Se entrenan en institutos que les enseñan a usar cámaras ocultas y revisar la basura de otras personas. Buscan recompensas del gobierno que pueden llegar hasta los €240.000.
El auge de los espías amateur nació el 28 de septiembre, cuando entró en vigencia una ley que limita los regalos e invitaciones que pueden recibir funcionarios públicos.
Según la norma, el máximo que pueden recibir como invitación de una comida es 30.000 won (24€), los regalos se limitan a un valor de 50.000 won (40€) y los regalos en efectivo que se entregan en bodas y funerales se limitan a 100.000 won (aproximadamente 80€).
Casi cuatro millones de personas son alcanzadas por la nueva regla, que abarca empleados públicos, periodistas, maestros y empresarios. El Instituto Coreano de Investigación Económica estimo pérdidas cercanas a los 800 millones de euros por la nueva ley.
Mientras tanto, un ejército de paparazzis se lanza a bodas, funerales y restaurantes para intentar obtener evidencia que les garantice una recompensa (las más jugosas llegan a los €240.000).
Moon Seoung Ok, presidente de una de las escuelas que prepara a los futuros espías dijo a Reuters: «Es una forma de hacerse rico y ser patriota a la vez». En su institución enseñan a filmar con cámaras ocultas y revisar las facturas ajenas, incluso las que se encuentran en la basura.
«Todo es válido con tal de obtener evidencia», parece ser el mensaje. ¿Servirá?