Box de Mercedes, en el momento en el que Hamilton cede su posición a Bottas en el GP de Hungría.

Sebastian Vettel es un gran piloto y, además, es un piloto con una gran fortuna. Salvo en contadas ocasiones, como el reciente pinchazo en Silverstone, las eventualidades que se producen en carrera suelen estar siempre de su lado.

En el GP de Hungría volvió a ocurrir. Vettel sufrió un problema mecánico con el volante que le hizo rodar excesivamente lento durante el tramo final de la carrera, pero no solo consiguió salir indemne, sino que además logró reforzar su liderato en el Mundial.

Para ello contó con la inestimable ayuda de dos escuderos de lujo. Por un lado (el lado lógico), contó con la ayuda de su compañero de equipo, Kimi Raikkonen, que, aunque era mucho más rápido, aceptó las órdenes de Ferrari y se dedicó a cuidar la retaguardia de Sebastian.

Kimi evitó que Hamilton alcanzara a Vettel y pudiera poner en aprietos al tetracampeón. El finlandés es consciente de que se juega su renovación con la escudería italiana y acepta de buen grado su rol de escudero. De ahí que Sebastian esté moviendo tierra y mar en Maranello para que renueven a su compañero.

Pero además de su colega finlandés, Vettel también contó con la ayuda (este es el lado menos lógico) de Hamilton, su gran rival por el Mundial.

Lewis, que no pudo luchar por la victoria en Hungría, iba a cruzar tercero la meta, pero en la última vuelta le dio un ataque de deportividad y caballerosidad (dos cualidades que le han faltado muchas veces en el pasado) y decidió devolverle la posición a su compañero Bottas, que previamente le había dejado pasar a él.

Por supuesto, no hay que criticar una acción tan deportiva como la de Hamilton. Simplemente pongo de relieve que mientras Ferrari pone todos sus recursos a disposición de Vettel, en Mercedes juegan al peligroso juego de ser los más deportivos del año. Y al final se les puede escapar el Mundial.

En el box de Mercedes, el ataque de deportividad de Hamilton se vivió con sensaciones encontradas. Su padre, Anthony, asiente con la cabeza aprobando la acción de su hijo. El director, Toto Wolff, pronuncia un sonoro ‘yes’ (no hay que olvidar que es mánager de Bottas) y Niki Lauda, seguramente el que más sabe de esto, se queda petrificado.

PD. No sé si me sorprende más la docilidad de Raikkonen o la caballerosidad repentina de Hamilton…