Este año, la igual duración del día y la noche, el equinoccio, tuvo lugar a las 10:37 hora peninsular del día 20 de marzo. ¡Bienvenida primavera!, que es una y a la vez son muchas. Primero porque la astronómica no coincide con lo meteorológica, que en este caso empieza el 1 de marzo y acaba el 31 de mayo. En lo del episódico tiempo meteorológico tampoco es segura, porque viene antes o después, se intercala unas veces en el invierno y otras ocasiones la sepulta el verano; dura más o menos. Este año su llegada astronómica ha coincidido con un invierno meteorológico. No es la primera vez que esto sucede, pero la gente de la ciencia alerta que de ahora en adelante habrá que repensar los periodos estacionales, que están muy alterados debido sin duda al cambio climático. Así pues la primavera, revoltosa e inquieta desde siempre, sigue siendo un conjunto de realidades cambiantes, no siempre alegres y floridas, que se miran y se ven desde muchos sentidos.
Otro tanto le pasa al invierno. Hechos comprobados como que la temporada de nieve en los Alpes es hoy 35 días más corta que en 1971 así lo atestiguan, según publica la revista The Cryosphere. Lo anterior lo dice el análisis de los datos proporcionados por más de 2.000 estaciones alpinas de varios países europeos. Puede que lo que pierde el invierno lo gane la primavera, o acaso las estaciones se van a perseguir y habremos de reformar hasta los calendarios. Vaya desconcierto. Otro desconcierto monumental se nos plantea ante la contemplación de los dos Paisaje de invierno del pintor romántico Caspar D. Friedrich que nos presentan, como otras muchas obras en las que plasmó su visión de la naturaleza, algo entrelazado por descifrar, como el invierno lo es en sí mismo. Quizás es ese escenario natural enciclopédico que la mayoría de las personas ya no se molestan en interpretar y solo son capaces de hacerlo los artistas. En uno de los cuadros todo parece frío, acaso angustioso o melancólico, con una desolación infinita donde ya no quedan más que varios tocones de árboles muertos. Es como si el autor sacase fuerzas de la naturaleza, si bien parece que Dios está siempre presente por ahí, incluso en la cruz inmersa en un abeto, que parece decir que la resistencia de la naturaleza hará que vuelva a brotar la vida. Acaso un incierto invierno pero abierto a una posible primavera.
Esas volubles realidades primaverales vienen de antiguo. Deméter, hija de los dioses griegos Cronos (tiempo) y Rea (trabajo humano) asumía una gran responsabilidad vivificadora con la naturaleza y la agricultura. Tuvo una hija con Zeus a la que llamaron Perséfone, Proserpina para los romanos. En una ocasión estaba recogiendo flores en un praderío o en un bosque, allí fue raptada por el enamoradizo Hades, dios del mundo subterráneo. La madre enfadada maldijo la tierra y todo se torno oscuro, se cayeron las hojas y se marchitaron las flores, además de otros desastres. Se desvaneció de golpe lo que podría significar la exultante primavera. Zeus acordó con su hermano Hades que Perséfone viviese al menos seis meses con su madre para disfrutar de la cálida luz del sol y de toda la eclosión natural que este hecho ocasionaba y ejerce hoy mismo. Así, tal fotoperiodo se convirtió en un bien apreciado por toda la gente, como esa primavera deseada que canta la Ronda de Boltaña, que recuerda que el país la espera cada año impaciente. La gente la recibe con un ramo de flor de aliagas, que aunque son bien pinchudas y no huelen a jazmín son las que mejor representan a su tierra de nombre Sobrarbe, anclada a los Pirineos. Esas plantas, lo mismo que otras muchas tan humildes como ellas, nacieron para darle esplendor a la primavera, a la que tanto aprecian los montañeses que la invitan a quedarse de huésped en su casa permanentemente, para no tener que lamentar su marcha, esa que se suele producir en junio. No quieren que les suceda como a Perséfone.
En una mirada diferente, el pintor renacentista Sandro Boticelli plasma en La primavera (1477-1482) una celebración alegórica con personajes de la mitología. La primavera la protagoniza Venus (Afrodita), a la vez la ninfa Flora Primavera, en su boca el mirto de la felicidad. Personifica a las flores primaverales que en número de más de 200 adornan en jardín casi realista (presentes sin duda por aquellos tiempos en la Toscana). De fondo los naranjos que todavía ofrecen sus frutos como prestados, a destiempo, quizás como símbolo de los nobles italianos a quienes pertenecía el cuadro. Por allí danzan sensualidad y deseo primaveral, con un barniz de neoplatonismo; tenemos la impresión de que algo de eso todavía queda hoy en la percepción de esta estación. Quienes lo deseen pueden trasladarse de forma virtual a la Gallería de los Uffizi. Muchos dicen que este cuadro es algo así como poesía florecida.
Podríamos traer aquí muchas estampas primaverales ligadas a las obras de arte. Otro que reflexionó sobre el tema fue Pieter Brueghel, si bien no se contentó con pintarla solamente a ella sino que plasmó el círculo vivencial anual en las cuatro estaciones. Hay controversia sobre cuántos cuadros las componen; algunos historiadores de arte dicen que su versión era una asociación bimensual, no de tres meses más o menos como ahora. Se sabe que el tiempo nos ha legado cinco, si bien hay quien opina que fueron seis. Uno de los cuadros identificados con la primavera es La cosecha de heno que podría representar mayo y junio; dicen que faltaría marzo y abril.
Primavera renovadora de la que disfrutaría Vivaldi al ponerle melodía, armonía y ritmo al ciclo vital anual en sus Cuatro estaciones. Poco tienen que ver la primavera y el invierno. Pero seguro que en cualquier lugar, la naturaleza abandonará el invierno y despertará al escuchar la melodía vital de una alegoría como La primavera porteña de Ara Malikian, y que dejó atrás el invierno, otra secuencia musical del talento del libanés de origen y ciudadano del mundo, apta para todo el público y escuela de aprendizaje musical para niños y niñas.
Primavera también es ruptura. No queríamos dejar de dar la bienvenida a la primavera sin asombrarnos de la fantasía de La consagración de la primavera de Igor Stabrinscky, bajo la dirección de Barenboim. La obra estuvo rodeada de escándalo desde su estreno en París a finales de mayo de 1913, pues se decía que rompía con el concepto de lo bello, lo sublime o lo sentimental, cualidades que siempre se han asociado a la primavera. Anticipo de primaveras tumultuosas o rupturistas, un desencadenamiento rítmico sin estructura conocida y con argumentos poco claros. ¿Quién sabe? Aquí explican mucho más.
Es como si presagiase la abrupta primavera del año 2020. Por eso, si le habláramos a esta primavera de 2021 le diríamos que llega tras un crudo invierno social, que quebró ilusiones y esperanzas, demasiado dilatado en el tiempo porque dura ya un año, no como los dos meses de Brueghel. Esperamos una primavera de las múltiples emociones, convertida en sí misma en un misterio inefable, a la vez que deseamos algo grandioso en sus expresiones, para mucha gente y en especial allí donde la vulnerabilidad se asentó hace tiempo. Eso querrá decir que habrá sido más amable que la anterior –quién se acuerda ya de cómo la recibimos- que nos dejó maltrechos, y ansiamos que se vea superada en lo bueno por la siguiente. Así mejor y mejor por decenas de años, para que esta estación siga animando la vida y coloreándola de porvenires netos y compartidos; acaso haya que alargarla si todo no sale como se espera. Aún así, no sabemos lo que tendrá de aquella que, adornada con la lírica, pintaba Octavio Paz en su Primavera a la vista:
Pulida claridad de piedra diáfana,
lisa frente de estatua sin memoria:
cielo de invierno, espacio reflejado
en otro más profundo y más vacío.El mar respira apenas, brilla apenas.
Se ha parado la luz entre los árboles,
ejército dormido. Los despierta
el viento con banderas de follajes.Nace del mar, asalta la colina,
oleaje sin cuerpo que revienta
contra los eucaliptos amarillos
y se derrama en ecos por el llano.El día abre los ojos y penetra
en una primavera anticipada.
Todo lo que mis manos tocan, vuela.
Está lleno de pájaros el mundo.
Estamos dispuestos a esperar algún mes más, pero que sea una primavera social resplandeciente, en particular para todas las personas que sintieron marchitarse afectos e ilusiones.