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¿Abenomics para rato?

El primer ministro japonés, Shinzo Abe, recibió un nuevo espaldarazo en las urnas consiguiendo el 67% de los escaños / FOTO: KIMIMASA MAYAMA - EFE

El primer ministro japonés, Shinzo Abe, recibió un nuevo espaldarazo en las urnas consiguiendo el 67% de los escaños / FOTO: KIMIMASA MAYAMA – EFE

Con Shinzo Abe no pudo ni un tifón. Literalmente, porque el día que los japoneses estaban llamados a las urnas muchos no pudieron ejercer su derecho a voto por causas meteorológicas. Todo apuntaba a que eso afectaría electoralmente al primer ministro, cuya popularidad había caído notablemente en los últimos meses y necesitaba ese adelanto de comicios para legimitar su mandato durante cuatro años más. Pero Abe volvió a arrasar con una holgada mayoría.

La popularidad de su política económica conocida como Abenomics fue uno de los alicientes que volvieron a orientar la confianza de los votantes hacia el líder del Partido Liberal Democrático (PLD) -en coalición con el budista Nuevo Komeito- en estas elecciones legislativas. Iniciada en 2012, Abe lanzó un paquete de estímulos a base de reformas económicas y gasto público para combatir la deflación cronificada del país insular. La realidad es tangible: los jóvenes japoneses de 20 años nunca han conocido un panorama económico distinto al de una caída continuada de los precios.

Aun así, el primer ministro, de 63 años, se enfrentó a este adelanto electoral con una propuesta que no gustó nada a una gran parte de los nipones: una reforma constitucional para reconocer al Ejército y potenciar sus capacidades. Esta medida, que vista de forma aislada puede parecer un paso natural en la historia de un país, cuenta con un amplio rechazo no sólo de los japoneses, sino también de China y Corea del Sur, que temen la remilitarización de Japón.

Pero vayamos por partes. Es la segunda vez consecutiva que el Nikkei se dispara en el marco de una victoria electoral de Abe. El subidón bursátil en contextos electorales siempre es un fiel reflejo de la confianza de los peces gordos de la economía en los gobernantes de un país. No es de extrañar, ya que desde la introducción del Abenomics en diciembre del 2012 la economía japonesa ha crecido, los precios han aumentado y los índices de interés no se han elevado, según el profesor de Economía de la Universidad de Tokio Motoshige Itoh en declaraciones recogidas por Cinco Días.

El año pasado, el primer ministro de Japón lanzó un nuevo paquete de medidas para reforzar su Abenomics, centradas especialmente en préstamos al sector privado por valor de 10 billones de yenes (más de 89.000 millones de euros), y con iniciativas como el empuje a las exportaciones agrícolas, el incremento del turismo y el impulso de la natalidad.

FOTO: EFE

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El problema que persiste en Japón, y que las medidas del Abenomics no han podido paliar, es el bajo consumo interno. Los japoneses, de naturaleza desconfiada, continúan sin comprar en un contexto en el que la inflación pretendida por las medidas de Abe no contribuye en absoluto a que lo hagan. Cuanto mayor sea el precio –y, sobre todo, si no aumentan los salarios-, menor el consumo. Es la pescadilla que se muerde la cola.

Con todo, las previsiones del FMI señalan un crecimiento del 1,2% en Japón al cierre de este año. Modesto, pero muy a tener en cuenta, aunque el organismo internacional ya ha advertido a Tokio que el crecimiento podría debilitarse en 2018 si no persiste el estímulo fiscal.

Hay que recordar que Japón es el país desarrollado con mayor deuda pública, que ya representa más del doble del PIB del país, y que las reformas que comporten un mayor endeudamiento podrían ser contraproducentes a largo plazo. Además, el FMI recomendó a Abe hace un año que se ocupe de otros aspectos complementarios, como la subida de los salarios (incluido el salario mínimo), reducir la dualidad del mercado laboral y elevar la tasa de empleo femenino que, por cierto, es una de las más bajas de los países industrializados.

Según el Fondo Monetario Internacional, de seguir estas medidas Japón podría lograr su objetivo de lograr un crecimiento del PIB del 3% y situar la inflación en torno al 2%. Por el momento, la inflación media en Japón en lo que va de 2017 es del 0,39% y su PIB aumentó un 0,6% en el segundo trimestre del año respecto al anterior.

¿Hacia la remilitarización de Japón?

Quien conoce un poco de la historia más o menos reciente a nivel internacional sabe que el pasado militar de Japón es de todo menos discreto. Todo el mundo recuerda la Segunda Guerra Mundial y el bombardeo de Pearl Harbor, pero también la masacre de Nanking durante la segunda guerra chino-japonesa. A día de hoy, la relación entre Tokio y Beijing continúa siendo tensa. A esto se suma el nuevo elemento de tensión mundial: Corea del Norte.

Pero ahora, con más del 65% de escaños tras las legislativas, Abe está legitimado para situarse junto a Estados Unidos, China y Rusia para hacer frente común ante la amenaza que supone Pyongyang. Ya lo había advertido cuando afirmó que Japón necesitaba una «diplomacia fuerte».

Sin embargo, Shinzo Abe no lo tendrá nada fácil para modificar la Carta Magna. Necesita la aprobación de dos tercios del Parlamento y, a continuación, la celebración de un referéndum que lo apoye. Aunque todo puede pasar, dado que la crisis con Corea del Norte, a pesar de ser polémica, hizo que muchos japoneses se decantasen por Abe.

Otro de los alicientes que dieron la indiscutible victoria al primer ministro fue la debilidad de la oposición, incapaz de hacerle frente a pesar de las posibilidades que parecía tener el Partido de la Esperanza liderado por la gobernadora de Tokio, Yuriko Koike, que precisamente se oponía a la reforma constitucional. Finalmente quedó relegada al tercer puesto, por detrás del Partido Democrático Constitucional, considerado de centro-izquierda.

Shinzo Abe se ha convertido en el gobernante más longevo de Japón desde la Segunda Guerra Mundial. Pendientes de lo que ocurrirá hasta 2021, con los Juegos Olímpicos de Tokio por el medio, de lo que no cabe duda es de que habrá Abenomics para rato. Si tendrá éxito o no, está por ver.

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