Por Cláudia Morán
Las revueltas árabes, el 15-M, Occupy Wall Street, las protestas en Taksim y ahora la Revolución de los Paraguas. Democracia real. Hay quien dice que la corrupción es algo inherente al ser humano, pero yo opino que es la revolución. Por eso la actual protesta en Hong Kong es una de las pocas cosas del gigante asiático que no nos suena a chino. Son decenas de miles, son jóvenes -la mayoría de ellos- y no están dispuestos a que les arrebaten ni un ápice de democracia.
No caigamos en el error de pensar que es normal que esto ocurra en Hong Kong por el hecho de formar parte de China. Hong Kong es una Región Administrativa Especial lo cual, en resumen, significa que tienen una especie de constitución propia que incluye la libertad de expresión y de reunión, y hasta ahora también podían elegir por sufragio universal a su gobernante local. Hasta ahora, porque a partir de 2017 será un comité de peces gordos simpatizantes del gobierno de Beijing quien escoja a los candidatos, según ha decidido el propio gobierno. Y esto de que sean los empresarios y multimillonarios de un país los que mueven los hilos nos suena a todos.