Esta rotunda afirmación debe ser dicha en voz alta, gritada en algunos casos: “El mundo no está ofreciendo a los niños una vida saludable ni un clima adecuado para su futuro”. Así se encabezaba la nota de prensa que la Organización Mundial de la Salud y Unicef, en base a un estudio realizado y publicado en The Lancet, lanzaron hace unos días de forma conjunta. Si se piensa con detenimiento, cuesta creer que nos encontremos en el año 2020 con amenazas planetarias varias, en particular las motivadas por la dejadez de las distintas sociedades, religiones y grupos colectivos, cuyo final supone el castigo a quienes más dicen querer: sus niños y jóvenes, eso que supone el porvenir de sus esperanzas como colectivo. Así limitan su potencia en el entramado futuro mundial. Es más, cuesta imaginar que una buena parte de las familias, lo podemos comprobar en algunas que tenemos al lado, permanezcan inconstantes en sus cuidados y consiguientes peticiones para la protección global de la salud de sus hijos. ¡Qué se puede demandar a quienes gobiernan si ellas mismas se despistan a menudo en la salvaguarda de la salud de sus hijos e hijas!
La nota aludida más arriba era muy seria, alertaba de catástrofes sociales. Recogía que se han intensificado las amenazas climáticas y comerciales, esas que también enferman bastante a niños y adolescentes, esas que en muchos casos van de la mano y adquieren más potencia destructiva contra el normal desarrollo de la infancia y la adolescencia. Varias causas hay detrás de la triste constatación de que “ningún país está protegiendo adecuadamente la salud de los niños y adolescentes”, subraya una y otra vez el estudio. El Informe actual, no deberíamos perdernos la revisión de los anteriores que trataban la misma cuestión, se encabeza con un título muy expresivo y a la vez inquietante: A Future for the World’s (¿Qué futuro les espera a los niños del mundo?). Viene a decirnos algo que vemos cerca a poco que nos preocupe la dinámica social: la salud y el futuro de todos los niños y los adolescentes del mundo se encuentra en rodeado de incógnitas. No hay que devanarse mucho los sesos para encontrar las causas: de un lado, la degradación ecológica, el cambio climático; de otro, todas esas prácticas de comercialización explotadoras. Estas direccionan a su antojo a las personas mediante campañas agresivas y continuadas, de tal forma que se desentienden de compromisos para limitar sus impactos en degradación de la biodiversidad y el cambio climático. Así les obnubilan el pensamiento crítico, indispensable para crecer en compromisos personales y colectivos. Y lo que es todavía peor: empujan a los niños a consumir comida rápida muy procesada, a hacer uso masivo de bebidas azucaradas, a lanzarse al consumo de alcohol y tabaco.
Lamentan los investigadores responsables del informe que los avances detectados hayan decaído en los últimos años. Es más, incluso el progreso anterior en salud está a punto de revertirse en algunos países y se ha trastocado en ciertos consumos. Los efectos graves en la salud no solo afectan a esos 250 millones de niños menores de 5 años que viven en países de ingresos bajos y medios. También se ven afectados todos los niños y adolescentes del mundo que resultarán muy dañados por el cambio climático y las presiones consumistas.
El Índice supone un análisis detenido en 180 países para dibujar los escenarios de supervivencia y bienestar infantil. Se tienen en cuenta vectores como la salud, la educación y la nutrición infantil. No se olvidan de la equidad o desigualdad de ingresos. Los resultados señalan que son los niños y adolescentes que viven en Noruega, la República de Corea y los Países Bajos los que disfrutan de las mejores posibilidades de supervivencia y bienestar. Por desgracia, en el extremo contrario están los de siempre: República Centroafricana, Chad, Somalia, Níger y Malí. Pero no todo es felicidad en los países de ingresos altos; están expuestos a gran indefensión frente al cambio climático. Esta información la pueden ampliar en el enlace anterior.
El informe demuestra con diversos datos que uno de los mayores peligros para el futuro de los niños, en todos países, lo constituyen las prácticas de comercialización nocivas. ¿Qué niños permanecen impasibles si en algunos países ven hasta 30.000 anuncios de televisión en el curso de un año? Sepamos que en España, no es algo excepcional, la autorregulación publicitaria ha fracasado; dicho así, para vergüenza de quienes dictan leyes y de los programadores televisivos. ¿Se han dado cuenta de que por aquí se está relacionando patrocinio deportivo con alcohol y las casas de apuestas las promocionan líderes del fútbol? Otro dato: “El número de niños y adolescentes obesos en el mundo pasó de 11 millones en 1975 a 124 millones en 2016; es decir, se incrementó 11 veces, con graves costes individuales y sociales”.
Desde aquí nos sumamos a esa gente que se pregunta si no hay organismo ni gobierno que pueda poner coto a semejantes desmanes. No solo preocupa el devenir social. Además se hace presente en alguien conoce, incluso que pertenece a su entorno familiar. Por cierto, ¿Alguien ha escuchado hablar con detenimiento a nuestros representantes en los Parlamentos de España y Autonómicos hablar del asunto? Pues eso, menos riñas partidistas y más atención a preservar la salud infantil, poniendo coto a las causas y efectos, al consumo y al cambio climático. De lo contrario, nuestros hijos y nietos llegarán en precarias condiciones de salud para conquistar la Cima 2030.