Escuelas en suspense pandémico, con penas diferenciadas

Cuando todo empezó el mundo occidental –qué difícil es catalogar este concepto o colectivo- era feliz, al menos así se vestía. Ese conjunto indeterminado que se traduce en muchas siglas (UE, OCDE, OEA, ONU, etc.) se sentía bastante seguro de su poder infinito para sortear toda clase de enemigos que le llegasen; más bien se diría que el parapeto de PIB escondía sus debilidades. Entonces, pocos organismos educativos (UNESCO, Ministerios y Departamentos de Educación de todo el mundo), políticos, familias o profesores podrían suponer que llegaríamos a lo nunca visto: suspender las clases en todas enseñanzas, por todo el mundo. Algunos países en donde el maldito virus empezó antes a tambalear todo lacraron las escuelas para proteger a los más pequeños, pero también las universidades. En España, muchos tildaban de exagerada la postura de las CC AA que empezaron a cerrar sus aulas, dado que se decía que los niños no cogían el bicho inmundo.

Las cosas empezaban a ir de mal en peor. Ante esa tesitura, el Gobierno de España se asustó y decretó el cierre físico escolar; hasta los universitarios volvieron a sus lugares de origen. Nadie podía prever entonces la duración, se pensaba que la espera acabaría cuando remitieran los primeros acosos de la pandemia; ni siquiera había sido catalogada así. Las autoridades suspendían las clases para que los estudiantes –más auto protegidos según decían las cifras de afectados- no hiciesen de vectores transmisores a los más débiles, los ya mayores o ancianos y quienes padecían patologías serias. El confinamiento general y los datos del Covid-19 distorsionaron tanto la vida que las escasas controversias por la suspensión de las actividades escolares desaparecieron. En esos momentos de marzo, la preocupación por lo educativo era menor; se trataba de sobrevivir, de que la enfermedad colectiva no se destrozase. Abril camina hacia su final y seguimos sin clases.

Cuando todo esto amaine, y si volvemos siquiera unos días a las aulas para retomar las clases hay una lección sobre la que hablar detenidamente, un buen tema de diálogo para tratar con el alumnado de los cursos más mayores, una experiencia o muchas a compartir entre los más pequeños. Unos y otros deberán comunicar(se) cómo han sido capaces de superarlo, qué estrategias les han resultado más valiosas. Un trance social tan doloroso (apreciable en múltiples emergencias) del que debemos aprender y saber explicar a quienes ahora estudian, para que figure siempre en su libro personal con letras más o menos grandes: viviremos siempre en alguna incertidumbre; otras vendrán, más mortíferas o menos. Los ahora estudiantes habrán de estar preparados, educados en desarrollar hábitos personales dentro de estrategias colectivas. Si se retoman antes del verano algunos días de clase, es necesario concretar si es más importante evaluar contenidos (poner una nota más o menos justa) que reflexionar sobre lo vivido, que siempre enseña si se aprende de forma colectiva. La escuela no debería retomar, en septiembre o cuando sea, el pulso normal como si nada hubiese sucedido. Sin embargo, la educación reglada es esclava de las calificaciones; mal asunto siempre, un tremendo desatino en momentos de múltiples incógnitas.

Aula de Infantil del Colegio de Educación Infantil y Primaria ‘Joaquín Costa’ de Madrid. (EP)

La educación formal intentó combatir la pandemia mediante la formación en Red, en distintas plataformas. Pero no es lo mismo, cuesta entender una escuela sin muros; no estábamos preparados todavía. Las escuelas y universidades han programado actividades para mantener ocupados a los estudiantes, para que “no pierdan curso”. Loable intención si el cierre es corto, envite complicado cuando se alarga como está sucediendo. Las rutinas han funcionado en unos casos, en otros no porque la pereza puede con los deseos, a veces las tareas –empeñadas en lo curricular y tradicional- han sobredimensionado el objetivo de no romper el hábito de querer aprender, siempre difuso cuando la recompensa no se divisa cerca. Transcurridas un par de semanas el alumnado ya habría perdido algo de su motivación; el profesorado dudaría si sus mensajes llegaban bien, si al otro lado se entendería que la situación tan excepcional requería disciplina en el trabajo propio y compromiso. A la vez, buena parte de las familias, que han necesitado estar bastante más implicadas en la educación escolar –seguramente por ello habrán entendido de otra manera el valor de la escuela- se empezarían a despistar porque no sabían cómo desarrollar bien la tarea. Seguro que todos los confinamientos serán difíciles, más todavía en esos domicilios reducidos en donde no es sencillo canalizar las energías de los más pequeños. La tarea escolar es una cosa, se hará mejor o peor; la (con)vivencia diaria otra, pues disfruta y sufre momentos más o menos relajados. Llevamos así más un mes; ya se anuló la socialización, que es el primer argumento de cohesión para el desarrollo, y los niños y jóvenes la necesitan pues la interacción entre semejantes también es profesora. Las redes no las pueden suplantar porque carecen de afectividad. Cabe preguntarse si después de esto la vida será como antes o aumentarán actos de rechazo ante tareas o comportamientos. Habrá que escuchar con detalle lo que dice el ilustre pedagogo Francesco Tonucci sobre el asunto.

Qué decir de esos casos en los que la familia no puede ayudar porque no sabe o no puede, o de aquellas viviendas que carecen de pantallas que animen a trabajar. La segregación actual reduce mucho la eficacia de la educación a distancia; carencia que algunas CC AA aseguran que han solucionado. También habrá que preguntarse cómo se ha apoyado a quienes necesitaban cuidados especiales para aprender cosas que les exigen la ayuda de personal cualificado, máxime si hay por medio alguna discapacidad. No cabe la menor duda, el cierre agravará las desigualdades educativas; mal que nos pese, la brecha social no hará sino crecer. Cabe volverse a preguntar si esto no habrá sido más que un paréntesis para los estudiantes. Las penas siempre son diferenciadas; cuando todo pase hay que hacer mucho para revertir la situación de los más vulnerables.

Nunca hubiéramos aventurado un cierre escolar que expulsase de las aulas a más de 1.300 millones de estudiantes en 185 países, lo cual alcanza al 80 % del total. Si se prolonga demasiado, supondrá un grave quebranto para los estudiantes, sus familias y cada país en su conjunto; el tiempo nos dirá. La UNESCO alerta en su último trabajo GEM de que las respuestas al cierre escolar son muy diferentes en unos países y en otros. En unos casos se ha fortalecido la educación a distancia, en otros se ha hecho mediante MOOC o por televisión. ¿Para cuánto tiempo servirán estos sistemas? En todo el mundo, pero en particular en los países de ingresos bajos o en las comunidades pobres, hay muchos niños y niñas, incluso estudiantes universitarios que no tienen pantallas, ni siquiera disponen de electricidad en sus casas. Siempre los pobres se llevan la peor parte de todo. Padecen la fatiga anticipada de la negación educativa, que destruye la humana ambición de huir de la miseria, castigo que siempre resulta más fuerte si es iletrado.

También el cierre de las escuelas impide el acceso a comidas nutritivas que la institución escolar proporcionaba en entornos pobres o desfavorecidos. ¿Cuál será la situación de estos chicos y chicas si como parece el curso escolar ha acabado ya en algunos sitios? Seguro que los países ricos saben encontrar cuidados paliativos, en un plazo más o menos corto, acaso opten por acortar las pretensiones curriculares o por refuerzos en verano o a comienzo del siguiente curso escolar. Por cierto, vaya desde aquí el homenaje a tantos profesores y profesoras empeñados – sin instrucciones precisas- en no romper los lazos educativos a través de la red; no son pocos los que se quejan de que las administraciones de su comunidad los han dejado prácticamente solos. Si bien hay que decir también que ha habido quienes han enviado a su alumnado aluviones de trabajos, tal cual si lo hubiera tenido delante cuando es más fácil incentivarlo, transmitirle afectividad y solucionar dudas.

En estos momentos en los que pocos chicos y chicas se sienten a gusto con la situación, en estos episodios de cierre escolar, hemos de acordarnos de todos esos niños y niñas refugiados y desplazados de Grecia, Turquía, Jordania, Irak, Líbano, Siria, Afganistán, Yemen; Eritrea, Guyana o el África subsahariana, etc., para los cuales la escuela es un simulacro continuado, como denunciaba UNESCO hace unos meses; cifraba en más de 250 millones los niños y jóvenes privados de escuela. Lo más probable es que el Covid-19 no tenga en cuenta desgracias previas y también se cebe con sus familias y con ellos. ¿Quién los protegerá de la posible hecatombe vital y escolar? Para paliarlo un poco UNICEF ha puesto en marcha la iniciativa “La escuela en una maleta”.

En España se debate ahora si es mejor la promoción automática para todos o no; se ha escrito ya tanto –mezclando evaluar con calificar, aprobar y promocionar, premiar esfuerzos o castigar ausencias- que de poco sirve analizar pros y contras. Por lo que leemos importa más la nota que la mitigación de los trastornos educativos y personales que han dañado la vida de los estudiantes; mucho menos cuestionar si sirve para mañana la educación de ayer. La evaluación sí hay que hacerla al sistema de trabajo implantado, a los medios dispuestos, a la agilidad de las administraciones para reparar desigualdades, al funcionamiento de las redes, a la pertinencia de los trabajos propuestos. El trabajo en remoto ha venido para quedarse, por lo que habrá que preparar al profesorado y dotar de los recursos necesarios a estos y al alumnado menos favorecido. Habrá que inventar y potenciar una pedagogía de la emergencia, basada en el fomento del aprendizaje autónomo, para tenerla dispuesta en casos de crisis. Sin embargo, ante todo esto, todavía hay quienes apuestan por la continuidad organizativa y estructural: retomar la enseñanza como si nada hubiese sucedido.

Una situación sin precedentes no se soluciona con parches clásicos. El estamento educativo en general debería leer despacio propuestas como las que recoge el Manifiesto por otra educación en tiempos de crisis. Por otra política educativa difundido por el Foro de Sevilla, y debatir sobre ellas. Hace falta un concierto entre todas las administraciones que ayude a entender que nos encontramos en un cambio de era; que frente a tamaña incógnita, si se vuelve a las aulas un día o siete antes del verano es tarea menor. Les iría bien repensar si la educación es el argumento básico de la vida, pleno de reflexiones y compromiso crítico de cara a acrecentar la autonomía en el aprendizaje, bastante antes que la acumulación de contenidos curriculares. Por eso algunos nos animamos repitiendo una y otra vez aquello que nos decía Mario Benedetti en un poema: No te rindas que la vida es eso,/ continuar el viaje, /perseguir tus sueños,/ destrabar el tiempo,/ correr los escombros y destapar el cielo. En consecuencia, reclamamos a los gobiernos que piensen y sientan la educación comprometida, tantos años apartada del concierto social como estamos comprobando que le sucedió a la sanidad. La necesitamos para continuar el viaje que circulará por otros itinerarios, para soñar despiertos con realidades, para destrabar los nuevos tiempos, para destapar un cielo al que siempre mirar que refleje penas menos diferenciadas, para sentirnos orgullosos de haber aprovechado las enseñanzas de la pandemia en rescatar a la educación de su estancamiento, demasiado tiempo en suspense permitido u olvidado.

¡Ojalá la escuela se abra en septiembre, del todo o no, con nuevos horizontes que lleven a los estudiantes a prepararse para entender la sempiterna incertidumbre! Necesitan llegar mejor capacitados al año 2030, ese en el que tantas esperanzas se habían depositado.

1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Esta mañana en mi blog, reflexiono algo parecido:
    No podemos volver a la escuela como si no hubiera pasado nada. Tampoco se puede pretender que en este periodo se puede trabajar como si fuera normal y tampoco se puede pensar en la normalidad de los hogares de nuestros alumnos porque lo que prima es la diversidad en un mundo complejo.
    https://egarciaunizar.blogspot.com/2020/04/escolarizar-o-aprender.html

    20 abril 2020 | 10:31 am

Escribe aquí tu comentario





    Normas para comentar en 20minutos.es

    • Antes de enviar su comentario lee atentamente las normas para comentar en 20minutos.es.
    • Esta es la opinión de los internautas, no la de 20minutos.es.
    • No está permitido verter comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
    • Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
    • Por favor, céntrate en el tema.
    • Algunos blogs tienen moderación previa, ten paciencia si no ves tu comentario.

    Información sobre el tratamiento de sus datos personales

    En cumplimiento de lo dispuesto en el Reglamento (UE) 2016/679 del Parlamento Europeo y del Consejo de 27 de abril de 2016 relativo a la protección de las personas físicas en lo que respecta al tratamiento de datos personales y a la libre circulación de estos datos, y Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre, de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales le informamos que los datos de carácter personal que nos facilite en este formulario de contacto serán tratados de forma confidencial y quedarán incorporados a la correspondiente actividad de tratamiento titularidad de 20 MINUTOS EDITORA, S.L, con la única finalidad de gestionar los comentarios aportados al blog por Ud. Asimismo, de prestar su consentimiento le enviaremos comunicaciones comerciales electrónicas de productos y servicios propios o de terceros.

    No está permitido escribir comentarios por menores de 14 años. Si detectamos el envío de comentario de un usuario menor de esta edad será suprimido, así como sus datos personales.

    Algunos datos personales pueden ser objeto de tratamiento a través de la instalación de cookies y de tecnologías de tracking, así como a través de su acceso a esta web desde sus canales en redes sociales. Le rogamos consulte para una más detallada información nuestra Política de Privacidad y nuestra Política de Cookies.

    Los datos personales se conservarán indefinidamente hasta que solicite su supresión.

    Puede ejercer sus derechos de acceso, rectificación, supresión y portabilidad de sus datos, de limitación y oposición a su tratamiento, así como a no ser objeto de decisiones basadas únicamente en el tratamiento automatizado de sus datos, cuando procedan, ante el responsable citado en la dirección dpo@henneo.com

    Le informamos igualmente que puede presentar una reclamación ante la Agencia Española de Protección de Datos, si no está satisfecho con en el ejercicio de sus derechos.