Todos recordamos la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD), celebrada en Río de Janeiro en 1992. De ella debían surgir acuerdos internacionales para equilibrar mejor las variables ecológicas, sociales y económicas, que definirían un adecuado Desarrollo Sostenible mundial para el siglo XXI. Asistieron dirigentes de centenares de países, directivos de grandes empresas, miles de periodistas y también representantes de las ONG y de la sociedad civil. Todo un hito mundial que quería ser trascendente.
Allí, la joven canadiense Seven Suzuki, en representación de muchos jóvenes de 12 y 13 años, subió a la tribunapara hablar en nombre de las generaciones futuras, para lamentar que a pesar de haber tanta gente que padecía hambre en el mundo, que lloraba por ello, sus llantos no eran escuchados; para denunciar la acelerada pérdida de la biodiversidad, para ilustrar cómo la contaminación de las aguas estaba acabando con la fauna que en ella habitaba y de las plantas que resistían en los humedales.
Contaba sus sueños. Distinguía grandes manadas de animales salvajes, espesas junglas y bosques tropicales plenos de vida animal. Se preguntaba si sus hijos los verían o alguien debería hacer memoria y contárselo.
Interpelaba a los mandatarios allí presentes si cuando eran jóvenes sucedían estas cosas y, a la vez, les reclamaba un enorme esfuerzo – eran madres y padres antes que sus cargos o profesiones – para preservar lo que todavía quedaba para sus hijos. Les hacía ver que el tiempo se acababa, que las soluciones no iban a ser fáciles.
Suzuki comparaba las cosas que a ella le sobraban en su país con la pobreza que había visto en las calles de Brasil. Afeaba que, mientras en las escuelas de los países ricos se habla de arreglar los estropicios ambientales y sociales, de compartir y no ser avaros, de no herir a otras criaturas, los allí presentes hacen lo contrario que predican. Por eso tenían que celebrar conferencias como la de Río, para ponerse de acuerdo en arreglar las destrucciones previas. Pero, a nuestro pesar, todos los mandamases políticos y económicos sufren una tendencia compulsiva a esquivar la verdad; son desmemoriados.
Han pasado tantos años desde 1992, se han celebrado tantas conferencias sobre el mismo tema, que ella u otras luchadoras que quieren hacer que la memoria ecológica sea sostenible, deberían subir a todas las tribunas sociales; como recientemente ha hecho en Katowice Greta Thumberg denunciando la inacción ante la crisis climática.
¿Qué pensarán aquellas jóvenes de 1992 sobre lo que demanda hoy esta última y quienes la acompañan? Seguro que ni ellas ni las actuales denunciantes se conforman ya con soñar, necesitan realidades; el olvido de su futuro, el de sus hijos e hijas, se les hará insostenible.
Que todo un doctor en Geografía no vea que es un personaje prefabricado (una de tantas) y controlada por las élites globalistas no habla muy bien de Usted.
18 junio 2019 | 2:29 pm
Hoy en día estamos teniendo problemas ecológicos en el sur de México. Gracia por compartir!
22 junio 2019 | 12:16 am