Las tarjetas de visita o tarjetas de presentación son un instrumento imprescindible para la interacción de cualquier empresa con sus potenciales clientes. Habitualmente incluyen los datos de contacto principales, ya sean de una empresa, un empleado o un individuo cuando trabaja de autónomo.
Generalmente se entregan en la primera visita, por lo que es un elemento de inicio vital para introducirse a los futuros clientes. Aunque antiguamente solían tener un patrón más o menos cerrado en cuanto a contenido se refiere, en la actualidad estas normas no escritas se desdibujan para poder dar paso a un sinfín de ideas, como veremos más adelante. Esto ha sido potenciado principalmente por la mejora en el desarrollo de las artes gráficas, así como de los métodos de impresión en los últimos años.

Tarjetas de visita
Hoy en día hasta es posible realizar su encargo de forma online, sin necesidad de salir de casa y con apenas unos clics.
Las tarjetas de visita son un arma de doble filo en cuanto a resultados publicitarios se refiere. Por un lado, nos permitirá llevar a cabo la difusión de nuestro nombre, marca e imagen corporativa, lo que nos acercará a nuestros posibles compradores de una forma directa. Por otro, al ofrecer información útil para el cliente, este podrá ponerse en contacto con nosotros, facilitándole la búsqueda de nuestros servicios, de forma que, alisando el camino de gestión, aumentemos la probabilidad de compra.
Tal es su importancia en el proceso de compraventa que, a pesar del desarrollo del mundo digital, todavía siguen siendo un pilar importante en el comercio. Esto se debe fundamentalmente a la imagen de seriedad y profesionalidad, pero a la vez de cercanía, que otorga la entrega en mano de un elemento de presentación. Y es que una primera impresión siempre marca la diferencia.
A pesar de todas estas ventajas de rendimiento que una simple tarjeta de visita nos puede ofrecer, debemos tener en cuenta que su precio suele ser reducido, puesto que suelen solicitarse e imprimirse en un número considerable de unidades. Esto es un hándicap a la hora de hacer balance de empresa, pues consiste en un buen método publicitario que nos va a reportar beneficio económico seguro (ya sea en forma de más ventas, más clientes o fidelización de los antiguos) mientras que sus costes son limitados. De hecho, todos los productos publicitarios impresos, como los flyers, dípticos y trípticos, tienen esta característica como principal cualidad.
Un poco de historia
La historia de las tarjetas se remonta a la Europa del Siglo XVII, con una sociedad potentemente estratificada en clases económicas, comenzaron a aparecer elementos similares a tarjetas de visita, que eran entregadas por parte de aristócratas y personas de alto estatus a sus súbditos. Eran pues herramientas que simbolizaban poder y hegemonía.
Se empleaban también a modo de comunicación formal entre la élite (especialmente francesa e inglesa). La entrega de una tarjeta de presentación propia y respuesta con otra del interlocutor se consideraba muestra de aprobación.
Todo este proceso se realizaba a través de criados y personal de servidumbre, de forma que en ningún momento las personas interesadas llegaban a verse personalmente antes de la conformidad de ambas partes. Con ello, es posible deducir que este método de interacción social quedaba relegado a los más altos estratos de la sociedad de la época.
En este contexto, los formatos eran variados y generalmente incluían decoraciones ostentosas con composiciones complejas y acompañadas del escudo de armas familiar.
A partir del Siglo XIX se rompió con todo este autoritarismo social. Así, las tarjetas de presentación comenzaron a reunirse en formatos más similares al actual, tanto en lo referente a dimensiones como en diseño y uso. Las tarjetas de visita dejaron de ser un elemento característico de las clases superiores, para introducirse en el comercio y, con ello, en clases medias que comenzarían a surgir en esta época.
¿De qué están hechas las tarjetas de visita?
El material más difundido para la creación de tarjetas de visita es el papel estucado que, por sus características, es el que mejor se adapta a la finalidad de las tarjetas. Generalmente, su gramaje suele rondar los 350 g/m2, lo que le proporciona una consistencia adecuada al tacto. No obstante, esto es solo el comienzo.
Actualmente es posible encontrar multitud de materiales y acabados que, combinados, nos permiten generar una increíble cantidad de variables a la hora de crear nuestras tarjetas de presentación. Laminados, troquelados, cortes especiales, impresión en PVC, papel Kraft, verjurados, barnices selectivos, en relieve, acabados brillo o mate… Las opciones son abrumadoras.
Es por esto por lo que no hay dos tarjetas de visita iguales y que el diseño debe ser el idóneo para su finalidad.
Un par de trucos para conseguir las mejores tarjetas de presentación
Como sabemos por lo descrito anteriormente, nuestras tarjetas de visita van a ser nuestro elemento de presentación. Es por esto por lo que una buena sensación en el primer contacto es esencial para que logremos finalizar el proceso de venta. Aquí es donde juega un papel importante el diseño de nuestras tarjetas, ya que debe ser lo suficientemente único como para ponernos en la delantera de nuestra competencia.
Nuestro diseño deberá ser personal e intransferible. Debemos tomarnos la libertad de comprobar los trabajos de otras empresas de nuestro sector e inspirarnos en sus diseños para seguir la línea del gremio. No obstante, una copia nos hará perder puntos y, además, nos meterá dentro del saco del grueso de la media. Un buen diseño debe destacar porque lo que ofrece es único y fresco.
Así, debemos luchar porque nuestras tarjetas de presentación sean un reflejo inicial en consonancia con nuestro trabajo. Es muy importante lo que se dice con las palabras, pero puede ser mucho más lo que se dice sin ellas. Un logotipo, una fuente, un tamaño y unos colores pueden ser la diferencia entre un sí y un no. Por ello, debemos pensar en qué tipo de clientes van a ser usuarios o compradores de nuestro catálogo y dirigir el diseño de nuestras tarjetas a su captura. Explota los puntos fuertes de tu negocio.
Por último, te aconsejamos que eches mano de la cantidad de opciones disponibles que hay en el mercado. Olvídate del fondo blanco y las letras en negro; juega con texturas, colores y trasparencias para lograr efectos increíbles que vayan más allá del texto impreso. Son estas peculiaridades las que permanecen en la retina y que incentivan los procesos cognitivos que desembocan en una compra específicamente a un comprador en concreto. Y esto, por supuesto, se traduce en mejores resultados.
En definitiva, no hay mejor consejo que el que tu propia experiencia te ofrezca.
Autor: Alberto Alegre.