La progresiva y contundente igualdad de género es un requisito indispensable para alcanzar la Cima 2030; no solo es así porque lo formule el ODS 5 -en el sentido de su trascendencia para tirar de los demás-, sino porque en un contexto de crisis se necesitan todas las energías posibles, y las mujeres han dado muestras de sus grandes capacidades en múltiples casos.
Nos atreveríamos a decir que el camino más adecuado para conseguir la igualdad de género lo marca la educación recibida y atesorada, tanto en un sistema reglado como en una sociedad culturalmente positiva. Seguro que esta afirmación la compartirían miles de millones de personas bien intencionadas.
Veamos lo que dice el reciente informe GEM 2019 de la UNESCO. Lleva un subtítulo tan sugerente que aboga por construir puentes para la igualdad de género. Resalta que, en el conjunto mundial, «más de la mitad de la ayuda a la educación del G7 se destina a la consecución de la igualdad de género«, con países especialmente involucrados como Canadá. Pero esto no deja de ser una cifra.
Desde hace unos años la UNESCO se empeña en demostrar que una educación continuada y de calidad constituye la mejor estrategia para enfrentarse a los complejos desafíos del futuro mundial, que cada día llega antes. Para ello es necesaria una educación universal, permanente a lo largo de la vida. La educación está en el centro de los ODS para 2030.
Dentro de ella, la educación de género tiene una doble intención: por un lado, la completa educación de niñas, jóvenes y mujeres es un derecho humano universal, todavía no logrado. Por otro, es un requisito indispensable para cualquier país que quiera un desarrollo sostenible y que aspire a que este se consolide en un espacio de paz.
En estos tiempos de quejas colectivas por lo que pasa aquí, pongámonos delante del espejo y pensemos que nos encontramos personalmente ante alguna de estas situaciones:
- Somos parte de la alta tasa de abandono escolar, y de graduación, que soportan niñas y jóvenes en enseñanza obligatoria de muchos países.
- Conocemos, o sufrimos, la violencia sexista que nos inutiliza el acceso a la escuela, como a las niñas en más del 25% de países.
- Vemos deteriorada nuestra educación por la necesidad de atender a tareas domésticas familiares, cosa que no hacen los chicos.
- La escuela a la que debería ir no dispone de instalaciones adecuadas para resolver la higiene menstrual de las jóvenes; otras ni siquiera están equipadas con baños para el lavado de manos con agua y jabón.
¿Cómo nos vemos en el espejo?
Debemos ser conscientes de que la paridad educativa en primaria todavía está lejos en más de un tercio de países, en más de la mitad en secundaria, especialmente en el segundo ciclo de esta.
Ante esta situación de desigualdad de género en algo tan básico como la educación, habrá que insistir mucho ante las autoridades para conseguir que la igualdad de género sea visible en la reforma curricular y quede recogida en los libros de texto, para que haga hincapié en la participación de las niñas en los programas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas; pero sobre todo, para que persiga el acceso seguro a las escuelas.
Por ahora, la igualdad de género es un horizonte difuso en la Agenda 2030, también con perfiles poco nítidos en ciertas escalas de los países ricos. Por cierto, no se pierdan los informes GEM de la UNESCO de los años precedentes.
Excelente artículo. Indispensable en este momento de la historia.
Saludos
23 julio 2019 | 9:33 am
Igualdad a conveniencia, nada de realizar los mismos trabajos en las mismas condiciones de esfuerzo físico, titulación, sueldo
23 julio 2019 | 9:55 am