Parece que la UE, si bien como conjunto no totalmente definido, quiere salir del limbo en el que se había refugiado ante las inclemencias climáticas.
Cada país, más o menos, se inventaba cositas para que la conciencia ambiental no estuviese siempre con la matraca del clima; en realidad Polonia y compañía (Hungría, República Checa, etc.) pasan del asunto. Ahora, no se sabe con certeza si debido a la presión ciudadana en varios países, un poco descoordinada y algo desorientada todavía, o porque los gobiernos se empiezan a creer lo que los científicos llevan diciéndoles hace décadas, la Unión Europea se ha decidido a plantar batalla al enemigo común que se identifica como emergencia climática, más bien como catástrofe social y ambiental con flecos preocupantes y episodios más dañinos, también económicos, de lo que se intuía.
La noticia/decisión es importante: la UE dedicará un 25% del presupuesto comunitario a la lucha contra el cambio climático, más o menos un billón de euros, entre los años 2020 y 2030, ese en el que pensamos encontrarnos en la cima de los deseos globales. Aseguran los mandamases comunitarios que el cometido principal hoy mismo es la derrota total de CO2 en el año 2050. Bien empieza el asunto: el enemigo mayor está identificado, los rastros que deja en la vida colectiva han animado a querer aniquilar sus fuentes, allí de donde sale todo para complicarnos todo. El plan de la Comisión (denominado en inglés como Sustainable Europe Investment Plan o SEIP) prevé dedicar una parte de sus presupuestos comunitarios anuales a estimular la inversión descarbonizadora; pretende diseñar una serie de normativas legales que atraigan al capital privado a la causa. Pero además, habrá partidas económicas especiales tanto para los socios de la UE menos ricos como para las regiones con alta dependencia de sistemas energéticos con grandes niveles de emisiones; lean aquí zonas mineras de Asturias o Aragón por ejemplo.
Pinta bien la cosa. Los lobbys empresariales aplauden de forma casi unánime la batalla reverdecedora, el Pacto Verde. Sin embargo, las organizaciones ecologistas, Greenpeace entre otras pero también el colectivo ecologista European Environmental Bureau (EEB), lo juzgan insuficiente. Incluso la entidad de fiscalización de lobbys Corporate Europe Observatory (CEO), opina que «el EU Green Deal está muy por debajo de lo que se necesita». El tema está tan mal, dicen todos, que son necesarias políticas más contundentes. En fin, bueno o malo, la cosa es que empiece a andar y haya voluntad de descarbonizar la economía; habrá que estar atentos al asunto, más que nada porque actuaciones similares se han difuminado en el tiempo.
En la UE parecen convencidos, a ver si todos los países, agentes sociales, empresas y ciudadanías sienten lo mismo, que “el coste de no hacer nada es mucho más caro que el de actuar con determinación y contundencia”. Algo así dijo Frans Timmermans, el vicepresidente de la Comisión Europea, encargado del Pacto Verde, cuando presentó el pacto. Anunció la preparación de un borrador para este año 2020 en el que se invitará a los países a que sean climáticamente neutrales en 2050, de un 50% o un 55% en 2030. Para ello prometió informes serios y continuados de los impactos ambientales y económicos. Por las mismas fechas, hace un mes, defendió una «transición» que sea percibida como «justa» por los ciudadanos.
Aquí está el quid de la cuestión: transición significa acción y efecto de pasar, de forma más o menos rápida, de un modo de ser a otro distinto; justa quiere decir ajustada a justicia colectiva y razón objetiva. Esto casa bien con esa frase, que es sobre todo una idea transformadora, repetida varias veces en el informe: nadie debe quedar atrás; menos los más pobres que sin duda serán muy afectados por las repercusiones de la emergencia climática. Hay que creer en esa idea rectora para desarrollar un tránsito hacia un pacto verde que sea razonable, honesto, concienzudo y acordado, que esté asegurado.
Este propósito de la UE sintoniza, en cierta manera es pionero o al menos eso parece, con el propósito Green New Deal Global, estrategia financiera que se argumenta diciendo que el cambio climático es el mayor desafío global al que se enfrenta el mundo en su conjunto, de tal forma que podría ser ya una emergencia existencial.
Desde este blog insistimos una y otra vez en que algo está sucediendo para que la especie que ha reinado en el planeta se preocupe de su futuro, proteste y se enfade por el panorama. Superar el reto, supondrá, según muchos científicos y economistas, asegurar que la especie humana como conjunto ascienda la Cima 2030 y transite sin amarguras hacia el siglo XXII.
En fin, aunque la cuestión pueda parecer capciosa, ahí va: ¿Qué razones hay para oponernos al Pacto Verde cuando nos enfrentamos a una posible extinción, aunque sea parcial?