Te contamos los Juegos desde Pekín

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Bienvenido Mr. Bush…

Algo me olía antes de entrar al Cubo: segundo día de competición y primera baldosa amarilla en el camino de Phelps, que aspiraba al primero de los ocho oros que necesita para ascender a la categoría de mayor mito de la historia olímpica.

En la puerta de acceso para la prensa, 50 periodistas fuimos retenidos por un cordón policial de los que aquí se estilan, una pasada vamos. Y en ese momento, una caravana de 25 coches nos pasó por delante: todos negros, con cristales tintados, en plan película.

La razón la conocí a los diez minutos, ya en la grada, cuando 20 tipos de 4×4, porque el 2×2 se les quedaba corto, rodeaban a otro de pelo blanco y camista azul que ondeaba la bandera estadounidense. Sí, el caballero era George Bush.

Durante los minutos que estuvo en la grada, al presidente de Estados Unidos le dio tiempo a hacer de todo: jalear a Phelps cual ultra, ondear la banderita de las barras y estrellas o fotografiarse con aquel valiente que pudiera traspasar su cordón de seguridad.

Tal como llegó, se esfumó, con toda su cohorte detrás.¿Imagináis de que pudo hablar con el presidente chino? Se admiten ideas…

PD: Increíble, está lloviendo en Pekín y no hace calor. Bueno, sólo un poco.

«Samu, ¿vas bien? Pues a por ellos»

¿Qué palabras sirven para contar algo como lo de hoy?

Aquí, bajo la muralla china, Samuel Sánchez acaba de estrenar el medallero español y no con cualquier cosa, con una chapa dorada.

Es una medalla, pero en realidad cuentan como cinco: el equipo español de ciclismo ha funcionado durante toda la semana como una familia y como una máquina estas últimas horas.

Nada más terminar la prueba, las anécdotas han ido surgiendo, una tras otra. Los primeros en felicitar a Samuel han sido sus familiares, y luego ha llegado el turno oficial: el presidente Zapatero y el Rey Juan Carlos.

«Te llama el Rey», le decía al oro olímpico el Secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissaveztky. Pero Samuel no podía atenderle y Jaime le ha terminado pasando el teléfono a un miembro del equipo, con Su Majestad esperando al otro lado de la línea. Vaya escena.

Después ha llegado Carlos Sastre, cansado pero radiante. «¡Qué lujazo de carrera! A falta de dos vueltas, he preguntado a todos cómo iban. Alejandro y Samu decían que muy bien y Alberto que así así, y le he dicho a Samuel que lo intentara. A por ellos. Y ha ganado. Cojonudo».

Increíble ver al ganador del Tour de Francia actuando de gregario . Su veteranía le ha convertido en el jefe, dirigiendo a sus compañeros y consolando a Andy Schleck, su aliado en el CSC, rival ayer. «Niño, no estés mal, no pasa nada», le decía en meta, después de que el luxemburgués se haya quedado sin medalla en el último metro.

La ceremonia de medallas llegó después, corta y sobria pero emocionante, con Samuel dirigiendo sus ojos al cielo, mientras las lágrimas tomaban el camino inverso. Y al fondo, la Muralla, seria y firme, decorando el gran día de un gran ciclista.

¡¡Vamos Valverde!!

Son las cuatro y media en la llegada a meta de la prueba de ciclismo, un sitio precioso con la Gran Muralla de fondo, y la tensión es enorme.

Por aquí no dejan de desfilar ciclistas al borde del colapso. La palabra que más se repite es sauna. Si estando parado ya es insufrible, no me pongo en la piel de ellos.

Mientras los aficionados que llenan las gradas no paran de gritar, los periodistas estamos de un lado para otro. El abandono de Freire ha provocado un caos inmenso, sobre todo entre nosotros, los españoles, que buscábamos mil fuentes para confirmarlo.

Hay un sano pique entre los reporteros de cada país. Alemanes, italianos y españoles estamos más atentos que nadie. Eso sí, todos ven como favorito a Valverde, mientras Sastre está arrasando, poniendo a todos en fila india. Se promete un gran final…Yo apuesto por Valverde.

Los españoles la lían en el desfile

¡Impresionannteeeeeeeeeeeeee!! Salió la delegación española y empezó la fiesta grande en el Estadio Nacional, el centro de los Juegos Olímpicos de Pekín. Nuestros deportistas tenían ganas de jarana. Se vio nada más salir del fondo sur. Saludaron al palco. Por las pantallas se proyectaban imágenes de Juan Antonio Samaranch, presidente de honor del CIO. Encaraban la recta y explotaba la alegría, el gozo. El alboroto made in Spain.

Ellos de rojo, ellas de amarillo. Un festival rojigualdo. Llegaron a la final de los 100 metros. Apoteósico. Rompieron el protocolo. Y se fueron espontáneamente a saludar a un cámara de televisión. Imagino que al de TVE. Desde nuestra posición no se veía.

David Cal el abanderado iba en cabeza. Tras él el espectáculo. Nadal no paraba de sonreír y de hacer bromas. Aíto, el seleccionador de baloncesto, habitualmente serio, reía de oreja a oreja (le estaban grabando en video). Las chicas de hochey también con cámara en mano. Y los del balonmano, waterpolo, baloncesto… Entre los nuestros faltaban Gemma Mengual y las chicas de sincronizada (ya en Shangai) y Deferr, que compite mañana.

En la curva, nueva parada. Saludos a las gradas. Brazos en alto. Sonrisas. Caras llenas de felicidad. Y las gradas también respondieron. El público chino (que gritaba poco hasta entonces o el estadio está insonorizado) respondió y rugió.

Hay un ambientazo fenomenal en la delegación española. El presidente del COE, Alejandro Blanco, nos asegura que no se había visto otro igual. Ojala se buen rollo se traduzca en oro, plata y bronce.

¡Se me ha puesto la piel de gallina!

Vaya momento que acabo de vivir. Ya entiendo porque no hay un sólo voluntario por aquí. Iba a salir a patearme la calle para acercarme al Nido, pero en el pasillo del MPC topé con una escena inolvidable: más de 300 voluntarios chinos sentados en el pasillo siguiendo emocionados la ceremonia. Un coro de ¡¡¡ohhhhh!!! seguía cada escena televisiva.

Pero lo mejor ha sido cuando ha sonado el himno nacional chino: todos se han puesto de pie y han comenzado a cantar, muchos con lágrimas en los ojos.

He hecho un minivídeo para que lo veais y si la imagen tiembla, es sencillamente porque mientras grababa, la piel se me estaba poniendo de gallina, tal cual. Bueno, y que no soy Spielberg.

Al rumor del griterío, más de 10 cámaras han acudido raudas para grabar la escena. No era para menos.

Seguimos en contacto, que todavía queda mucho.

El Nido más grande del mundo

En el Centro de Prensa el aire acondicionado no da para más. El fresquito apenas se nota, pero algo tendremos que ver los más de 10.000 periodistas que aquí nos juntamos ahora, a unas tres horas del comienzo de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos.

El estadio, conocido como El Nido registra ya un tercio de entrada y sobre la lona que cubre el césped hay tres dragones. La música ya atrona y casi todo está listo. Grecia será el primero en desfilar y China el último. Atentos a España, en la posición número 75.

Un sorteo inocente decidió que fuera Kike el afortunado en presenciar in situ un acontecimiento inolvidable, y se lo merece, pero seguirlo desde aquí tampoco es moco de pavo, y en este pequeño diario intentaré amenizar un poco las cinco horas de ceremonia con algún detalle o matiz que se le escape a la televisión.

De antemano, os puedo decir que incidentes como aquel pezón de la Jackson o protestas antichinas es complicado que se puedan ver, no que no sucedan. La realización tendrá un retardo considerable, por si acaso.

Acabamos de volver de la zona y es impresionante el despliegue policial. Creo que las palabras no llegan para describir lo que está pasando aquí, con dos soldados y policías por persona. Hayseguridad hasta en el techo del Nido.

Hace unos minutos llamé al equipo de sincro. Están concentradas en Shanghai y no podrán asistir. Thais, una de sus componentes, me dijo ayer que le da una rabia tremenda, «pero es lo que hay».

Tampoco la gimnasia estará en el desfile. «Seis horas de pie, ufff. Demasiado para mis piernas», se disculpó Deferr hace unos días. Él iba a ser el abanderado, pero al final le tocará a Cal, un deportista tan genial como introvertido.

Y mientras, el tiempo vuela y en el centro de prensa ya no cabe nadie. No hay mesa libre y todos trabajamos frenéticamente. Mi ordenador tiene ahora mismo conectados cinco cables diferentes: telefono, batería, cámara, cargador y cable de red y alguno más que se me escapa. El portatil no da para más.

Así que, aunque lo veáis por la tele, de vez en cuando clicar en el blog para compartirlo juntos.

Letizia, la mujer de rojo

Nada estaba planeado, ni por asomo pensamos que sucedería así, pero una vez más, afortunadamente, el protocolo y la etiqueta cedieron paso a la naturalidad.

Tanto Kike como yo acudimos invitados a la apertura de la Casa de España, cerca de Tiananmen, con la intención de hablar con el mayor número posible de deportistas.

Para qué negarlo, la utopía era poder recoger algunas palabras de sus altezas los Príncipes de Asturias, pero el asunto era complicado, y me quedo corto.

Tremendo panorama: veías a Aíto García Reneses a un lado, te girabas y topabas con Pedro Delgado, a tu espalda el alcalde de Barcelona. Incluso el ex árbitro López Nieto andaba por allí, degustando un jamón que madre mía que jamón. Mientras, Kike charlaba animadamente con Ricky Rubio. Ambos están unidos por su amor a Badalona.

Paralelamente, en el estrado, el Príncipe Felipe iniciaba su discurso, momento precedido por el tropezón de su jefe de protocolo, que se comió las escaleras y a poco se queda sin discurso y sin dientes. A su lado, Letizia le miraba, seria, firme, con un vestido rojo de traje y chaqueta, y zapatos plateados de tacón kilómetrico. Relucía.

Concluyó la perorata y los Príncipes se mezclaron con todos los deportistas. Justo detrás de ellos, nosotros. La primera duda era si llamarle al nombre de Príncipe, Felipe, Su Alteza o qué se yo. Así que optamos por Príncipe: no respondió a la primera pero sí a la segunda, y ambos se dieron la vuelta al unísono. Y ahora ¿que?.

Así que Kike yo nos encontramos cara a cara con Felipe y Letizia y mil cámaras alrededor. Él fue más formal y nos contestó con algún tópico que otro, aunque me quedo con una frase: “Estoy todavía con el jet-lag y asado de calor”. Vale, es una chorrada de frase, pero viniendo de quien venía…

Fue la Princesa quien más nos sorprendió. Letizia no mira, te observa y se interesa por todo lo que te rodea. Se acercó y nos miró de tal forma y manera que costaba mantener la compostura y la pose oficial para no hablarla de tú a tú. “¿Cómo os llamáis, de qué medios sois?”, fue lo primero que nos dijo. “Cuando estaba en Televisión leía bastante el 20 minutos”, prosiguió.

Después llegó la pregunta de Kike: ¿Le gustaría cubrir estos Juegos como periodista? “Soy muy feliz siendo princesa”, nos respondió.

Quiso hacerse una foto con todos los periodistas que allí estábamos, pero el gesto impaciente de su esposo la disuadió.

Después, mil saludos y fotos a quién se lo pidiera, servidores incluidos. Eso sí, de tocar a Letizia nada: un compañero lo intentó y el manotazo del guardaespaldas fue instantáneo.

Cuando ya enfilaban la salida, volví a coincidir con ella. “Bueno Raúl, ¿cómo estás?, ¿ha venido algún diario gratuito más? ¿hasta cuándo estáis aquí?”. Por entonces ya no sabía quién de los dos era el periodista. “Nosotros nos quedaremos unos días, y estaremos viniendo de vez en cuando. Nos veremos por aquí”.

Y Letizia, la Princesa, se marchó, dejando huella.

¡Atrapados en el caos de tráfico de Pekín!

Cuando un periodista tiene una noticia quiere soltarla cuanto antes. Y más si es una entrevista exclusiva a Usain Bolt, el hombre más rápido del mundo (9.72 segundos), antes de los Juegos Olímpicos de Pekín. Si no puedes hacerlo de inmediato te desesperas. Nos pasó el martes por la tarde. Teníamos la noticia, pero chocamos con un inesperado: la catástrofe circulatoria. Es un ejemplo de la que se vive aquí a falta de dos días para los Juegos Olímpicos. El caos es monumental. Lo nunca visto.

Primer acto: Pelea por coger un taxi. A la quinta o la sexta conseguimos coger un taxi, una tarea difícil en el centro financiero de Pekín. ¡Bravo!

El taxista nos dice que any problem (ningún problema). Nos llevaba al MPC (el Main Press Center, la casa donde trabajamos los periodistas en estos Juegos Olímpicos de Pekín). Ahí empezó nuestro quebradero de cabeza. No tenía ni idea por donde se iba. Agarró su móvil. Hablaba y hablaba muy cabreado. De inglés, ni papa. Cero. Nothing. Ná de ná. Seguía hablando. De repente, nos pasó el aparato. Era una señorita de la centralita, de su compañía de taxis. Se lo repetimos hasta 10 veces. Ma-in-press-cen-ter. Muy despacio. Poco a poco. Fuerte, ya sin paciencia.

La empleada nos asegura que lo chequea en el mapa. Que lo tiene todo controlado. Se lo dice al taxista. Hasta ocho nuevas llamadas. Sólo se oyen exabruptos en chino. Estaba claro. El taxista estaba más perdido que el barco del arroz.

Segundo acto: Vueltas y más vueltas. Nos perdimos. Estábamos atrapados en medio de un caos de tráfico como el que no hemos visto en la vida: calles atestadas, coches haciendo cambio de sentido en plena calle, viandantes por el asfalto, bicicletas, madres haciendo fotos a niños en la calzada… Y la gran paradoja, otras grandes avenidas, las que rodean al anillo olímpico, cortadas al tráfico.

Tercer acto: Aleluya. Seguíamos en el taxi. Y sin rumblo nada claro. La tensión aumenta. Decidimos apearnos. Pagamos y nos bajamos del taxi. Andamos, perdidos y desorientados. Agotados. Preguntamos en un hotel por un bus al MPC. Sale en 40 minutos. Más caminata. Paramos otro taxi. Parece que se sabe el camino. Vemos la señal, MPC. Aleluyaaaaaaaaaaaa. Pero cuando está a punto de encarar la recta, cambia de sentido y se va en dirección contraria. ¡No puede ser! Le pedimos que pare. Abonamos. Y encaramos la avenida olímpica. Al final, llegamos al MPC. Nos repartimos el trabajo y a escribir: la entrevista y los dos post del blog. Hoy vamos a ver la antorcha olómpica por las calles de Pekín. A ver qué pasa.

La entrevista con Bolt: la apoteosis

25 horas más tarde de salir de Madrid para vivir los Juegos Olímpicos de Pekín estábamos delante del hombre más rápido del mundo: Usain Bolt, jamaicano de 21 años. El recordman mundial de los 100 metros lisos. Paró el crono el 31 de mayo en 9 segundos y 72 décimas. Nos frotábamos los ojos por sueño y hambre: en más de un día sólo habíamos comido arroz y una ración de pollo picante. Y estábamos ante un sueño personal y profesional, preguntarle de viva voz a la máquina humana más veloz del planeta.

Allí estábamos, embelesados, por haber conseguido una entrevista exclusiva con Usain Bolt. 20minutos.es fue el primer medio en obtenerla tras una multitudinaria rueda de prensa, la primera de una gran estrella en estos Juegos Olímpicos de Pekín. Más de una docena de cámaras, un centenar largo de periodistas, agencias, televisiones, radios y periódicos de todo el mundo. Eran sobre las 18.00 h en Pekín, las doce de la mañana en España.

Bolt es una estrella, que poco tiene que envidiar a los grandes de la música o del cine. Como tal se le recibió. Un show completo. Expectación mundial. Sonaba Ay cosita linda a ritmo de bossa nova, luces de colores, focos y un sillón de terciopelo en el centro del club. Él, la gran estrella.

La entrevista exclusiva ha sido en una sala privada del Cigar Jazz and Wine (CJW), un modernísimo garito en el distrito financiero y diplomático de Pekín, gracias a la intermediación de Andrew Szwajkowski, de la agencia Edelman que colabora con Puma. Bolt lucía un magnífico reloj dorado en su mano izquierda; un gran anillo en el dedo corazón de la misma mano y otro más discreto en el índice de la derecha. Una estampa impresionante: alto y fortísimo. Jersey verde de Puma, haciendo gala de su orgullosísimo origen jamaicano; tejanos y unas zapatillas doradas, negras y verdes. Y muy serio, muy concentrado, como si estuviera en la recta del estadio olímpico.

Brotó a reír espontáneamente en cuanto le preguntamos cómo de grande sería la fiesta en su país si obtenía la medalla de oro y si España de baloncesto ganaría a la EE UU. Usain se portó como un caballero. Contestó a todo. Se despidió dándonos la mano y con un amable thanks. Nosotros le deseamos suerte. La misma que hemos tenido (¡y nuestro trabajo nos ha costado!) en nuestra primera jornada olímpica: entrevistar personalmente a Usain Bolt, el hombre- relámpago.

Pekín, 5 de agosto, ya estamos aquí.

Imagino que a estas horas, ya las dos de la tarde por aquí, en España aún estáis abriendo los ojos, o algunos ni eso. En el caso de Kike y mío, llevamos día y medio sin cerrarlos…Ya sabéis, las cosas del jet-lag que, primero te convierten en lechuza y luego en zombi.

Pero bueno, al lío. Doce horas duró el vuelo que nos llevó a los Juegos Olímpicos. Se hizo ameno, entre el Señor de los Anillos, el ronquido armónico del vecino y la revisión del plan que hemos hecho para los Juegos.

Somos sólo dos (nuestros colegas de la Ser, que viajaban al lado, son ¡13 o 14!), pero intentaremos cubrirlo todo, o casi.

A Pekín llegamos a las seis de la mañana, con casi 30º de temperatura para recibirnos, casi nada.

La humedad no sé medirla, pero a los dos minutos, mi camiseta ya era de neopreno,así que muy húmeda la cosa. Raudo acudió el conductor del autobus para echarnos una mano, poniendo el aire acondicionado a 10º y llamando a la puerta del resfriado.

No debe ir mal aquí el negocio del aire fresquito pues no hay casa que no lo tenga.

Al hotel fue llegar, abrir la maleta, intentar ordenarlo todo, intentar, y a la calle, tras una docena de controles y recontroles.

La primera parada ha sido el centro internacional de prensa, residencia perpetua de periodistas de mil colores y razas.

Para empezar, nos han prohibido grabar y fotografiar en cualquier recinto olímpico, so pena de vuelta anticipada para España. Reconozco que estamos deseando navegar un poco por Internet y buscar algunas direcciones políticamente incorrectas, a ver que es lo que pasa…

Eso sí, no puedo irme sin dar un palo a la organización: cada periodista tocamos a tres voluntarios cada uno, cojonudo, pero de los 30 con los que hemos hablado, ninguno habla inglés, ni siquiera lo chapurrean…Un poquito de por favor, digo yo, que con voluntad y una sonrisa a veces no

basta.

Bueno, ahora tenemos un acto con Usain Bolt, a ver si conseguimos entrevistarle y grabarle sin que el COI se eche encima.

Por cierto, cualquier curiosidad que tengáis, no dudéis en preguntarnos…