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Tampoco Breton Woods es una marca de Whisky. Porque el periodismo internacional no es solo cosa de hombres, ocho mujeres ofrecen un punto de vista diferente sobre lo que pasa en el mundo.

Una peluquería contra la trata en Camboya

En el libro «After Dark» Haruki Murakami describe una realidad aterradora. En un «love-ho» (albergue transitorio) de un barrio bajo de Tokio un japonés muele a golpes a una joven china y corre con sus pertenencias, incluida su ropa, para que no pueda perseguirlo.

Los protagonistas de la escena eran una prostituta que «pertenecía» a la mafia china y un informático adicto al trabajo que entre sesiones laborales de madrugada visitaba los bajofondos de la ciudad para echarse un polvo a escondidas de su esposa. El motivo de la golpiza: ambos descubrieron que al momento de concretarse el acto, a la chica le había venido la regla.

Lo que Murakami describe con mucha más gracia que yo en su libro es una muestra de una realidad alarmante: el tráfico de personas.

La joven caída en las manos de una mafia que la expone a maltratos y violaciones es un personaje de ficción, pero representa a las 12,3 millones de personas que están siendo víctimas del tráfico en este momento.

Tampoco es menos representativo el detalle de que la escena se produzca en Asia: el sudeste asiático es prácticamente un «shopping» de jóvenes y niños que desaparecen o son entregados por sus padres a las redes de trata.

En este universo, Camboya es toda una estrella.

Una peluquería contra la trata. Foto: ONG Justice and Soul.

Una peluquería contra la trata. Foto: ONG Justice and Soul.

Es por eso que allí se estableció una ONG que pretende rescatar a las víctimas de la trata a través de un programa de enseñanza de peluquería, manicura y estética.

La iniciativa a futuro tiene como objetivo brindar becas a las jóvenes rescatadas de las mafias para que aprendan nuevas habilidades, puedan armar un CV y no tengan que pagar para incorporar las habilidades de peluquería que les permitirían tener un ingreso.

También prevé la creación de un salón donde las aprendices embellecerían a los camboyanos más adinerados y los turistas. Todo eso para evitar caer nuevamente en las redes.

La iniciativa es valiosa porque Camboya es uno de los lugares más prósperos del mundo para este tipo de delincuencia que atenta no sólo contra la ley, sino también contra la dignidad humana.

Esto es así en parte porque en Camboya hubo un régimen que destruyó todo tipo de contratos de propiedad privada, por lo que las personas no pueden comprobar que son dueños de la tierra que habitan.

Esto, sumado a una corrupción evidente, produjo que compañías constructoras de China y Japón levanten enormes edificios y desplacen a los ciudadanos más pobres. Alejados de sus tierras, incapaces de viajar dos horas diarias hasta las ciudades para conseguir un trabajo, los camboyanos se ven obligados a recurrir formas de vida muy extremas.

Algunos, pretenden salvarse incluso con la venta de sus hijos. Les prometen que los chicos serán cuidados y llevados con una buena familia y que a cambio ellos obtendrán un mejor pasar. La realidad dista bastante. Terminan en las redes de trata y son parte de la estadística que dice que el 80% de los esclavos del mundo son mujeres y el 60% menores de edad. 

La pregunta ahora es: ¿Podrán estas tijeras de peluquería cortar las cadenas de la esclavitud?

 

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