Por Cláudia Morán

El monarca marroquí, Mohamed VI, no ha cumplido con su promesa de avanzar en materia de Derechos Humanos / AFP
Si hay un país árabe cuyo régimen puede presumir de no haber “sufrido” revueltas en 2011, ese es Marruecos. La monarquía magrebí adoptó aquel año una nueva Constitución según la cual el rey Mohamed VI cedía ciertos poderes al Parlamento -aunque, en la práctica, el monarca conserva una amplia potestad y supremacía- y con ello logró contener a la población. Pero a pesar de que muchos sitúan el origen de las revueltas árabes en Túnez, lo cierto es que la primera protesta estalló en el campamento de Gdeim Izik, en el Sáhara Occidental, la gran colonia marroquí que continúa siendo la mayor injusticia de Marruecos. Reprimir el campamento fue el primer paso del monarca para silenciar la inestabilidad y seguir violando los derechos de los saharauis.