Renovación del siglo como odisea ‘odsiana’

Por momentos parece una misión imposible; mejor lo dejamos en parcialmente improbable. Sabemos lo pesado que resulta a la persona que lee que se aluda constantemente a lo que marca la RAE (Real Academia Española) cuando quien escribe no sabe por dónde empezar, recurso que se utiliza para justificar un artículo o parte de él. Es el subterfugio que empleamos quienes carecemos de determinadas destrezas literarias. Disculpas y ahí vamos. El primer significado que la RAE asigna a imposible es no posible. Sin embargo, en el cuarto introduce un matiz de retórica que alude a que “lo será seguramente si antes sucede o no algo que cambie el discurrir de las cosas que en principio no estaban en lo posible”; por ahora, añadimos nosotros. Además, en la expresión coloquial se tiene en cuenta el hecho de que hacer los imposibles es embarcarse en apurar todos los logros para alcanzar un fin. Ahí queríamos llegar e invitar al reto.

Cuando se formularon, se acogieron, los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) allá por 2015, se les puso el horizonte 2030 para alcanzar unos determinadas fines. Se desató una especie de euforia mundial, como si el simple enunciado ya supusiese haber llegado a la meta. Se diseño un pin multicolor en forma de corona circular para identificarlos. Muchas personas se lo colocaron cerca del corazón; nuestro presidente Sánchez entre ellos. La letra de los ODS quedaba bien pero hacía falta enlazarla en una melodía, con sus diversos movimientos más rápidos o lentos. Sin embargo, no faltó gente que conjeturaba que sería imposible. La duda estaba justificada pues el punto de partida era muy dispar en cada territorio, país y continente, y ámbito. Además se pretendía que todos los países, los sectores poblacionales dentro de ellos, llegasen a la meta al mismo tiempo, más o menos.

El pin que llevó Pedro Sánchez en la solapa. EFE

Queda justo una década para esa misión (im)posible se haga realidad. Por si la dificultad no fuera pequeña, llegó la pandemia y destrozó proyectos comenzados, caminos que apenas se empezaban a trazar. Las mismas organizaciones impulsoras del proyecto ODS limitaron el volumen de sus voces, casi enmudecidas por los efectos perversos de la covid-19, sacudidas en su corazón por el sufrimiento de los millones de afectados. Todo esto que nos ocurre nos ha llevado a ser conscientes de que vivimos en la sociedad del riesgo, no en la del bienestar como tantas veces se nos había prometido. Más bien, seamos sinceros: se podría decir que todos los días nos despertamos con una nueva realidad, y cuesta interpretarla. Pero la cima de los ODS está ahí, invitándonos a que la alcancemos, planteándonos un reto pequeño o grande, particular o colectivo. Este blog es un catalejo para ver el año 2030. Alcanzar del todo lo imaginado o quedarse a una distancia mínima significará sin duda que valió la pena caminar hacia la utopía. Pero hay que avisar que nada es sencillo, pues los riesgos son inherentes a la existencia humana y planetaria.

Este 2021, en el que tantos deseos se esperan, se cumplen 35 años de la publicación de Ulrich Beck La sociedad del riesgo: hacia una nueva modernidad. Ha sido traducido ya a más de 30 idiomas; parece ser que el asunto interesa pero, ¿qué será la nueva modernidad? ¿Acaso la nueva normalidad de la que tanto se habla? Este concepto se ha empleado para decirnos que significará haber superado la pandemia, pero Beck no pensaba en eso. Ahora la distribución de la riqueza a la que aludía el sociólogo alemán ha mejorado algo, con la ayuda de tecnologías diversas y políticas comprometidas de gobiernos, organizaciones internacionales y diversas ONG. Y, por qué no decirlo en voz alta, con el concurso, sin haberle pedido opinión, de una atropellada naturaleza.

Pero claro, lo bueno no siempre lo es del todo pues muchas veces viene acompañado de desperfectos varios: la fuerte intromisión en los ciclos propios de un sistema complejo como es la naturaleza no ha hecho sino aumentar los riesgos inducidos. En primer lugar en la propia naturaleza. Pero como nosotros somos parte de ella, no tardaremos en sentir sus efectos. La percepción del riesgo vs seguridad lleva de calle a quienes se han dado cuenta de que vivimos en un mundo pleno de incertidumbres. Hay quien asegura que esa percepción del mundo incierto será la más válida enseñanza que nos dejará la actual pandemia. Sin embargo, mucha gente o poderes comerciales y públicos no escuchan, o miran para otro lado. Otros opinan que el mejor aprendizaje será la consideración del poder del trabajo colectivo, coordinado; en este caso impulsado por la colaboración en la búsqueda de la vacuna. Al tiempo. ¿Serán los ODS el camino ideal para amalgamar incertidumbres con el trabajo colectivo? Merece la pena intentarlo pero hace falta componer la sinfonía. Comienza una nueva odisea, esta vez mucho más compleja que la que relataba Homero; esperamos que los personajes sean menos embusteros que Ulises, que lo era mucho al decir de Indro Montanelli en “Historia de los griegos”.

La renovación tiene por delante la búsqueda de remedios consistentes a la necesaria nueva realidad: la amortiguación de las desigualdades; la reforma del capitalismo para que congenie más con una democracia participada; la transformación de las estructuras de poder para que la élite de quienes deciden y gobiernan se aproxime a la comunidad de afectados; la amenaza de la polarizaciones, esas que la pandemia no ha hecho más que evidenciar e intensificar; el ejercicio de la discrepancia para encontrar coincidencias; el creciente desafío del cambio climático; la revolución sanitaria permanentemente pendiente; la consolidación de una sociedad que valore y potencie el papel de los cuidados sanitarios y sociales porque han alcanzado el estatus de responsabilidad colectiva; el aseguramiento de una educación de calidad en todo el mundo; la coherencia entre la presión para producir y el derecho a un consumo más justo y sostenible; las ciudades del futuro y sus estrategias de movilidad sostenible; la recuperación de papel sanador de una naturaleza olvidada; y muchos más, siempre distinguiendo entre los soportables por el momento y los que no lo son. Algo así, al menos en el espíritu, de lo que decía la campaña sobre sostenibilidad de una gran cadena comercial: Instrucciones para dar vida a un mundo más justo. O si lo preferimos “Estímulos para la compleja respuesta al estado del malestar”, que se extiende como una plaga a diferentes niveles, con variadas intenciones. Se trata, en suma, de asegurar unos mínimos vitales irrenunciables, conscientes de que estamos sometidos a limitaciones y dependemos cada día más los unos de los otros. Alguien lo simplifica que hay que repartir mejor los riesgos y la riqueza. Habría que explorarlo. En cualquier caso, se necesita más que nunca un pensamiento social.

Hará falta una aportación continuada de la sociología para situarnos en esta sociedad del riesgo de la que hablaba Beck. Alguien dijo: o salimos juntos de esto o no salimos. Para ello deberemos iluminarnos con la luz del compromiso social y poner en cuestión el crecimiento del PIB como regulador de vida, tal cual hace una y otra vez Jason Hickel, a menudo discutido por la ortodoxia económica. Cuando menos nos dejó una idea para no olvidar y darle alguna vuelta de pensamiento en este tránsito hacia los ODS: La pobreza global no es una característica natural del mundo, sino un producto político.

En consecuencia, no podemos abordar el futuro con estrategias del pasado, esas que nos ha llevado hasta aquí. No importa empezar a dibujar el diferente siglo XXI en el año 2021. ¿En qué estaría pensando Yuval N. Harari cuando escribía 21 lecciones para el siglo XXI? Seguro que le empujaban la adaptación al cambio climático y otras incertidumbres sociales. ¿Qué querrá decirnos Jeffrey Sachs en La era del desarrollo sostenible? Sin duda anotará algo acerca de que la economía mundial no está creando justicia social. Aquí la entrada a un vídeo de una conferencia que pronunció en la Universidad Complutense de Madrid hace unos cuatro años en la que aprovechó para animar a la acción de la universidad en este cometido.

En fin, ¡Qué al año que ahora empieza permita un fuerte impulso global a la odisea odsiana?, que a todos nos alcance.

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