Fleet Foxes: Helplessness Blues

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“Siempre que haya alguien luchando por ser libre, mira en sus ojos, madre, y me verás reflejado en ellos»

 

Cuando Pete Seeger pronunció esta frase jamás se imaginaría que, ese reflejo, se vería durante el siglo XX en los ojos de un jovencísimo Bob Dylan cantando junto a Joan Baez en la marcha por los derechos humanos de 1963; y que también se reflejaría en la vieja guitarra de Woody Guthrie (“this machine kill fascist”), en los ojos de los manifestantes contra la guerra de Vietnam, en la cara de Víctor Jara siendo torturado por las Fuerzas Armadas chilenas, en las pupilas dilatadas de Joe Strummer aullando a Londres, en Neil Young gritando rabioso “Rockin in the free World”, en Wilco y Billy Bragg interpretando a Guthrie, en Johnny Rotten cantando a la reina…

Lo que no se imaginaría jamás Seeger, es que, esa frase definiría una línea de actuación que marcaría a todas las grandes bandas de la historia: “hay que luchar, luchar por ser libre, o por pura rabia, indignación…” Y que, en el 2008, en Seattle (cuna del grounge) esos ojos rabiosos se verían en un jovencísimo grupo de barbudos liderados por Robin Pecknold: Fleet Foxes.

“hay que luchar, luchar por ser libre, 
o por pura rabia, indignación…”

 

En el 2008 se editó su fantástico EP Sun Giant: un pequeño álbum con 5 canciones en las que encontrábamos un sincero gusto por el folk primogénito de Woody Guthrie,  por las melodías de Bob Dylan, por las voces de The Byrds o The Zombies… en el que veíamos una cuidadísima producción, una sensibilidad maravillosa en las voces (el juego de voces es impresionante)… vamos, un disco impresionante con mayúsculas que, en una gran ciudad industrial (y no del profundo Sur), asumía directamente la herencia del folk más puro y lo aplicaba con un gusto exquisito.  Sin duda, el EP del año y que Fleet Foxes plasmaría en su largo homónimo (Sub Pop, 2008).

Esa delicia dejaría a la banda al nivel del culto, y con un interés desmedido hacia su segundo álbum, que nos presenta este mes Sub Pop con el nombre de Helpessness Blues.

Han tardado tres años en cocinar este largo sin atender al resto del universo que esperaba ansioso una confirmación del talento de estos chicos de Seattle, o una justificación para defenestrarlos; y , una vez escuchado cada corte de Helpessness Blues, puedo asegurar que no solo es uno de los discos del año, sino que puede marcar a la banda de Pecknold como una de las grandes de esta década.

Debemos indicar que el álbum abandona las formas primigenias del Folk. Para acercarse a los cantos sacros medievales; composiciones complejas, cuidadas, bellas en la forma, marcadas por un sentimiento onírico que sitúa al “espectador” en una posición cercana a un rito místico donde los elementos van entrando sin coacción alguna.

Música en mayúsculas y sin paliativos; esto es Helpessness Blues, que lucha por una tranquilidad y relajación del alma que, sin duda, consiguen los cinco miembros de la banda.

Montezuma es toda una declaración de intenciones: una letra poderosa, banal pero elevada a canto sacramental, que, unida a las melodías de unas cuidadas voces hace de esta canción una oda al espíritu libre y al reposo del alma. Y es que, Fleet Foxes se nutre de un gusto por la música medieval, más concretamente las formas melódicas del Ars Nova y el Trecento: juegos de voces polifónicas pero con una temática que, sin ser religiosa, trata temas sobre los porqués del ser humano y su lugar en el mundo.

“El blues de la impotencia” continúa con la mágnifica Bedouin Dress, un corte que comienza con una sobria batería y en la que los distintos elementos van incorporándose poco a poco: a medida que la voz crece en intensidad los instrumentos (violín, guitarras, pandereta y melodías vocales) van aumentando para finalmente resolver y alejar el peso del frenético ritmo. Lo mismo ocurre con el tercer corte del disco, Sim Sala Bim: en ambos temas la producción de los instrumentos se diferencia por la reverberación en las voces, lo que hace que se conviertan en melodías solemnes y cantos a los dioses, y por el cuidado de la intensidad a la hora de introducir los instrumentos, que es el elemento principal por el que el disco es magnífico.

Battery Kinze es una de las mejores canciones del disco: una letra maravillosa (el protagonista se despierta envejecido) y una melodía brillante, que irradia optimismo bajo un colchón rítmico de marcha militar, bañada en las voces secundarias que acompañan a Robin Pecknold durante todo el “camino”.

También podemos encontrar en el largo grandes canciones como The Pains, que va creciendo desde los susurros a la tormenta; que también ocurre con la canción que da nombre al disco, Helpessness Blues, y que se presenta como una incógnita (“Where is…”) que se canta al cielo; como una conversación con los dioses.

Además, podemos escuchar The Cascades, una bella melodía medieval que sirve de interludio a los cortes más influidos por la música barroca y sus temas: Someone you´d admire con un pequeño acento Pop, la desgarradora The Shrine: un “grito” terrible en un formato semejante a la música western (salvando las distancias) de 8 minutos de duración, y la susurrante Blue Spotted Tail, en la que Pecknold divaga sobre cuestiones metafísicas.

Por último, el disco termina con Grown Ocean, cuya melodía repetitiva recuerda a algunas de las primeras melodías del señor Guthrie pero con una producción fascinante.

Así, termina la crítica de un álbum precioso en las formas y muy cuidado en la producción. Un disco de mucha calidad que pierde un poco de aquel “encanto” folk del primer largo para adentrase en el mundo de la mística y los sueños. Un disco cuya única pega es que resulte más difícil de escuchar que el anterior; pero, eso qué más da. Mi consejo es que no pierdan más el tiempo: salgan a la tienda de al lado, y compren el disco sin dudarlo.

[SUBPOP]2011

[9]

Luis Fernández

Luis Fernandez
Luis Fernandez
Este polivalente músico formó parte del equipo de HABLATUMÚSICA.com de 2011 a 2013. Actualmente prosigue su carrera musical como integrante de diversas formaciones.

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