Era por la mañana, volvía en coche a su casa después de haber ido a la oración. Un vehículo corrió hacia él, le obligó a parar. De una furgoneta Mercedes con los cristales tintados bajaron tres hombres encapuchados y con pistolas, le obligaron a subir al automóvil y Abu Anas al-Libi se evaporó.Su hijo, testigo de todo, gritó de rabia.
Esto podría ser el inicio de una novela de la mafia, de narcotráfico, pero no, así es como funcionan las operaciones secretas y selectivas de Estados Unidos en otros países. Así es como Washington detuvo al presunto líder de Al-Qaeda, al que acusa de ser el cerebro de los atentados de las Embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania en 1998 y que dejaron más de 220 muertos.