No podíamos dejar pasar ni siquiera unos días. La AEMET nos lo ha puesto delante de los ojos en un espejo con superficie plana. Allí ha proyectado la imagen nítida de lo que acontece hoy en las variables que condicionan el clima. Pero además, nos ha proporcionado claves para pensar en que al lado de esa pantalla podría haber situado otros espejos, más o menos convexos o cóncavos, para que cada cual aventurase lo que puede suceder. El 2 de julio pasado se presentaba el Primer Informe anual sobre el estado del Clima en España 2019. Lo dicho ahí viene a corroborar el pronóstico del Panel Intergubernamental del Cambio Climático de la ONU (IPCC) que nos avisa de que debemos estar preparados para esos cambios que suponen el incremento de las lluvias torrenciales al lado de sequías más o menos pronunciadas, las sucesivas e incrementadas olas de calor y el progresivo aumento de la salinidad del mar, entre otras malas noticias meteorológicas vs climáticas.
El informe de la AEMET tuvo unos antecedentes. Ya nos habló de las evidencias del cambio climático: el otoño pasado fue el más cálido en el conjunto de la Tierra desde 1880. En España, fue más húmedo de lo normal, cerró con una temperatura media de 16,5 ºC, 0,7 ºC por encima de la media 1981-2010, lo que lo convierte en el sexto más cálido desde 1965. Es más, desde aquel año, ocho de los diez otoños más cálidos tienen fecha del siglo XXI. Mal asunto cuando lo que podría ser episódico se convierte en duradero. Otro aviso de la AEMET para sufridores: “En 2019 se registraron tres olas de calor de las que destaca, por su gran intensidad, la que tuvo lugar entre el 26 de junio y 1 de julio; en ella se superaron los 43 ºC en puntos del nordeste peninsular y se batieron numerosos récords absolutos de temperatura máxima anual”. Si miramos bien estas cifras nos queman, demasiados reflejos sin protección.
Pero el cambio climático irradia en otras estampas. La multiplicación de los episodios de lluvias intensas y persistentes tiene evidentes riesgos y padecimientos para las poblaciones expuestas, en la economía y en el suelo. Sin citar todos del año pasado, hay que hablar del que tuvo lugar entre los días 10 y 15 de septiembre en el sureste peninsular con precipitaciones acumuladas que superaron los 200 mm. Esto no lo sufrió solo un lugar concreto, pequeño. Tras ellas vinieron múltiples inundaciones, algunas tan severas como las que padecieron zonas de las provincias de Alicante y Murcia. La paradoja, la cara oculta del espejo, es que se puede decir que actualmente tenemos menor disponibilidad de agua. ¿Por qué? La precipitación media se ha reducido ligeramente en los últimos 50 años, a la vez que la demanda evaporativa es cada vez mayor.
¡Qué lejos parece que queda la COP 25 Chile Madrid! Allí se acordó que en junio de 2020 se llevarían a cabo en Bonn sendos diálogos sobre océanos, criosfera y clima y sobre tierra y clima. La no acción, seguramente por la pandemia, ha ralentizado todo, hasta las exigencias climáticas a las que algunos gobiernos se habían comprometido; incluso la ONU ha levantado las obligaciones reductivas impuestas a las líneas aéreas. Pero ahí estamos: observando un aumento de la concentración de los GEI, el ascenso térmico medio en España, la proliferación de noches tórridas, progresivo incremento de número de días al año que se superan los umbrales de temperatura de ola de calor; además de que la cantidad de energía usada en refrigerar las viviendas sea mayor que la empleada en calentar. ¿Todavía alguien niega que le va a afectar el cambio climático? Pásese por la Agencia Europea del Medio Ambiente y lea Señales 2015. Vivir en un clima cambiante.
¿Qué hacer ante esta situación? Sobre todo actuar, pero para eso es necesario legislar, informar, atender a lo que la ciencia nos dice. Hace poco más de un mes que el Gobierno empezó la tramitación en Cortes del primer proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética (PLCCTE) que tiene el horizonte 2050 como punto final que España alcance la neutralidad de emisiones “en coherencia con el criterio científico y las demandas de la ciudadanía”, dice el Gobierno en su Web. Sin duda, la Ley deberá recorrer muchos vericuetos hasta lograr su aprobación, durante los cuales se desprenderá de algunos compromisos e ilusiones. Habrá que estar atentos para aplaudir decisiones valientes y denunciar, si los hay, incumplimientos de necesidades urgentes.
La información veraz y contrastada ayuda a que las imágenes climáticas aparezcan más nítidas para la ciudadanía. Hay muchas Web a las que se puede acudir, si bien es mejor mirar en las que son serias, las que pertenezcan a administraciones (internacionales o no) o las mantenidas por otras entidades o grupos de acción (Climate Alliance, Comunidad Por el Clima, etc.). No sirve Twiter para informarse, aunque el escaparate mediático sea de un presidente de un país muy poderoso. La actualización de la carta de servicios de AEMET Opendata proporciona un conjunto de datos y productos de fácil utilización relativos a la variabilidad del clima y al cambio climático. Entre sus servicios se encuentran análisis y diagnósticos sobre la evolución del clima pasado y presente así como perspectivas del clima futuro. Allí encontramos lo mismo índices climatológicos y clasificaciones que resúmenes y proyecciones mensuales, estacionales y anuales. No faltan figuras de la climatología y fenómenos extremos de un lugar. Así pues, quienes no están informados es porque no buscan; tienen magníficos espejos donde mirar lo que de ningún modo son espejismos.
Todo esto ilustra el valor de la ciencia para reflejarnos el presente y anticipar el futuro, porque debemos prever cómo podría ser el clima allá por 2030 o en 2050. Esas imaginarias cimas que todos los países deben coronar en las mejores condiciones; también en España, en donde las previsiones anuncian aconteceres difíciles.