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Cumbres Iberoamericanas, navegando a la deriva

Cumbre Panamá

Foto de familia de la Cumbre Iberoamericana de Panamá, EFE.

Muchos iberoamericanos se preguntan ¿para qué sirven las Cumbres? Pues bien, las Cumbres son la cara visible del sistema iberoamericano, que es complejo y fruto de él nacen muchos de los proyectos de cooperación y movilidad que ha permitido una mayor integración de Iberoamérica. Sin embargo, alrededor del sistema iberoamericano hay mucho desconocimiento y, sobre todo, una sensación entre la población de que no sirve para nada.

Ahora, para acabar con este desgaste aparente de las Cumbres, se van a realizar cambios trascendentales, recogidos en el informe Lagos y que van a servir para reflotar este sistema o hundirlo para siempre.

El primer gran cambio es que a partir de ahora, las Cumbres pasaran a ser bianuales. Desde que se iniciaron las Cumbres en 1991 en Guadalajara, estas han sido anuales. Pero la realidad, es que entonces, apenas había encuentros internacionales. Ahora, cada dos años hay una reunión entre Jefes de Estado de Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeño (Celac) y la Unión Europea. Por su parte, la Celac realiza cumbres bianuales y también hay reuniones de otros organismos como las del G-20, en las que acuden Brasil, México y Argentina. A esto, se le tiene que sumar las citas regionales de la Unión de las Naciones Sudamericanas (Unasur), del Sistema de Integración Centroamericana (Sica) o la Comunidad del Caribe (Caricom).

Ante este complejo panorama de compromisos internacionales, que también sirve de espacios de encuentro para los líderes iberoamericanos, ahora las Cumbres pasarán a ser bianuales y se  intercalaran con las citas entre la UE y la Celac. Con esto, se quiere terminar con el desgaste de las Cumbres, que ha hecho que, este año, hasta diez Jefes de Estado no hayan ido al encuentro de Panamá del 18 y 19 de octubre. La mayoría de ellos argumentaron que no pudieron acudir porque no podían compatibilizar su agenda interna con la internacional, mientras que la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, y el Rey de España, Juan Carlos de Borbón, no asistieron porque acababan de ser operados. No obstante, los Cancilleres y ministros de Relaciones Exteriores se seguirán reuniendo anualmente.

Pero el gran reto de las Cumbres es despañolizarlas. Hasta ahora, España era el que tiraba del timón, mientras que América Latina y Portugal remaban detrás. Sin embargo, España deberá de asumir que tiene que compartir su liderazgo con las potencias emergentes latinoamericanas y con países de un gran peso en la región como Brasil, Argentina o México. Y si bien España tiene que ceder su liderazgo político, los países emergentes deberán contraer una mayor responsabilidad económica.

Esto lo han entendido bien los representantes de cada país y se ha renegociado una nueva financiación del sistema iberoamericano. Hasta ahora, España aportaba el 60% de su presupuesto, Portugal un 10% y los países latinoamericanos el 30% restante, mayoritariamente México, Brasil y Argentina que juntos sumaban un 24,71%. A partir de ahora, está previsto que España contribuya con el 55%, Andorra y Portugal un 5% y América Latina un 40%. Pero con el tiempo se aplicará un sistema de gradualidad con el que la parte ibérica pagará el 50% y la americana la otra mitad.

Y todo este dinero, ¿para qué? Pues bien, para todo las actividades de cooperación entre países del sistema iberoamericano. Cuando nos preguntamos ¿para qué sirven las cumbres? Pues son la cara de visible de un sistema iberoamericano que, hace, cosas tan relevantes como que exista una Organización Iberoamericana de Seguridad Social (OISS) y que los años cotizados en otros países del sistema interamericano como Ecuador me sirvan para mi jubilación en España. Hay mucho desconocimiento sobre el sistema interamericano, pero la realidad es que es una estructura compleja de cooperación cultural, económica y social.

Pero el cambio más importante y relevante es en lo más alto del sistema iberoamericano, en la silla del Secretario General. Hasta ahora, lo había sido el chileno, Enrique Iglesias, una persona diplomática, que durante ocho años ha gestionado las crisis y ha tejido minuciosamente el actual sistema iberoamericano. Sin embargo, en enero agota su segundo mandato y no puede optar a la reelección. El sustituto/a tendrá una tarea difícil, porque el legado de Iglesias es ejemplar, pero además tendrá la ardua misión de hacer reflotar el sistema iberoamericano, de hacerlo navegar hasta buen puerto.

España, seguramente, es la más interesada que el sistema iberoamericano sobreviva. Primero, porque esta estructura le ha dado pie a incrementar su influencia en América Latina, muy mermada durante un siglo y medio y tras las independencias de los países latinoamericanos. Además, esta región tiene relaciones con China. Así que si en su momento España fue un puente de conexión entre América Latina y Europa, ahora el continente americano es la pata imprescindible para que España llegue al gigante asiático.

Pero además, América Latina es un continente con un enorme potencial y con economías en crecimiento. Por eso, con la crisis que azota a Occidente, España está más cerca de recuperarse con sus amigos latinoamericanos, que no con sus socios europeos. Pues América Latina es una región emergente, capaz de generar empleo y riqueza. Puede ser y, de hecho, es un buen destino para desempleados y empresarios españoles. Pero si es tan fácil ir hacia allá, buena parte es por lo que viene sembrando el sistema iberoamericano desde 1991.

Núria Segura Insa

Nuriasegura@gmail.com

@Nuriasein

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