The Mars Volta | Noctourniquet

Fecha:

WARNER BROS.

 

[2012][7,9]

En sus entrevistas más recientes, Cedric Bixler-Zavala, voz de The Mars Volta, comentaba respecto al próximo trabajo de la banda que habría un gran cambio en el sonido, siendo un disco mucho más directo (“punk futurista”, como él lo definía), alejado de improvisaciones interminables y tomando un camino totalmente distinto en cuanto ha su sonido. Pues bien, ese camino no es tan distante de lo que han hecho siempre en este Noctourniquet (2012), tanto en su indudable calidad, en su paciente digestión o su constante innovación. No es tan directo como prometían, pero tampoco tan alejado de su experimental estilo. Cada uno de sus trabajos es una obra de arte, con cientos de distintas pinceladas siempre de una paleta diferente, pero con la mano del mismo artista tras estos.

Como binomio inseparable y únicos miembros inamovibles de la banda, Cedric y Omer Rodríguez-López han marcado una nueva frontera para la banda. Mientras su anterior álbum, Octahedron (2009), el menos inspirado de toda su discografía, resultó más bien un mero trámite y una extensión innecesaria de su The Bedlam In Goliath (2008), aquí las fronteras están mucho mejor definidas, a pesar de que su grabación se llevará a cabo, en su mayoría, poco después del proceso de mezcla de su trabajo previo. La sonoridad electrónica tiene una presencia inédita en el trabajo de Mars Volta. Sin ser en absoluto protagonista de este nuevo proyecto, su peso es importante en el trabajo de arreglos en la casi totalidad de los temas, por lo general incorporándose de una manera coherente en temas como Imago o Lapochka, haciéndose en ocasiones muy complicado diferenciar entre lo eléctrico y lo electrónico, dado su gusto por el uso de efectos a cada cual más bizarro, así como también hay temas donde la electrónica chirría más, como The Whip Hand, donde los samplers y realmente la canción por lo general no llega a sentirse como un todo compacto.

Es cierto que no hay temas con dilatadas sesiones de jam como antes, cerrando los temas de una manera más uniforme, pero en sí la composición clásica de la banda tiene ese aire de improvisación constante que revigoriza los temas a cada escucha y permite descubrir detalles pasados por alto anteriormente. The Malkin Jewel, primer single del álbum, es un claro ejemplo de la separación de la línea clásica del grupo y en su robótica mezcla con el reggae ofrece esta uniformidad, en un disco cuyo tema más largo no pasa de mucho más de 7 minutos, y eso es muy poco para la banda de El Paso. La ecléctica emotividad de sus temas sigue siendo uno de sus puntos más fuertes, elevados a su máximo exponente en los temas Aegis e In Absentia (sí, los títulos siguen siendo igual de singulares y exóticos), temas donde los sonidos electrónicos también tienen una importancia notable, aunque el virtuosismo de Omar en la instrumentación acústica, tanto en composición como en ejecución, nunca va a poder quedar por debajo. La voz de Cedric sigue siendo uno de los ingredientes que hace esta mezcla tan soberbia. A pesar de ser escrita mucho tiempo después de la música, la espera ha merecido la pena. El trabajo en dobles voces, coros y la teatralidad que muchas veces lo ha caracterizado no hace tanto acto de presencia, dando lugar a un trabajo más simple en comparación pero extraordinariamente trabajado. Ese registro alto sigue siendo inconfundible e inimitable, aunque aquí expande más su versatilidad hacia melodías más graves.

Encontramos temas más pausados como Trinkets Pale Of Moon o Vedamalady, como recta final ascendiente hacia Zed And Two Naughts, pero por lo general la dinámica del disco se encuentra a medio camino entre las baladas clásicas de la banda como Televators y la impetuosa furia incontrolable de Drunkship Of Lanterns, prescindiendo de esta en su forma más estricta y optando por una potencia más controlada en pos de una sensibilidad mayor frente a la descomunal agresividad virtuosa de su faceta más punk, presente en gran medida debido al cambio de batería, con la misma rareza rítmica, pero más enfocada en la variedad de patrones que en la vertiginosa destreza de su anterior batería Thomas Pridgen.

Otra joya que, como cada uno de sus trabajos, es de difícil gestación y por lo tanto de difícil comprensión. Cada álbum encierra y se basa en un concepto diferente y una historia nueva. Con tiempo aprecias este trabajo como lo que es: una auténtica maravilla que prueba que los ángulos de esta banda parecen ser infinitos. Si te gustan Mars Volta sabes a que atenerte y su voracidad creativa no les permite estar mucho tiempo en el mismo sitio, lo cual los encumbra aun más como una de las bandas de referencia de nuestra generación.

por José Roa

José Roa
José Roa
Músico y periodista, formó parte de HABLATUMÚSICA.com de 2010 a 2014, llegando a ser editor jefe y alcanzando especial repercusión con su columna 'La Guillotina', editada en 2013 y 2014.

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