
Francisco de la Peña Fernández-Garnelo – Presidente de ACIEP (Asociación Española de Compañías de Investigación, Exploración y Producción de Hidrocarburos)
Desde junio de 2014 en el mercado internacional los precios del petróleo han caído más de un 60%. Mientras durante la década previa la media de precios estuvo en los 100 dólares el barril, a fecha de hoy los precios están en torno a los 30 dólares el barril.
¿Y esto qué ha significado para España, un país que importa el 99% del gas y del petróleo que consume? Las implicaciones inmediatas han sido dos: por un lado, los precios de los combustibles se han reducido significativamente en torno a un 20-30%, lo que está beneficiando directamente a los consumidores españoles que tienen más dinero en el bolsillo a fin de mes. Por otro lado, la mejora de la economía se ha consolidado ya que por cada caída del 10% en los precios del petróleo, el producto interior bruto ha crecido entre el 0,1% y el 0,15%.
Pero no se puede olvidar que los mercados del gas y el petróleo siempre han estado sujetos a ciclos, con alzas y bajas. Actualmente estamos en la baja del ciclo pero no sabemos por cuánto tiempo. En cambio, lo que sí sabemos a ciencia cierta es que casi dos tercios de la energía que consumimos diariamente en España provienen del petróleo y del gas, de los cuales casi su totalidad se importan del exterior. Y es precisamente por esta dependencia energética que España tiene que sus ciudadanos deben entender las causas y efectos de este cambio vertiginoso de los precios, del que mucho se ha venido hablado en los últimos meses.
Si bien el asunto es complejo, no deja de tratarse de una falta de equilibrio económico entre oferta y demanda. Por un lado, hay sobre-oferta debido (i) al exitoso desarrollo del sector de esquisto (no convencional) en Estados Unidos, con una producción diaria de cerca de 2,5 millones de barriles de petróleo, (ii) al incremento de la producción diaria en Libia, tras el fin de la intervención militar en 2011, y finalmente (iii) al mantenimiento de los niveles de producción de los países miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). El previsible incremento de ventas de petróleo y gas por Irán tras el reciente desmantelamiento de gran parte de su programa nuclear y el correspondiente levantamiento de las sanciones internacionales tendrán sin duda sus efectos. Por otro lado, la demanda se ha reducido notablemente como consecuencia de la desaceleración de las economías asiáticas, especialmente China, y el casi inexistente crecimiento de las economías de Estados Unidos y de la mayoría de las economías de los miembros de la Unión Europea. Con independencia de este desequilibrio, el asunto tiene un componente político importante. Los países miembros de la OPEP y muy especialmente Arabia Saudí, con el beneplácito de Estados Unidos, al mantener intactos sus niveles de producción, han presionado a Irán para limitar su programa nuclear y a Rusia para cambiar su política en Siria. Ciertamente, en los 80 la bajada de precios del petróleo ayudó a propiciar la caída de la Unión Soviética.
Las consecuencias de este cambio son enormes. Al depender en gran medida de las exportaciones del petróleo y gas, los ingresos de los países miembros de la OPEP se han reducido substancialmente y consecuentemente sus niveles de endeudamiento se han incrementado a pasos agigantados. Si bien es cierto que todos van a perder, los precios bajos van a afectar más a unos países (Venezuela, Nigeria, Algeria, etc) que otros (Arabia Saudí, Rusia, Irak, etc). Por ejemplo, Nigeria, en donde el 70% de los ingresos estatales proceden del sector, se ha visto obligada a buscar ingresos de fuentes alternativas como la agricultura o la electricidad. A las sanciones impuestas a Rusia y al debilitamiento del rublo, se suma el desequilibro económico, que ha afectado aún más una economía que alcanza niveles de inflación del 9%. Indirectamente, este equilibrio económico está dañando el sector no convencional al no ser viables comercialmente muchos de sus proyectos si los precios están por debajo de los 75 dólares.
España debe reducir esa dependencia energética del exterior. Para ello es esencial explorar los recursos locales con los que sus cuencas cuentan y potenciar una explotación de los mismos, siempre respetuosa con el medio ambiente. ¿Pero es que acaso contamos con recursos propios? Pues los estudios preliminares indican que sí, y con muchos. Por ejemplo, el estudio realizado por la consultora de geólogos y geofísicos Gessal en el año 2013 concluyó que nuestras cuencas pueden albergar unos recursos prospectivos de unos 2.500 billones de metros cúbicos de gas y más de 2,000 millones de barriles de petróleo. En términos de gas, esta cantidad sería equivalente al consumo en España durante unos 70 años (90 años con los precios actuales). En términos de petróleo, la cantidad representaría el 20% del consumo total de petróleo en España durante 20 años. Tras la entrada en vigor del nuevo régimen fiscal aplicable al petróleo y al gas en 2015, la explotación de estos recursos podría reportar decenas de millones de euros por cada operación, sin dejar de mencionar la oportunidad que la actividad supone para el empleo: un estudio de Deloitte del 2014 estimó que la actividad podría generar hasta 260.000 empleos en el año más intenso, de los cuales, 220.000 serían empleo indirecto, en sectores como la construcción, la industria o los servicios. La mejor manera de asegurarnos el suministro a precios bajos es explotando nuestros recursos propios y potenciando la energía local.