Archivo de febrero, 2020

La incierta sostenibilidad de las Comunidades Autónomas

En entradas anteriores hemos hecho alusión a la distancia que separa a la Unión Europea y a España del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados para el año 2030. Habíamos constatado la mala situación de España, expuesta tanto en el Informe SDG Index and Dashboards 2019 del SDSN como en el Informe sobre Sostenibilidad en España 2019 (y anteriores) del Observatorio de la Sostenibilidad. Ahora se trata de ilustrar cómo va el asunto en cada una de nuestras Comunidades Autónomas.

(GTRES)

El Informe 17 ODS x 17 CCAA es el primer estudio que se lleva a cabo en estos ámbitos de forma conjunta. Analiza unos 200 indicadores para “tratar de dilucidar la aproximación diferencial a las Metas de cada ODS en las 17 CC AA, a la vez que evaluar el desempeño comparado de cada CC AA en todos los ODS, en los diferentes bloques temáticos y a nivel general de la Agenda 2030”. En el informe se establecen rankings. En realidad, intenta detectar carencias y pretende focalizar el grado de cohesión territorial en la transición hacia los presupuestos de sostenibilidad y de equidad establecidos en la Agenda. Imaginamos que con el informe se pretende que a partir de él cada administración se mire en el espejo.

Las conclusiones del estudio advierten de una enorme disparidad en el cumplimiento de los ODS por CC AA Esto se produce a pesar de que los organigramas de los Gobiernos de muchas Comunidades aparecen cargos que llevan el apellido ODS. Habremos de darles tiempo. Porque, mal que nos pese, ninguna de esas se podría calificar como totalmente sostenible, pues no alcanzan buena nota en el conjunto de los cerca de 200 indicadores que se tienen en cuenta. Hay que resaltar que no todas las CC AA avanzan igual de rápidas hacia la meta de la Agenda 2030. Hay que denunciar que algunas se contentan con poco, o partieron desde muy atrás.

Aquí vamos a reflejar, casi textualmente, lo que el informe dice. A partir de ahí animamos a la gente a que mire a su alrededor en el lugar donde vive, anote cuando lea en un periódico algo sobre el asunto o lo escuche los medios de comunicación; así podrá valorar mejor comportamientos e indicadores que seguramente viajarán por ahí mezclados. Fíjense también si en el portal de algún departamento aparece el pin de la sostenibilidad, y lo que del asunto ahí se recoge.

Si atendemos al desempeño general en todos ODS (menos el ODS 14 que viene referido al medio marino y no todas disfrutan de él) constatamos que van bien Navarra y el País Vasco; aceptablemente Aragón; Asturias, Castilla y León, Cataluña, La Rioja y Madrid se mantienen en una posición neutral; han de mejorar Baleares, Cantabria, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Extremadura y Galicia; deben mejorar mucho Andalucía, Canarias y Murcia.

Pero no todo es negativo, ni siquiera en las CC AA peor situadas.  Es de justicia resaltar lo mejor de cada una, para animarlas en lo que fallan. Canarias, que está fatalmente situada en el ranking de 17 ODS, resulta que es la comunidad que tiene la menor desigualdad por género y lo hace bastante bien en el ODS 14 (medio marino) y en cooperación (ODS 17). Andalucía, otra de la cola, aparece la mejor en cooperación (ODS 17) y está bien situada en gestión de ecosistemas terrestres. Hay más cosas esperanzadoras. Asturias, que hemos comentado antes que se mantenía en una posición neutral (valoración general media), se encuentra en la primera posición en el ODS 2 (nutrición), en el ODS 6 (gestión del agua) y en la gestión de los ecosistemas marinos (ODS 14); Castilla y León, otra en la zona media, resulta que es fuerte en nutrición y de las mejores en el ODS 7 (energía) y en el ODS 13 (cambio climático); Castilla-La Mancha lo hace muy bien en la lucha por el clima y se maneja con soltura en la sostenibilidad de las áreas urbanas. Extremadura debía mejorar en el cómputo global, pero está la primera en la gestión de áreas urbanas y se encuentra bien en sanidad y desigualdad general; Cantabria sobresale en sanidad y educación, y va bastante bien en sanidad y en educación, en gestión del agua, en empleo y desigualdad. Hay que hablar también de que, si bien en el ranking destacan  Navarra y el País Vasco, obtienen malos resultados en lucha contra el cambio climático (ODS 13) y gestión energética (ODS 7), respectivamente. Aragón, que acapara posiciones altas, falla en desigualdad por género y debe mejorar en cuatro ODS (5,7,9 y 12).

También señala el informe que las CC.AA. que podríamos llamar “más rurales”, con economías menos fuertes o más simplificadas, se muestran poderosas en temas ambientales: es el caso de Castilla-La Mancha, Castilla y León, Extremadura, La Rioja. Aunque también progresan adecuadamente en este asunto Cataluña y Baleares, que no entrarían en la calificación de economías sencillas ni manifiesta ruralidad.

Como se manejan 200 indicadores y varias importancias relativas resulta complicado explicar bien el estado de la cuestión en un artículo como este. Lo bueno del informe es que utiliza el mismo método para valorar cada unidad territorial y social. Se trata solamente de una foto, en la que seguramente nos habremos dejado partes veladas; incluso es posible que la imagen que da el informe haya cambiado ya algo. No hay que tomarla como una reprimenda sino como una alerta que señala aquello que debe mejorar: algo, bastante o mucho.

Esperamos que los informes sirvan para que en cada territorio se pongan en marcha acciones y los progresos no tarden en llegar, que sus Agendas 2030 sean ya una realidad creciente en compromiso. Porque interesa, por el bien propio y ajeno, que todas lleguen lo mejor preparadas posible a la cima marcada en el año 2030. Hay que mantener el deseo entre todos, y la esperanza; la ciudadanía también debe empujar lo suyo. Aun así, no vemos clara la apuesta generalizada por cambiar el paso. Palabras muchas, redacción de planes para la sostenibilidad tienen todas, pero muchas tardan en concretar las palabras en obras; o no nos explican bien sus logros. De ahí vienen nuestras dudas. Por eso llamamos incierta a la sostenibilidad; tardamos en creerla aunque quiera o sea verdad.

Por cierto, quien tenga curiosidad puede acercarse al Mapa observatorio sostenibilidad Comunidades autónomas.

España balbucea en sostenibilidad

Durante los últimos meses, en España brilla un disco. Todo lleva el calificativo, apelativo si se quiere ser más justo porque supuestamente pretende influir en quien lo escucha, de sostenible o sostenibilidad; ambivalentes términos sujetos a controversias conceptuales y no digamos a acciones contradictorias. Pero mucha gente y bastantes empresas, no pronuncian bien esa idea, o no entendemos lo que dicen quienes observamos con detalle; por eso nos atrevemos a decir aquí que España balbucea sostenibilidad. Pongamos por ejemplo el asunto de la emergencia climática, mucho se dice y poco se hace. O si lo quieren el crecimiento económico, el PIB, que manda hasta en la sopa, cuando debería ser el IDH u otros índices. Pasa el tiempo, el año 2030 viene acelerado, y si se sigue hablando con esta pronunciación dificultosa, tarda y vacilante, qué pensamientos no habrá detrás. Al final, por unos u otros, la vida se nos hará insostenible. Si no lo creen, revísenlo en el futuro.

En la anterior entrada de este blog, dábamos cuenta de que la UE suspende clamorosamente en sostenibilidad. España, que gana a algunos países perezosos o con políticas perversas, va por detrás de la media en muchas cuestiones. Ante el estado de la cuestión hay quien se consuela; otros como las ONG ambientalistas y sociales se desesperan. Menos mal que la actual vicepresidenta del negociado global suele hablar con claridad; damos la bienvenida a la secretaria de Estado para la Agenda 2030.

Vayamos por partes en los ODS, por orden en el análisis. Aunque sabemos que los objetivos y metas marcados para el año 2030 tienen múltiples interacciones. Por eso se inventó lo de la Agenda 2030, de la cual hablaremos largo y tendido, pues todas las administraciones deben redactar una e ir rellenándola de verdad; cosa que no siempre hacen. Se inventan acciones cansinas, recopilan cositas puntuales, pero ni unas ni otras responden a una verdadera, reflexiva y efectiva Agenda 2030 de la Sostenibilidad. Su sistema orgánico-político-administrativo-ideológico lo impide; de tal forma obran, que parecen “antisistemas del futuro”.

En el Europe Sustainable Development Report de noviembre pasado, España se encuentra en el lugar 14, de 28 países, con una puntuación de 66,76. Pero mejor, desglosemos su posición por ODS. Sale así: quedan grandes desafíos en Hambre cero, Trabajo decente y crecimiento económico, Protección de la vida submarina, Vida de los ecosistemas terrestres. Todavía son necesarios cambios significativos en: Fin de la pobreza, Educación de calidad, Energía asequible y no contaminante, Industria, innovación e infraestruturas, Reducción de desigualdades, Ciudades y comunidades sostenibles, Producción y consumo responsables, Acción por el clima, y Alianzas para lograr los objetivos. En el resto de los ODS: Salud y bienestar, Igualdad de género, Agua limpia y saneamiento y Paz, justicia e instituciones sólidas, todavía hay desafíos marcados en las metas de los ODS que faltan por lograr. En síntesis, ninguno de los objetivos está conseguido plenamente.

No hay que rasgarse las vestiduras sino ponerse a trabajar; todavía quedan 10 años para el examen. Sin embargo, aquí tenemos la lectura actual, de 2019, que sirve para marcar la Agenda 2030, que deberá contemplar distintos escenarios de transición. Pongamos el ejemplo del cambio climático, muy nombrado últimamente y del que toda la gente tiene una idea, más o menos vaga y proactiva. Hay un informe del Instituto Elcano Los españoles ante el cambio climático, redactado en julio de 2019, cuando todavía no se había celebrado la COP25 Chile-Madrid ni habían hecho estragos las pulsiones climáticas de enero del 2020, que contiene luces y sombras. Dice que la inmensa mayoría de los españoles ha oído hablar del cambio climático y lo consideran como la mayor amenaza a la que se enfrenta el mundo. Lo asocian con causas antropogénicas y aprecian los impactos. Son conscientes de que los compromisos son escasos, de que España no hace lo suficiente para luchar frente a él. A la vez, responsabilizan del cambio climático en primer lugar a las empresas, seguidas del gobierno, otros países y, finalmente, a cada uno de nosotros. Otro dato interesante que puede encaminar acciones futuras: más del 90% de los entrevistados está de acuerdo con que se dedique parte de los Presupuestos Generales del Estado a compensar los daños causados por el cambio climático. Más de la mitad no vería mal que hubiese que pagar más por el impuesto de circulación de su vehículo para evitar la contaminación. Y atentos a un asunto que va a tener que abordarse lo mismo en la Administración del estado que en las CCAA: La práctica totalidad de los entrevistados apoya que España tenga una Ley de Cambio Climático y Transición Energética. Eso sí, sostienen que los decisores públicos se guíen por las recomendaciones de los científicos para la adopción de objetivos reclimatizadores; ahora mandan otros. También se apunta que son más proclives a la acción y a determinados “sacrificios personales” la gente con más estudios, más urbana y la que se encuentra alejada de posiciones ideológicas que podríamos identificar con la derecha; asimismo, desciende la proactividad a medida que aumentan los ingresos medios. Cabe preguntarse, al hilo de esto, si esa ciudadanía más preocupada también sucumbirá, ante las múltiples tentaciones consumistas o contaminantes que condicionan su vida y animan el cambio climático.

(Víctor J. Blanco/GTRES)

Pero también hay que leer los progresos que el informe detalla con respecto a las metas planteadas para 2030. Muy ascendentes en Educación de calidad y Trabajo decente y desarrollo económico; algo ascendentes en Fin de la pobreza, Agua limpia y saneamiento, Energía asequible y no contaminante, Industria e innovación, Ciudades y comunidades sostenibles, Paz y justicia, Alianzas para lograr objetivos; estancados en Hambre cero, Reducción de la desigualdades e Igualdad de género; muy mal en Acción por el clima y Vida en los ecosistemas terrestres. Si alguien tiene curiosidad, aquí está el enlace para conocer todos los perfiles de España.

En cualquier caso, será bueno que España comprenda y dé respuesta a los retos holistas que tiene planteados; refuerce la aplicación, la integración y la coherencia de sus políticas; desarrolle marcos políticos más sistémicos y a largo plazo con objetivos vinculantes; lidere la acción internacional hacia la sostenibilidad. Esto es lo que recomendaba recientemente la EEA (Agencia Europea de Medio Ambiente).

La UE suspende en sostenibilidad

Mal que nos pese, la conciencia verde, que hizo evidentes progresos desde que eclosionó en el último tercio del siglo XX y tomó sentido en la sociedad, no ha podido desprenderse de la querencia por lo bonito. Algunos ciudadanos empezaron a sentir el latido del medio ambiente, a creer que formaban parte de él, a no verlo únicamente como un recurso para proporcionarles más cosas y antes. Diversas ONG acogieron a esas personas y lanzaron voces reflexivas y críticas hacia la sociedad. Los gobiernos, atentos a lo que los ciudadanos manifestaban, pero sobre todo conocedores de variables ambientales preocupantes, comenzaron a diseñar políticas que pretendían mejorar el despreocupado atraco ambiental anterior. Lo cosa iba despacio, la verdad, quizás no se entendía muy bien la dimensión de los crecientes problemas. Incluso daba la impresión de que cada cual iba a lo suyo: unos pocos hacían algo por limitar los atropellos, muchos ignoraban sus debilidades. Además, no faltaban personas y países que incrementaban cada vez más rápido sus cargas al medio ambiente propio y de los demás.

Alguien por ahí se dio cuenta de que antes, durante y después, dentro de las nuevas problemáticas había personas. Entre los organismos internacionales fue la ONU, allí donde se limitan algo los desgobiernos de todo el mundo, el escenario elegido para vislumbrar que el acelerado destrozo ambiental y social exigía una acción colectiva, mejor coordinada y consensuada, con plazos y actuaciones. Todo esto, después de mucho tiempo y tiras y aflojas continuos, se concretaba en unos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Para bien mundial, había un marco teórico para avanzar; el tiempo dirá si lo ha sido o no. De esto ya hemos hablado repetidas veces aquí luego vamos a examinar cómo va el asunto por ahora.

Apetece darse una vuelta por la Unión Europea, un escenario de los más convencidos para abordar de una vez los problemas ambientales y sociales, para ver cómo va el asunto de los ODS. Para ello qué mejor que leer el informe Europe Sustainable Development Report 2019 publicado por la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (SDSN, por sus siglas en inglés) y el Instituto de Política Ambiental Europea (IEEP), que aporta unos cuadros de indicadores para medir el progreso de los estados miembros. La afirmación que se subraya al comienzo deja en suspenso el futuro: ninguno de los 28 países de la Unión Europea está en camino de cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030, a pesar de que la UE lidera en el mundo el proceso de aproximación a los ODS.

Continúa subrayando el informe, casi transcribimos textualmente lo que dice, que son Dinamarca (puntuación 79,8), Suecia y Finlandia los países más cercanos al cumplimiento de los Objetivos, seguidos de Francia, Alemania y Austria, mientras que en el extremo contrario se encuentran Bulgaria, Rumania y Chipre (55,0). España se emplaza en el puesto 14 (66,8), en un término medio que sirve para consolar a unos y para alertar a otros.

Apuntemos los mayores desafíos pendientes en la UE: acciones para paliar la emergencia climática, políticas de salvaguarda de la biodiversidad y tránsito hacia economía circular; sin olvidar que hay que luchar más y mejor contra las desigualdades que afectan tanto a unos países en relación a otros como a grupos de personas dentro de cada país. El informe recomienda el urgente desarrollo de una estrategia, a escala de toda la UE, para descarbonizar completamente el sistema energético para 2050, fortalecer desde este momento la economía circular. Además, la promoción del uso sostenible de la tierra y una cuidadosa producción de alimentos, de sostenibles modelos productivos y comerciales, para el año 2050. También llama la atención sobre la necesidad de aumentar la inversión pública y privada en infraestructura sostenible, que pasa por el racional uso de la energía y las mejoras del transporte. No se olvida de recomendar el incremento de la inversión en educación, capacitación e innovación, con un enfoque especial en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas y en investigación de tecnología sostenible. Pero no se olvida de hacer llegar que el principio de todo es que la Unión Europea debe ser sostenible en sí misma, pero además ha de situar el desarrollo acorde en el centro de su actividad diplomática y en el área de la cooperación.

La UE falla también en el desempeño de alianzas internas y externas, ODS número 17, si exceptuamos a Suecia y Dinamarca. Muy mal también en el ODS número 2, Hambre cero –ningún país alcanza los objetivos perseguidos- en donde quedan desafíos importantes en Chequia y Lituana, pero también, lo que no deja de ser sorprendente, en España, Bélgica y Países Bajos. En Trabajo digno, ODS número 8, los países del sur tienen mucho que avanzar. No digamos el desastre que pita el informe sobre el ODS núm. 14 que habla de la vida bajo el agua.

Merece la pena visitar los mapas interactivos que se incluyen en el informe. Allí se diferencian por países y ODS los logros y los desafíos pendientes. Se dice que el Acuerdo Verde Europeo (European Green Deal) puede ser “la piedra angular de la implementación de la Agenda 2030”. Deseos no faltan, esperanzas las justas, y confianzas todavía pocas. Para armonizar todo hará será necesario una alta implicación de las instituciones, empresas, agentes sociales y ciudadanía. El empeño es cosa de todos, los beneficios también. Este lema debe calar para atar alianzas. Veremos.

(Felipe Trueba / EFE)

El pin de lo sostenible se viraliza

Siempre se ha dicho que si se menciona a menudo una cosa, acaso una idea, esta puede atraer a alguien o acabar por diluirse en el lenguaje. Pasa con cuestiones tan importantes como amor, valores, paz, bienestar, ética y similares, que llevan viviendo con la humanidad desde sus inicios y han sido objeto de obras literarias, congresos y múltiples manifestaciones sociales. Al final, no solemos pensar lo que decimos cuando pronunciamos esas palabras, tan cargadas de significado y tan demandantes de acciones concretas o compromisos.

Algo similar nos puede suceder con los flamantes Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La cantinela transformadora se la han aplicado por todos los lados: desde los calendarios y las marcas de coches hasta el turismo; en la última Fitur celebrada en Madrid incluso vendían destinos de aire sostenible (sic). Qué decir de los recientemente celebrados Premios Goya del cine español. Se ha hecho público que Aenor los certifica como evento cero emisiones lo mismo en el consumo energético que en el transporte y alojamiento de invitados, también en el consumo de agua y en la gestión de residuos, el merchandising, la seguridad y otras cosas; incluso algunas invitadas al evento han reutilizado vestidos de otras personas. Dice la nota de prensa emitida que la compensación se ha llevado a cabo mediante los mecanismos establecidos por la ONU; pero no los especifica. Algo se mueve todo para dar valor al ODS. Núm. 11, Acción por el clima.

Sea postureo o no, empieza a sonar el hecho de que la vida tal cual la llevamos es insostenible, que el pin sostenible debe ser visible permanentemente para recordárnoslo; lo más conveniente es portarlo en el interior de nuestro pensamiento, pero mientras tanto… Nos gustó que lo exhibiese el actor Jesús Vidal, o el director Javier Fresser, premiados por la excelente película “Campeones” en la entrega de los goyas del año pasado.

(SDG ACTION SHOP)

Hay grandes ciudades que se nombran sostenibles y son un continuado desastre en la gestión ambiental y en la preservación de asuntos como la calidad del aire que enferma a sus habitantes, la vida es complicada y otras cosas más. El Observatorio de la Sostenibilidad de España las ha chequeado: Vitoria y Huesca están a la cabeza entre las capitales españolas. Tampoco se libran del dispar sentido del pin empresas de aquí especialmente contaminantes o limitadoras de los derechos humanos, no solamente las energéticas sino grandes constructoras, que los están exhibiendo allá por donde van –tienen intereses en países diversos- a la vez que se olvidan de más de uno de los argumentos implícitos en las sostenibilidad de las personas y el planeta. Al final sucederá que los colorines del símbolo se nos difuminan, por más que cada cierto tiempo un episodio crítico o una catástrofe nos recuerde que la sostenibilidad de nuestro vivir despreocupado debe acabar.

Me ha dado por hacer una búsqueda en Internet y zas: 83.600.000 millones de entradas para sostenible en 0,49 segundos y 84.300.000 para ODS. Otro tanto sucedería si quisiésemos encontrar imágenes sobre los circulitos, que hay que reconocer que visten cantidad. Habrán observado que no hay gente política o empresarial que no lo porte; parece como si la persona que lo exhibe fuese diciendo: ¡Ojo, soy defensora de la sostenibilidad global y hago todo lo posible cada día por acercarme a ella! O no, también puede significar que se lleva el pin de un lado para otro para recordar a uno mismo, y a los demás, que el asunto es grave, que no hemos de perder tiempo en poner mentes y manos a resolver los problemas de manifiesta insostenibilidad de actuaciones, modas y descuidos. El presidente Sánchez es uno de los habituales portadores del pin de los ODS. Por cierto, que fue de los pocos que lo portó en su solapa en la entrega de los premios Goya de este año. Al margen del pin, algo se va notando ya en las palabras de alguna Ministra y Comisionada de su incipiente gobierno.

El pin que lleva Pedro Sánchez en la solapa. (EFE)

Uno, que todavía no tiene pin pues nadie se lo ha regalado, ha acudido de nuevo a Internet y ha encontrado portales en donde los venden o promocionan. El de la ONU  cuesta 7,99 dólares USA, en SDG ACTION SHOP vale menos de tres y tiene buena pinta. Los de metal de colección son más caros, los de eBay vienen sin gastos de envío; si se quiere la bandera de las Naciones Unidas se puede conseguir por 5,87 €.

Al final, nos preguntamos si la vida no va camino de convertirse, al menos en la esfera pública, en una amalgama desordenada de pines y Whatsapp. Lo hacen quienes se ganan la vida con esto, acumulando miles de seguidores de algún acto, no se excluyen escenas que el sentido común calificaría como ridículas o de mal gusto. Ese método lo emplean los políticos de todo signo para decir lo que quieren mostrarnos y mentir sobre lo que a menudo nos ocultan. Hasta la gente sensata vive pendiente de los hilos, incluido Twitter, en donde si teclea ODS le salen tal cantidad de escaparates donde mirar que puede pasarse varios días sin pestañear. También de emoticonos con corazoncitos, caras más o menos sonrientes, manos con pulgares diversos y esos gif que nos inundan cada vez que se nos ocurre mirar el terminal que nos tiene atrapados.

Por lo que se sabe hasta ahora, en España tanto empresas como gobiernos quebrantan lo exigido y comprometido en sus Agendas 2030. De hecho se ha incumplido aquel Examen Voluntario ante la ONU de 2019 que España iba a presentar, será por la inestabilidad política del año pasado. Tampoco la cosa va mucho mejor en el resto de Europa. No lo decimos nosotros. Lo demuestra el informe Europe Sustainable Development Report 2019 de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (SDSN, por sus siglas en inglés) y el Instituto de Política Ambiental Europea (IEEP).

Al final, si nos despistamos, corremos el riesgo de que los ODS sean poco más que un bonito pin. Por eso, habrá que desear suerte a la nueva Alta Comisionada para la Agenda 2030 y a la Vicepresidenta de Transición Ecológica. También, recordar a menudo que se empeñen en enseñar a todos que la vida tal cual la manejamos hoy ni siquiera está asegurada para los privilegiados; que adopten todas las medidas comprometidas para rescatarnos del olvido de lo posible, que demuestren constantemente a las empresas y la ciudadanía que vivir mañana exige algo más que ponerse el pin sostenible.

En fin. Tanto se está viralizando el pin de la sostenibilidad que el asunto (moda, preocupación, deseo o engañifla, no se sabe en qué proporción) a algunos se nos está haciendo insostenible.