Fernando Ferrando – Vicepresidente de la Fundación Renovables
Como mencionó en 1973 Ahmed Zaki Yamani, Ministro del Petróleo de Arabia Saudita, “la edad de las piedras terminó antes de que se acabaran las piedras y la edad del petróleo se terminará antes que se acabe el petróleo”. Hoy el final de la era del petróleo está marcado por la existencia de tecnologías de aprovechamiento de fuentes de energía renovables, que ya compiten económicamente con los combustibles fósiles.
La necesidad de descarbonizar la economía, como principio básico para aliviar el problema del cambio climático y como elemento necesario para disponer de una economía eficiente y no dependiente como la actual, se basa fundamentalmente en apostar por las energías renovables y por la eficiencia energética. Asignaturas en las que España ha perdido el tren en la última legislatura.
La caída del precio del barril de petróleo está suponiendo un alivio para la balanza comercial de España en la que las importaciones de crudo han llegado a suponer, a finales del 2013, momento en el que alcanzó el valor máximo, más de un 4% del PIB, o lo que es lo mismo 45.000 M€/año.
Las causas de este déficit comercial no solo hay que buscarlas en el precio del petróleo, sobre el que nada podemos influir, sino sobre todo en la dependencia energética de nuestro país. España importa el 80% de la energía que consume con un diferencial con respecto a la media de los países de la Unión Europea de 20 puntos, lo que debilita nuestra competitividad.
Disponer de un transitorio temporal de precios bajos del petróleo es una oportunidad para poner en marcha un cambio en el modelo energético actual hacia otro no dependiente de los combustibles fósiles, destinando parte de los recursos ahorrados en iniciar un proceso de adaptación hacia una economía eficiente y medioambientalmente sostenible.
España debe poner en marcha de forma decidida una política fiscal que permita incentivar lo que se quiere apoyar y desincentivar lo que se quiere frenar. La realidad actual es más bien al contrario: tenemos los precios de la electricidad más caros de Europa y los precios de los combustibles más baratos, principalmente por tener tipos impositivos inferiores en gasolinas y gasóleos. Esto supone perder las ventajas que una señal de precio adecuada da sobre la evolución del consumo.
Nuestro país debe centrar su apuesta energética en explotar el potencial energético que tiene de fuentes de energía renovables y no seguir apostando por una economía dependiente de los combustibles fósiles, vengan de donde vengan.
Los intentos, afortunadamente fallidos, tanto por la presión popular como por la inviabilidad económica, de las prospecciones de petróleo en Canarias y de la apuesta velada del gobierno actual por el fracking, debe hacernos comprender que mantener esta línea nos enmarca dentro de una economía sin capacidad de proyección de futuro.
Apostar por prospecciones de petróleo, por el fracking o por la construcción de más refinerías es una hipoteca para el futuro que nos ancla en el mantenimiento de un modelo energético no deseado y no sostenible.
Por otro lado, nunca debemos olvidar que la energía es un bien básico y un derecho ineludible para todas las personas y que es necesario evitar evaluar las distintas alternativas solo por la capacidad que tienen de generación de negocio.