La muchacha de barrio contra la pija definitiva, la gran lucha de ‘Ven a cenar conmigo’

Raquel, a la izda, Pija, a la dcha. Un señor con un orinal en la cabeza… bueno, se le ve. (CUATRO)

La clase obrera contra la clase pija, el llenarse el buche sin mirar con qué contra mirar con qué y rellenarse de bótox. Me vais a permitir que hoy le ponga un poco los cuernos a Gran Hermano en este blog (GH, no ha significado nada, te amo a ti) para contar esta épica lucha.

Resulta que en Ven a cenar conmigo, ese programa en el que cinco desconocidos quedan a cenar por turnos en sus casas, se puntúan y el que gana se lleva 3.000 eurillos, participaba Raquel, fan de este nuestro blog, y tenía que comentar su participación en este concurso de Cuatro.

Sus compañeros ya habían cocinado. Ésta es la crónica de su jornada como anfitriona. Fue el viernes, pero la coneja se me comió la fibra óptica y no pude hacerlo entonces. No es broma: la coneja se me comió la puta fibra óptica. Ahora es como una bola de discoteca con pelo.

Raquel, mujer trabajadora donde las haya, amita de su casa, pensó en «tres platos que son bastante clásicos con un toque moderno«. Bueno… lo de moderno es un decir. Los platos de Raquel son a la modernidad lo que el hormigón armado a la arquitectura gótica. No pegan.

El entrante era una tortipizza, un plato que podría alimentar a una familia de nómadas mongoles en su travesía por el desierto del Gobi. A toda la familia. Durante toda la travesía. Y al final aún habría tupper para el hijo que vive solo.

«Es un plato bastante energético, no tiene nada que ver con una ensaladita«, decía Raquel. Necesitas seis toneladas de ensalada empapada en salsa César para sumar las calorías de ese plato, que lleva patatas, cebollas, huevos, embutidos y «algunas cositas por encima».

La tortipizza lleva doce putos huevos y tal cantidad de embutidos que eso no lo producen en seis pueblos haciendo matanza todos los días impares durante un año.

Raquel tenía un cortador para patatas donde las metías y luego le ponías una tapa y lo apretabas. Pero Raquel no lo apretaba, no. Ella soltaba unas hostias como para matar a un rinoceronte a la primera. Esos manotazos eran iguales que los que la madre de Hulk le daba cuando de pequeño se portaba mal.

Al sacarlo del horno no se partió el mango de la sartén de milagro, y es que eso tenía una masa que para hacer tortipizza en casa tienes que pedir una licencia al Ayuntamiento con informe de arquitecto para que no se hunda el suelo de la vivienda.

Le faltaba esencia, así que le puso salsa de tomate aceite y pipas. Raquel es del FLA. Frente de Liberación de las Arterias.

Para principal, pues una fideuá de gulas. Para irte a dormir y sudar más que tomando el sol en agosto tapado con una manta zamorana.

Solo que no usó fideos, no, usó coditos. Y marisco. Mucho marisco. Ahora mismo se están preguntando las mariscadoras gallegas dónde cojones están las almejas porque llevan una semana sin ver ninguna.

Postre: bizcocho de chocolate. Con medidas de yogourt. Esa medida ya la usaban los primeros neandertales. En Atapuerca se han encontrado restos de bizcocho hechos con yogourt. Y estaban igual de tiernos y jugosos que el de Raquel.

Con chocolate fundido hizo un abeto, para decorar. Si ese abeto se viera en un espejo iría a la gasolinera más cercana, compraría dos litros de gasolina de 95, que es más barata, y se prendería fuego con ella.

«Este conjunto de platos me parece un desastre«, dijo uno de sus compañeros, un señor cuya casa le daría miedo a la muñeca Annabelle.

Fernando, el mejor culo de España, una de esas cosas que te sientes orgulloso porque con un buen culo se salvan vidas, dijo que la tortipizza era «una tortilla de bar barato». Joder, pues con todo lo que lleva una ración de tortipizza lo mismo te cuesta 26 euros.

Y llegó la pija: Lola Sopeña. Sí, es aquella colaboradora que defendía a Electra Lamborguini en Gran Hermano VIP. La de «Lola, cállate un año». Esa mujer, sí, que me da que vive en un mundo en el que todo tiene que ser perfecto en apariencia porque si no te van a poner a parir tus propios amigos y si es perfecto te van a poner a parir igual.

Pijawoman dijo que le parecía «osado» de «estamos locos» y se vino arriba en plan «¡¡PERO DE ESTAMOS LOCOS, ESTAMOS LOCOS!! ¡¡ES UNA BOMBA CALÓRICA!!» Joder con la pija, que en su cena estuvo intentando hacer que todo el mundo bebiera alcohol como para desinfectarse una úlcera por dentro.

Joder que pesada con la bomba calórica, lo dijo cien veces, casi llama a los putos artificieros. Le das a elegir entre comerse la tortipizza y una bomba de 500 kilos de la II Guerra Mundial y se come la bomba y pide repetir.

Arturo, el señor mayor que da miedo y tiene aspecto de haber pasado unas vacaciones de quince años en una celda de bambú en un campamento vietnamita, dijo que no era tortipizza, si no torticero. «Una auténtica bazofia sólida», la definió, muy moderado él.

«Me quedo a vivir con ella en dos días y soy una gordita. A mí me gusta estar en el grupo de las delgaditas«, añadió Lola. Tarde, pija. Que gorda no estás (estás perfecta), pero en el grupo de las delgaditas no cabes.

Ante las pegas, Raquel aseguró que «iba a quitarle las salchichas, pero la receta lo exigía«. Claro, antes le pone quesitos del Mercadona a un plato suyo Juan Mari Arzak que Raquel quitarle a su tortipizza las salchichas. Válgame.

Raquel es una tía valiente. Por eso preguntó «¿Qué os ha parecido el plato?«. Bien. Les pareció bien… un momento, no, me informan de que no.

Nos ha dejado acojonados, dijo el compi cocinero, el único que me caía bien del grupo, además de Raquel, una tipa fiel a sus recetas.

«Yo habría arriesgado más, lo habría hecho más contundente«, dijo el cocinero, llamado Isidro. Claro. Coges un kilo de grasa de deshecho de una carnicería y la pones frita, empanada y con salsa de tocino por encima. Y de beber, albóndigas. Gracias Homer por tanto.

«Llevas toda la semana dándonos por piiiiiiiiiiiiiiiiii con tu tolerancia al gluten«, le dijo Isidro a la Pija Lola respondió «mentira y gorda».

– Jo tío, de verdad, o sea, te lo juro por la estrella de un mercedes, no, mentira y gorda.

Raquel asistía a la bronca casi con deleite.

Pero salió la verdad… «mi problema no es el gluten de la salchicha, es que es un mazacote repugnante», dijo Lola, que del segundo plato dijo que «esto no es una fideuá, es insultar a la fideuá«, esto no son fideos, son «fideos asesinos».

«Hemos ido a mil sitios a por fideos y ha sido imposible», se excusó Raquel, porque le había hecho el plato con coditos de pasta. Pero coditos de los que te pueden sacar de un apuro para arreglar un circuito de calefacción.

«No puedo con tanta falsedad», le dijo Raquel, algo que a Lola la Aparentares no le sentó bien. «En la mesa y en el juego se conoce al caballero y ella ha demostrado que no es un caballero. Una caballera», dijo la Pija.

Me ha estallado la cabeza.

«Esto no es una cena, es una venganza», dijo Isidro, que añadió «parece de hospital». Eso lo puedes poner en un hospital, pero sólo en la parte de la morgue.

Fernando, el culo de España (¿eso te lo dan por tenerlo bonito o por cagar bien?) estaba como un perrillo desamparado: «Yo soy de comer proteínas y me he quedado sin mis proteínas». Joder. Quiero adoptarle. Le compro whiskas el resto de su vida.

«Me río por no llorar, se ve que no ha tenido éxito, se ve que no he elegido bien los platos o no estaban bien preparados. No han sido de su gusto», decía Raquel, que no entendía qué había podido fallar, pero como es muy intuitiva, se dio cuenta de que no había gustado su comida.

A veces, en esta vida, si algo no lo ha hecho nadie nunca antes hay que preguntarse por qué. Raquel no lo hizo con sus platos. Ahora, ojo, un sábado volviendo de juerga jamarte una tortipizza te puede salvar la vida.

Pero aún estaba por llegar la última andanada de PijoWar: «El postre era un arma arrojadiza, era insípido, seco… de los peores bizcochos que he comido en mi vida, pero no te voy a juzgar», joder, menos mal que no la ibas a juzgar. Si te pones a juzgar acaba la pobre muchacha colgando de una soga atada a la lámpara del salón.

Eso sí, Lola se comió el bizcocho y parte del fondo del plato con el ansia que le dio.

Las notas fueron: 8, 5 y 0, 0 por parte del melenita blanca-amarilla y la pija. ¡Raquel, nosotros cenamos contigo!

4 comentarios

  1. Dice ser Gustav

    Cenar y lo que quiera…
    Que guapa y que buena esta esa chica 🙂

    11 octubre 2017 | 08:47

  2. Dice ser bazofiaprogramacion

    Otra gilipollez de programa, con sus morreos, sus meteduras de mano, sus baboseos, sus zorreos, sus musculocas, sus gilipollas, sus golfitas….. como en gh…..

    y la gilipollaudiencia pegada a su pantalla plana viendo estas tonterías….., después nuestro nivel cultural dejando que desear…. no me extraña.

    11 octubre 2017 | 10:50

  3. Dice ser bazofiaprogramación

    Mi comentario anterior lo publiqué por error confundiendo la morralla de las cenas, con el de quien quiere casarse con su hijo….. otro giliprograma para lobotomizar los pocos cerebros decentes que puedan quedar por este pais….

    11 octubre 2017 | 13:40

  4. Dice ser Flansinnata

    Ven a follar conmigo

    18 octubre 2017 | 23:49

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