Más de una vez nos preguntamos si tiene sentido, para una persona normal y corriente, preocuparse por una idea ética, moral o vivencial; cada cual que elija su ámbito de interrogación, o el escenario donde se sienta más cómodo.
Las ideas que justifican el obrar son y no son, a veces están detrás de lo que hace uno mismo o la gente; en otras ocasiones cuesta identificarlas. Hay quien asegura que se han evaporado con la socialización agresiva. Tal vez porque vivimos en un estado de tiempo perdido; acaso porque quienes nos guían se empeñan en espantarnos las ideas. A lo mejor quienes dudamos somos unos ilusos. ¡Vete a saber!
Viene todo esto a cuenta de que uno va por la calle, no digamos si se asoma a una cadena de televisión o escucha la radio, y siente la llamada constante del consumo. Carteles publicitarios que pintan la realidad plena de belleza y armonía, que animan a ser más y mejor, nos acompañan cada minuto de nuestra vida. Puede que alguien o muchas personas no lo vean así, o se hayan mimetizado con “el territorio del todo quiero”, pero tal como lo veo lo cuento.
Es más, si cualquiera tiene la osadía de buscar un producto en Internet, entender sus cualidades, saber su precio o dónde se vende simplemente, se verá sacudido sine díe con ofertas sobre él cada vez que se asome a la red, bien sea para leer el periódico preferido o entrar en una red de amigos.
Ante este atropello, sobre todo pensando en las limitaciones de las materias primas y en su correcta gestión, se aconseja una remoción del fuero interno como ejercicio de placer. No, no es la estupidez que a primera vista pueda parecer.
Imaginen que se aíslan de la publicidad y retienen por un rato el pensamiento crítico, probablemente disidente, sobre la dependencia individual del consumo. Después pueden ampliar su campo de lectura a su entorno próximo, o el mundo en general, exportar la duda individual sobre si el consumo manda o no. Recientes tenemos los supuestos acuerdos del último G-20 de Japón.
¿Llegaremos a rebelarnos? Mientras tanto, vivan un poco el tiempo futuro, ese que viene adornado de sostenibilidad global; al menos piensen en lo que queda de él. La disidencia, frente a colapsos y a los grandes desafíos, nunca se agota. Acaso se aburguesa con la edad. Bueno, en realidad, hay bastante gente que se contenta con el pensamiento 1.0, a lo mucho; y este hace tiempo que dejó de ser útil, o se pasó de moda.
El consumismo es un asunto al que le doy vuelta de tanto en cuanto; y nunca logro resolver del todo mis dudas; incluso siendo un intencionado consumidor disidente. Esta reiteración me pasa por ser tan dado al pensamiento ocioso.
Lo dejamos aquí. Por cierto, ¿Qué será del consumismo en el año 2030?
Hay compras que satisfacen más que tratar con algunas personas…
07 agosto 2019 | 1:21 am