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El terremoto británico

Uno de los carteles de la campaña.

Uno de los carteles de la campaña.

Hace tres años, Gabrielle, una joven de Oxford, le miró, cuando lo tenía delante, mientras hablaba como ponente en la Universidad y sus palabras le parecían llenas de nada. Lo miraba, con su posado estudiado, mientras hacía bromas sobre la indumentaria de Angela Merkel. Y mientras le escuchaba se preguntaba una y otra vez, ¿quién eres? Quién era lo sabía de sobras, era Nigel Farage, el líder del UKIP –el partido por la Independencia del Reino Unido en sus siglas en inglés-. La pregunta iba más allá, ¿quién se escondía tras esa faceta de showman?, como le describe Yasmin Alivia-Brown, columnista de The Independent, en el documental “Nigel Farage: Who are you?”

Hoy, quizás más que nunca más allá de las fronteras del Reino Unido, Farage es bien conocido. No por sus 15 años ejerciendo como eurodiputado, no por sus propuestas políticas, sino por la acérrima defensa de dos políticas, las dos anti. Anti inmigración, antieuropeísmo. Con estos dos mensajes por bandera en su sencillo manifiesto para las elecciones europeas, el UKIP se situaría, según los últimos sondeos, como el partido más votado del Reino Unido, con poco más del 30% de los votos. De confirmarse en los comicios, sería esta la primera vez que el populismo británico gane en Bruselas.

“Él sabe muy bien a quién se dirige, habla a las emociones de la gente, no a la razón”, dice James, de Winchester. Farage ha sabido llenar un vacío en la política británica, explica Ben, joven de Reading: “En los últimos años tanto los conservadores como los laboristas se habían alejado de sus partidos y se habían acercado al centro”. “El desencanto de sus votantes, el descrédito de la política y el sentimiento antieuropeo ha sido aprovechado por Farage para arrancar votos junto con políticas aparentemente populistas”, añade. Según explica Ben, “aunque es una lástima que las elecciones europeas se lean en clave nacional (mirando a las generales que tendrán lugar en el Reino Unido en 2015), lo bueno que puede llevar el ascenso del UKIP es que la política británica despierte”.

Lo que más sorprende, coinciden todos, es que a pesar de los escándalos destapados por los medios en las últimas semanas, los sondeos no paren de sumarle votos al partido. Y es que han sido uno tras otro, votos y escándalos. Aunque el UKIP niega ser un partido racista y se distancia de partidos como el de Marine Le Pen, uno de sus candidatos en las elecciones municipales, William Henwood, instó al actor británico Lenny Henry a emigrar «a un país negro», literalmente, por haberse quejado de que en la BBC salen pocos representantes de las minorías étnicas. “Como si existieran países negros o países blancos”, dice Emily, de Stratford upon Avon, que admite que aunque muchos lo niegan “el racismo existe más de lo que se piensa” en Reino Unido. “Algunos no perciben el UKIP como un partido racista porque en lugar de hablar de un nigeriano habla de un rumano, pero al fin y al cabo eso es racismo”, añade Gabrielle.

Otro de los momentos de gloria del partido, esta vez protagonizado por el mismo Farage, tuvo lugar recientemente cuando el editor político de la cadena británica BBC, Nick Robinson, puso en evidencia al político preguntándole si no creía que la decisión de emplear a su esposa, la alemana Kirsten Farage, como su propia secretaria en el Parlamento Europeo suponía, al fin y al cabo, “quitarle el trabajo a un británico”. La pregunta de Robinson, hecha tras la presentación de uno de los pósters de campaña de UKIP para las europeas y en el que se alerta de “europeos” quitando trabajo a los británicos, Farage terminó por contestar “que nadie podía hacer el trabajo que su mujer hacía (británicos incluidos)”.

Este es solo un ejemplo entre tantos, igual o peor que cuando un concejal del partido insinuó que las inundaciones y las tormentas de este invierno eran un desastre consecuencia de la decisión del gobierno de Cameron de legalizar el matrimonio gay.

¿Y después, qué?

Mientras el carismático líder hace bromas de las suyas y se vende como el auténtico british, el tiempo corre y queda menos de un mes para los comicios europeos. El euroescepticismo amenaza y Farage se frota las manos. Sus electores, los euroescépticos, votarán. Lo harán porque el mensaje es claro: “No necesitamos esperar hasta 2017 para celebrar un referéndum, hagámoslo ahora mismo. Utiliza las elecciones europeas del 22 de Mayo para decirles qué piensas sobre la Unión Europea”, dice el manifiesto. La gran pregunta, sin embargo, no está en qué partido británico obtendrá más votos. Con Europa en el horizonte, la gran pregunta que se hacen muchos jóvenes en Reino Unido, como Ben, James, Emily o Gabrielle, es, ¿Y después, qué?

 *Ben, James, Emily y Gabrielle son estudiantes de Relaciones Internacionales en el Reino Unido.

BLANCA BLAY

blanca.blay@gmail.com

 

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