El perturbador riesgo ambiental va a lo suyo; París +5

Más bien a lo nuestro, porque lo suyo en cierta manera nos pertenece, más que nada por la creciente y dilatada influencia negativa que en él estamos ejerciendo, cada vez con más insistencia y en diversas magnitudes. Dado que se van a cumplir 35 años desde que Ulrich Beck publicó La sociedad del riesgo, es conveniente retomar algunas de las cuestiones que sometía a reflexión. Cabría empezar por aquello de que el riesgo, a menudo asociado a poblaciones o sociedades vulnerables de por sí, se “democratizaba” y empezaba a hacer mella en aquellas otras que supuestamente iban a estar al margen de desastres serios; al menos eso parecía en las últimas décadas. Aquello de países ricos y pobres, privilegiados y desgraciados, parecía inamovible. Claro que en esas sociedades favorecidas los impactos no tenían la categoría de los que las otras soportaban, pero las molestias comenzaban a hacerse insoportables, debido a su magnitud o por su recurrencia. Un ejemplo, para ilustrar un asunto a día de hoy: la continua afección de las borrascas de gran impacto -en la fachada este del Atlántico, suroeste europeo, o los huracanes que suceden en Centroamérica y EE UU- que provocan golpes continuos a la economía costera y a la vida social, amén de los destrozos en los litorales; hace unos días devastaron Honduras y Guatemala, una vez más. La AEMET (Agencia Estatal de Meteorología) viene ocupándose del asunto desde hace años; quién tenga interés puede estar al día si visita AccuWeather.

Alertaba Beck de que  las sociedades no identifican ni adoptan un modelo de riesgo. Ha sido el propio desarrollo industrial quien las ha conducido a esta opción no elegida. Por eso, no debe sorprendernos que muchos de los supuestos inamovibles en las condiciones vitales que definían los estilos de vida de las esferas sociales protegidas se hayan tambaleado. Por supuesto que las llamadas de atención del sociólogo alemán tuvieron defensores e incrédulos, pero así se forma la cultura global que maneja al mismo tiempo las transformaciones y los riesgos. Ni antaño ni ahora se pensaba en aquello que ya había expresado Heráclito unos 2.500 años antes: el mundo cambia constantemente porque nada es permanente. Por cierto, Heráclito se las tuvo con Parménides.

Beck acertó en algunos pronósticos globales, los hay que están en fase de definición o incluso se han sobrepasado; se dan ámbitos sociales y territoriales especialmente afectados mientras que otros se libran de los mayores impactos. No estuvo solo en el cuestionamiento de la modernidad prevista. Bauman, Touraine y Sennett –se preguntaba qué tipo de sociedad hemos construido y qué somos ahora- intentaban esclarecer los rasgos de la enorme transformación social que se estaba operando en el mundo y anticipaban algo de lo que estaba por venir; cuestionaban los pilares básicos que por entonces se limitaban al concepto progreso. Sea como fuere, estos autores junto a otros, estaban alertándonos sobre las inseguridades de la nueva sociedad global, de las cuales el devenir económico iba a ser una señal, pero también la metamorfosis social o los peligros inherentes al medioambiente, no solo visibles en el cambio climático. 20minutos recogía en enero de 2016 una selección de los mayores riesgos ambientales; a día de hoy, ninguno ha dejado de serlo.

En síntesis, los pensadores citados avisaban de que el modelo industrial y tecnológico que parecía la panacea no lo era. No solo ellos apreciaban que el modelo conllevaba una serie de transformaciones; estaba provocando riesgos no previstos, que por varios sitios exhibían a la vez contingencia y ambivalencia. ¿Quién era capaz de acertar? Un poco más tarde pasó lo que todos conocemos: la crisis generada en torno al año 2008 no solo afectó al devenir colectivo sino que los individuos se vieron atrapados en unos impactos que todavía sufren. Ocurrió a pesar de que estábamos advertidos.

Demasiadas veces se recurre a un científico para iluminarnos y decir aquello que nuestra desorientación no alcanza a precisar para que se entienda pronto y bien; nos referimos a Albert Einstein. Vino a decir que el mundo que hemos creado es proceso de nuestro pensamiento. Difícilmente se cambia sin modificar nuestra forma de pensar. Pero en este asunto asistimos a una algarabía universal en este siglo XXI que a pesar de que ya va a completar su primer cuarto sigue creciendo. En fin, que en el devenir de aquellos años previos a hoy coincidieron el encarecimiento y agotamiento de recursos con el menoscabo de las seguridades. Sus recíprocas interacciones llevaron al desencanto de mucha gente; una parte se situó en el lado extremista, otra perturbación con la que no se contaba dentro del estado de bienestar. Para colmo, en 2020 llegó el golpe brutal en forma de pandemia.

Todo lo anterior era una justificación para hablar un poco más detalladamente sobre los riesgos ambientales que no son percibidos por muchas personas, pero todos sabemos que vienen en el paquete llamado progreso. A casi nadie se le escapa que, como defendía Beck y sigue haciéndolo cada vez más gente, los riesgos actuales nacen y se consolidan en el marco de las relaciones entre naturaleza y sociedad por una parte, y desarrollo y medioambiente por otra; o las cuatro entrelazándose simultáneamente. Desde diversos ángulos de la ciencia se dice que la eclosión del SARS Cov-2, de esos virus diversos ya soportados y los que llegarán, ha sido empujada por los desastres que la sociedad ha generado en la naturaleza, sujeta hasta entonces a sus propios ritmos. También se sabe desde siempre que el proceso civilizatorio ha provocado innumerables cambios en el medioambiente, lo ha degradado más intensamente o menos en según qué aspectos, con afecciones más o menos visibles en determinados entornos.

Pero al final, lo que empieza por un lado tarde o temprano llegará al otro. La vulnerabilidad aparece como la nueva amenaza de la confiada sociedad del siglo XXI. Así pues, lo que al decir de la gente de ciencia y las organizaciones sociales y ecológicas eran riesgos evidentes, se ha convertido en catástrofe social, con dimensiones diversas en escenarios diferentes. Y algunas de esas calamidades vienen adheridas a lo que todos conocemos como cambio climático. Ante esta nueva perspectiva solo cabe anticiparse al riesgo ambiental, lleva varias décadas avisándonos, al menos posicionarse para que los siniestros queden un poco amortiguados, sabedores de que siempre dependen de magnitudes numerosas, de la población afectada y también están sujetos a incertidumbres; hay cosas predecibles pero otras no lo son tanto.

Claro que siempre nos queda utilizar de forma colectiva aquello que decía Stephen Hawking: “la inteligencia es la habilidad de adaptarse a los cambios”. Aún así deberemos valorar colectivamente los riesgos para ver si es posible mitigar los efectos, y que haya menos gente damnificada. De otra forma lo decía Félix M. de Samaniego, sería estilo fábula: “si al evitar los riesgos la razón no nos guía, por huir de un tropiezo, damos mortal caída”. Desentrañar este tipo de mensajes es clave cuando se habla de la actuación global ante el visible riesgo ambiental que se llama cambio climático.

Manifestantes en París en la Cumbre del Clima de 2010. (EFE)

Se cumplen ahora cinco años desde la Cumbre del Clima de París 2015 y los objetivos de reducción de la temperatura global siguen lejos. Estos días hemos escuchado noticias alentadoras: el presidente americano Biden quiere recomponer los desaguisados del negacionista Trump, la UE aumenta su compromiso para la reducción de gases de efecto invernadero hasta el 55%. Harían bien todos los países en declarar la emergencia climática en sus territorios, como recomienda la ONU.

Recordemos que tenemos en marcha la sucesión acelerada del momento riesgoso en alarma 2030; no se sabe en qué medida le afectarán los últimos buenos propósitos. El reloj del tiempo va a lo suyo, no entiende de peligros, aunque para el planeta en su conjunto sean perturbadores. ¿Y nosotros?

1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser adrian

    Muy buena informacion, realmente es una opinión muy acertada

    16 diciembre 2020 | 10:21 pm

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