiento urbano, de la creciente desesperación surgen “la entropía y el ingenio más asombroso”. Poco a poco no queda casi nada de lo anterior, pero a la vez casi nada se desecha sin más. De una forma u otra se buscan aplicaciones para dar segundas y terceras vidas a cosas que antes se desterraban en forma de basura. ¿Acaso la cosa no surge de la nada; está cobrando fuerza una nueva manera de pensar? Quizás la escasez agudiza el ingenio y alumbra ideas impensables en momentos de bonanza, pero sí de necesidad. Hace años que la alimentación “freegan” irrumpió en EE UU; también es visible en nuestras ciudades. En una ciudad con su sistemas de saneamiento destrozados, lo que sería el cataclismo urbano si tuviéramos que enfrentarnos a semejante situación en este momento, se organizaron patrullas para recoger por la noche los desperdicios de todo tipo, incluso los excrementos domésticos. Como si quisiera hacer un símil social, la narradora cuenta que los encargados de semejante empleo eran prisioneros a los que se aseguraba una redención de penas. Con el tiempo, esos “fecalistas” fueron considerados funcionarios dada la relevancia de su trabajo. En fin, un mundo por descubrir que queda plasmado en la película que con el mismo título dirigió recientemente el argentino Alejandro Chomski, como si quisiera rememorar lo visto alguna vez en su maltratado país.

Hasta ahora se daba por supuesto que los mayores desperdicios se producían en los países de ingresos altos, medio altos o medios. Sí y no. Hay un detalle curioso que señalan los investigadores, que ya advierten que se han estudiado áreas más o menos extensas. En África destacan Sapele en Nigeria (189 kg/per cápita), Kigali en Ruanda (164), Dar es Salaam en Tanzania (119), Nairobi en Kenia (100), Oromia en Etiopía (92). En América, México (94)y Belice. En Asia, las ciudades chinas (150), Barhein, varias ciudades de Irak, Malasia en su conjunto (112), Israel, Líbano, Arabía Saudí, algunas ciudades de Sri Lanka, y el delta del Mekong en Vietnam. Mientras en Europa solamente Grecia y Malta sobrepasan los cien kg/per cápita de desperdicio alimentario. La lista da para mucho más pero lo dejamos aquí. En fin, no hay quien lo entienda. No solo los ricos desperdician alimentos, sucede en las ciudades de los países de ingresos medio bajos y bajos que servirían para ilustrar esa tan despiadada que imaginó Auster. Recordemos que la investigación del Pnuma y WRAP asigna distintos niveles de fiabilidad a los valores expuestos.

Así pues, sin entrar en detalles pequeños, esto del desperdicio de los alimentos es una cosa muy seria. Está lo producido que no se usa y se tira, pero también los residuos que se generan, cuyo tratamiento crece y crece; además de la energía consumida que se inutiliza en todo el proceso. Se podría decir aquello de que la gran ciudad es la “estercoladora” más poderosa, que despilfarro es la palabra que mejor la define. Y así se arruina ella misma, también Europa, extenuada, (nosotros añadimos que por extensión el mundo). Al hilo de la riqueza, desperdicios que en realidad son oro, que en este caso se van por los ríos hacia el mar en forma de contaminación. Las cuatro últimas líneas están copiadas de Los miserables, de Víctor Hugo, un alegato ecologista en pleno siglo XIX.

Desde esta Cima 2030 lamentamos que de seguir las cosas así, en los 9 años que quedan no lograremos la Meta 3 del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS), que decía Salud y bienestar universal y estaba ligado con el 12, que apostaba por producción y consumo responsables. Habría que aumentar significativamente la inversión para abordar el desperdicio de alimentos en el hogar a escala mundial. Esto debe ser una prioridad para gobiernos, organizaciones internacionales, empresas y fundaciones filantrópicas, advierten desde el Pnuma. Recordemos que la meta 12.3 de los ODS busca reducir a la mitad el desperdicio mundial de alimentos per cápita a nivel de los minoristas y los consumidores, así como reducir las pérdidas a lo largo de las cadenas de producción y suministro. En consecuencia…

Muchos analistas razonan lo mal que están las cosas, que esta pandemia no ha hecho sino poner en el escaparate vivencial nuestros errores pasados, a escala global, con diversos matices ahora acrecentados. Debemos, podemos, aprender. Por eso, se nos ocurre pensar en si el camino para retomar impulso social no estará en aquello que recomendaba Jeffrey Sachs: la salida de la crisis mundial solo puede ser verde y ecológica. Suponemos que no hablaría únicamente de su país, EE UU.

1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser tiendadeldeporte

    Es increíble la cantidad de comida que se desperdicia en europa, debería haber alguna ley que prohíba a los supermercados tirar las cantidades ingentes de alimentos que desechan cada día momentos antes del cierre. Al menos obligarles a donar a centros de ayudas. Si las cantidades de toneladas que se desperdician en españa, fueran distribuídas para ayudas tal vez daríamos de comer a todo áfrica. Es una pena que no haya una regulación para parar estas injusticias. El hambre es delito.

    17 marzo 2021 | 2:52 pm

Escribe aquí tu comentario





    Normas para comentar en 20minutos.es

    • Antes de enviar su comentario lee atentamente las normas para comentar en 20minutos.es.
    • Esta es la opinión de los internautas, no la de 20minutos.es.
    • No está permitido verter comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
    • Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
    • Por favor, céntrate en el tema.
    • Algunos blogs tienen moderación previa, ten paciencia si no ves tu comentario.

    Información sobre el tratamiento de sus datos personales

    En cumplimiento de lo dispuesto en el Reglamento (UE) 2016/679 del Parlamento Europeo y del Consejo de 27 de abril de 2016 relativo a la protección de las personas físicas en lo que respecta al tratamiento de datos personales y a la libre circulación de estos datos, y Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre, de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales le informamos que los datos de carácter personal que nos facilite en este formulario de contacto serán tratados de forma confidencial y quedarán incorporados a la correspondiente actividad de tratamiento titularidad de 20 MINUTOS EDITORA, S.L, con la única finalidad de gestionar los comentarios aportados al blog por Ud. Asimismo, de prestar su consentimiento le enviaremos comunicaciones comerciales electrónicas de productos y servicios propios o de terceros.

    No está permitido escribir comentarios por menores de 14 años. Si detectamos el envío de comentario de un usuario menor de esta edad será suprimido, así como sus datos personales.

    Algunos datos personales pueden ser objeto de tratamiento a través de la instalación de cookies y de tecnologías de tracking, así como a través de su acceso a esta web desde sus canales en redes sociales. Le rogamos consulte para una más detallada información nuestra Política de Privacidad y nuestra Política de Cookies.

    Los datos personales se conservarán indefinidamente hasta que solicite su supresión.

    Puede ejercer sus derechos de acceso, rectificación, supresión y portabilidad de sus datos, de limitación y oposición a su tratamiento, así como a no ser objeto de decisiones basadas únicamente en el tratamiento automatizado de sus datos, cuando procedan, ante el responsable citado en la dirección dpo@henneo.com

    Le informamos igualmente que puede presentar una reclamación ante la Agencia Española de Protección de Datos, si no está satisfecho con en el ejercicio de sus derechos.