Dustin Wong | Dreams, Say, View, Create, Shadow Leads

Fecha:

THRILL JOCKEY

 

[2012][9,4]

Dustin Wong es capaz de hacer magia con la guitarra. No solo porque domina los arpegios como si fuese John Fahey y el efecto del pizzicato como si fuese un violinista profesional. Se trata de una cuestión compositiva que tiene mucho de la espiritualidad de aquellos profetas de la música chillwave, como Panda Bear, unido al espíritu folkie de Grizzly Bear. Tiene el mismo espíritu de esos genios que han marcado una época, y además, su tercer álbum de estudio, este Dreams, Say, View, Create, Shadow Leads, es seguramente su obra maestra.

En una época en la que todo parece suceder de forma absurda, como si fuese una película de los hermanos Cohen, cabe reflexionar sobre el sentido de la carrera profesional de músicos tan admirables. Primero, porque muchos artistas parece que han nacido para sacar un disco. Blonde on Blonde de Bob Dylan, Harvest de Neil Young, no sólo marcaron una época, sino que fueron obras en las que algunos genios tocaron techo. En la actualidad, todo el mundo reniega de hablar de eso. Parece que cuestiona la capacidad de alguien para reinventarse. Pero no es eso. Todo lo contrario, puesto que no mucha gente es capaz de dar con la fórmula exacta para dar todo lo que uno es en un momento determinado. De hecho, a los propios compositores les cuesta reconocerlo. El mismo Neil Young criticó sus canciones cuando sacó ese disco que ha hecho historia.

Pues aquí nos encontramos nada más y nada menos con un caso semejante. Y eso que Dustin Wong, este chico nacido en Hawai y criado en Japón, ya nos había sorprendido gratamente con algunos recursos que en este trabajo lleva a su máxima expresión. La fragilidad de una guitarra omnipresente ha sido su sello personal desde que comenzó con Ecstatic Sunshine, donde ya no necesitaba ninguna batería ni voz. Su franqueza sonora y tensión controlada a lo Los Campesinos! puso los pelos de punta a quienes lo conocieron, aunque este proyecto no fue demasiado conocido, a diferencia del siguiente en el que se embarcó. En Ponytail echó un paso para atrás y dejó sus recursos guitarrísticos para sus grabaciones en solitario, donde ya comenzó a utilizar su nombre propio como emblema. Aquí, la influencia surf ya fue más evidente, con echos de ida y vuelta como las olas, recursos chill y líneas melódicas más delicadas y redondas.

En sus aventuras en la intimidad profundizó en estas prácticas, hasta llegar a ese amor infinito de su Infinite Love, más de 40 minutos de canción para un disco que bien podría haberse dividido en tres. Eso es algo heredado para su nuevo álbum, puesto que no hay ningún corte que no esté unido de alguna forma con el anterior o el siguiente, lo que hace que el trabajo conserve esa cultura de grabación global que tanto utilizaron Pink Floyd en sus experimentaciones conceptuales. En este caso, el producto bien debe responder al proceso creativo que se describe en el título. Lo que he soñado lo he dicho con mis propias palabras, así he visto su aspecto, así he podido crearlo y ahora solo quedan sombras.

El disco tiene mucho de dream pop, de ese edulcorado que convierte una escucha en la experiencia sensitiva de zambullirse en una piscina helada, en un río de montaña con tus amigos en una excursión. Nos despierta de la realidad Ice Sheets on Feet Prints solo con una nota y no nos soltará hasta el final. En el camino destila todo su repertorio de trinos, de fusas, de muteos rítmicos, de arpegios o melodías de de corte oriental. Todo, pero sin prisa. Como es el caso de  Feet Prints on Flower Dreads, el corte más redondo del trabajo junto con On in the Way, que sólo se puede describir como un derroche de calidad por cada uno de los costados. Cada uno de los temas es un cuadro de pintura, y las líneas melódicas se entrecruzan como si fuesen colores en las pinceladas de una obra impresionista que nos muestra poco a poco un paisaje tan hermoso que emociona por su belleza. Toe Tore Oh, Pink Diamond, la más japonesa Tea Trees Leaves Retreat. Cada canción forma parte de un disco que no tiene final, más que la delicada caricia de Diagonally Talking Echo, tan brusca como sólo podía serlo el despertarse de un maravilloso sueño.

por Carlos Naval

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Carlos Naval
Carlos Naval
Periodista. Formó parte de la redacción de HABLATUMÚSICA de 2010 a 2013. Actualmente continúa su carrera en diversas compañías del sector de la Comunicación.

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