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¿Por qué China y Japón no quieren reconciliarse?

Barcos chinos patrullan las costas de las islas Senkaku

Barcos chinos patrullan las costas de las islas Senkaku

Esta semana, China descartó la posibilidad de un encuentro con Japón para mejorar sus relaciones bilaterales, acusando al país nipón – con bastantes justificativos –  de no estar lo suficientemente comprometido con esta mejora. Por qué los dos gigantes asiáticos prefieren seguir peleados en lugar de hacer un esfuerzo real por mejorar sus relaciones.

«China tiene la puerta abierta al diálogo, pero antes Japón deberá dejar de usar eslóganes vacíos para pasar por alto las disputas», dijeron desde el Partido Chino en respuesta a la intención del enviado de Shinzo Abe el pasado lunes de reabrir una puerta al diálogo sobre las disputas entre ambos países en el sudeste asiático por las Islas Senkaku/Diaoyu.

La frase suena a reclamo y a amenaza, ya veremos que tiene un poco de ambas.

¿Por dónde empezar? Siendo dos culturas milenarias, China y Japón comparten un pasado muy vasto, que va desde estar enraizados en distintos aspectos de la cultura hasta haber participado en bandos opuestos durante la Segunda Guerra Mundial.

Para entender las relaciones sino-japonesas es necesario tener en cuenta que Japón ha recibido la influencia china en distintos aspectos de su vida diaria, su idioma y sus costumbres a lo largo de siglos. Sin embargo, con la Restauración Meiji, a mitades del siglo XIX, el “Imperio del sol naciente” comenzó a convertirse en la gran potencia económica que es hoy, y desde entonces hay corrientes de opinión que entienden a China como una potencia arruinada, arcaica y poco modernizada.

Este sentimiento de superioridad, sumado al expansionismo japonés en busca de recursos, desembocó en la Guerra sino-japonesa de 1894-95 y en su oposición durante la Segunda Guerra Mundial. En este último conflicto, la Masacre de Nanking se llevó todas las miradas y es hoy uno de los lastres más pesados en la memoria colectiva de ambas naciones.

Por casi un milenio, los líderes de China habían visualizado a Japón como un aprendiz, y con este ataque mortal el alumno golpeó al maestro, una herida que tardará décadas en sanar, sobre todo frente a la insistencia de los sucesivos gobiernos en reiterar y revivir esta pesada parte de su historia.

Además, China ha sido desde el minuto uno un acérrimo promotor del sino-centrismo, una doctrina que entiende al mundo con centro en China y sus zonas de influencia.

Durante el Siglo de la humillación (1839-1939), China vio decaer su primacía mundial, que fue siendo recuperada paulatinamente desde la victoria maoísta hasta llegar al punto en el que estamos hoy.

Este pensamiento, este lastre de una grandeza que hay que recuperar, convive hoy en el inconsciente colectivo chino e influye sobre las relaciones que China tiene con el resto del mundo, en particular con su vecino Japón.

Japón, por su parte, tiene sentimientos encontrados, entre los que rememoran la época de supremacía japonesa y niegan hechos históricos como la Masacre de Nanking – que vale aclarar, son los menos – y otra parte de la población que decidió construir sobre las cenizas de un pasado bélico e imperialista.

Dicho todo esto,  se puede pasar al tema que compete hoy en las relaciones sino-japonesas: la supremacía sobre el Sudeste Asiático y la disputa por las islas Senkaku/Diaoyu.

Estas islas se encuentran en el mar de China pero fueron adquiridas por Japón como botín de la Segunda Guerra Mundial. Desde que a finales de los ’60 la ONU descubrió posibles reservas de gas y petróleo en su subsuelo, China las reclama y patrulla la zona.

En 2012 Japón compró las islas a sus anteriores dueños, que tenían en ellas una fábrica de atún. A partir de este momento, los argumentos y las acciones son cada vez más belicosas.

«En China la tensión con Japón sí que subyace de forma permanente en lo general  (no en particular respecto a la disputa isleña que no es más que uno de sus aspectos). Siendo Japón un socio principal en lo económico, en China no se olvida su condición de  agresor  y ocupante en la historia reciente. De todas maneras, esa tensión es permitida, fomentada  o apaciguada según le conviene al régimen”, comenta Rosa María Calaf, corresponsal para Televisión Española en Pekín y Tokio, para GSnotAfterShave.

“El gobierno japonés y el régimen chino usan la disputa, sobre todo, para consumo interior”, dice Calaf. “Ambos juegan la carta del nacionalismo de vez en cuando,  agitan ese  espantajo con el que tan fácilmente se  puede manejar a la población y  distraerla de otros  problemas mientras, al mismo tiempo, se refuerza  la posición política interior. No es un tema que este en la calle sino que, en mi opinión, es colocado oficialmente en ella a conveniencia”, comenta la periodista.

Entonces, si es todo un montaje, queda pendiente la pregunta de qué posibilidades hay de que estas dos potencias se enfrenten.

Las posibilidades de conflicto armado son bajas, ya que ambas potencias son socios comerciales clave.

En 2012, Japón fue el tercer socio en exportaciones de China, detrás de Estados Unidos y Hong Kong, con un 7,3% de la enorme torta de 2,3 millones de dólares.

A su vez, Japón tiene a China en la punta del podio en cuanto a importaciones, por lo que  es un socio clave en sus transacciones: China acapara el 19,7% de sus exportaciones e comporta un 21,5% del total de productos que son importados a la nación nipona.

El intercambio comercial es tal que ambos países acordaron ir eliminando gradualmente el dólar estadounidense en los pagos mutuos y promover el uso del yuan y el yen en los cálculos bilaterales, una iniciativa que el Banco Popular de China ha promovido también en sus intercambios con otros países, como Brasil.

Y no es para menos, ya que en 2008 el comercio entre China y Japón creció a 266 miles de millones de dólares, un incremento del 12,5%, y aunque el fin de la medida de intercambio es en parte minar la hegemonía del dólar, este tipo de acuerdos bilaterales hablan de un pragmatismo en las relaciones entre estos dos países.

Es decir, puede haber conflictos históricos pero en cuanto a acuerdos comerciales, las cosas van por buen camino.

Pero según el Factbook de la CIA, en China existe un servicio militar obligatorio selectivo de dos años. Gracias a este servicio, sumado a su enorme cantidad de población, posee una enorme fuerza disponible, tanto en números de soldados como armamento.

China gasta actualmente un 2,6% de su PIB en defensa, en un proceso que va en claro ascenso desde la última década. Además se ha convertido en el quinto exportador de armas del mundo, quitando a la histórica Gran Bretaña del ranking elaborado por SIPRI, el instituto para la paz con base en Estocolmo.

Al mismo tiempo, Japón también se ha empezado a armarse y a pesar de tener unas Fuerzas de Autodefensa muy limitadas – tienen apenas una fuerza de 239.430 hombres-, tiene aspiraciones de crear una milicia.

Por tanto, hay dos conclusiones que se pueden obtener de estos datos: el primero es que ante un eventual enfrentamiento, China estaría, en principio, mejor preparada para defenderse y que, sin embargo, Japón contaría con más socios estratégicos.

En cualquier caso, ambas potencias asiáticas acompañan el discurso bélico con un incremento en la importancia de la cartera de Defensa, que recibe un trato particular por parte de los gobiernos.

Sin embargo, aunque las posibilidades de conflicto son muy bajas, el futuro permanece incierto, ya que a veces la retórica nacionalista es como una bola de nieve a la que una vez dado el primer empujón, puede que no se detenga más.

Verónica Furlan

@veronicafurlan

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