Nota.-Esta foto se la saqué a Sánchez Dragó firmando el libro que él no escribió en la pasada edición de la feria del libro.
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No voy a comentar nada sobre Sánchez Dragó porque no es nada nuevo. A los editores españoles les mola que, la gente que sale por la televisión, escriba libros: porque así se venden más. Da igual que esas personas, escriban libros o no. Da igual que sean escritores o no lo sean. Tú firmas el contrato con la editorial y el libro se escribe solo.
–Unos tipos que se dedican a eso te lo escribirán –te dicen.
Bueno, te lo escriben un grupo de pobres desgraciados al que no le publican sus propios libros porque no salen por la televisión. Hoy en día los libros se escriben solos porque en todos se cuenta lo mismo. Mismas pajas mentales, mismas hipocresías, mismas tramas, mismos aíres de grandeza. Lo que importa de un libro es que en la tapa se diga que el autor ganó el Premio Planeta en 1823. O que salga por la tele. No voy a seguir hablando sobre lo de Sánchez Dragó porque dije, al principio, que no iba a comentar nada sobre lo de Sánchez Dragó y ya llevo como 10 líneas. Pero a la literatura española le iría mejor si los editores formaran más gabinetes de lecturas de originales que gabinetes para ver qué famoso de la tele no ha sacado libro este año. Sigo comentando sobre Sánchez Dragó. Y por cierto, aviso a los responsables de dicho gabinete, que Concha Velasco quedaría genial en la solapa de un libro como escritora de una novela negra que se suponga ha escrito tras su separación con Pedro Masó y que tenga como trama el asesinato de un marido infinitamente infiel.
Es el pescado que se muerde la cola. Luego están los autores, los escritores de verdad, que tienen un éxito o un mini éxito (como el autor de estas líneas): entonces, los medios de comunicación españoles, se ponen en contacto con ellos, y les piden que escriban una columna diaria para la edición impresa de tal o cual periódico. O, incluso, un blog. Por supuesto, el autor no sólo acepta sino que además llora de emoción en la intimidad, ya que se le presenta por fin, tras una vida repleta de penurias, un modo de ganarse la vida escribiendo. Y, para colmo, escribir en un periódico da una sensación de “ser una persona importante”. Le dices a la gente que escribes en un periódico y te miran con una cara de pasmarote increíble: como si fueras una persona importante, de clase superior, y no un gilipollas que, cada día, y en calzoncillos, escribe lo primero que se le ocurre o la idea menos mala que ha tenido.
El éxito. Así se pierde a un escritor en España, así muere un escritor y se convierte en un rellenador de espacios de papeles que mueren al día siguiente o cuando el dominio expira. Lo cual, por otro lado, no está mal del todo. Porque, el lector, cuando va a la librería, prefiere leer el libro de ese presentador que sale por la televisión que del escritor al que sólo conoce su madre que, por cierto, fue la que le pagó la autoedición. Porque, normalmente, un escritor sólo escribe un libro decente en su vida. El resto es el mismo escrito de otra forma o relleno. Relleno para su ego, para su cuenta bancaria, relleno para la existencia de su vida. Relleno que, al igual que la edición impresa, muere al día siguiente. Por la calle, caminando, hay gente más interesante que las que escriben en las columnas de los periódicos. Muchas veces, el comentarista ocasional de un blog, supera al autor de un blog que actualiza cada día.
Otra cosa, bien distinta, son los periodistas. Que muchas veces son los únicos que arrojan luz sobre las mentiras de nuestro día a día. Imprescindibles los periodistas. Prescindibles los columnistas.
…Y TRES COSAS QUE ME PASARON AYER
1.-Camino por le parque del rió Turia. Veo a un señor mayor con un perrito blanco, muy bonito. Mi perra, Anais, juega con él. Yo hablo con el señor:
-¿Cuánto tiempo tiene su perrita?
-5 meses.
-Qué bonita es. Me encantan los perros.
-A mi me gustan más los niños. Me compré a la perra para que los niños se me acerquen.
Y la sonrisa que a continuación me dedicó el señor mayor me ahogó, el estado de ánimo, en un escalofrío de terror.
2.-Los de Sitges me han escrito y me han dicho que les mande otra foto para la acreditación al festival. Que ésta que les mandé, no les sirve para el carnet.
(la foto, por cierto, me la sacó Marquitos)
3.-Tomo el metro para ir a una entrevista de trabajo. Un homosexual queda prendado de mí. Se acerca. Agarra la misma barra para apoyarse que yo. Poco a poco, desliza la mano por la barra hasta tocar la mía. Yo la quito. Le miro con una cara de asco que le hace entender que no quiero nada con él. En mi parada, bajo del metro. Él también. Camina por la misma calle que yo. Él también. Entra en el mismo edificio que yo, en la misma oficina: es mi entrevistador: me mira con una cara de asco que me hace entender que no me piensa dar el trabajo.
Regreso, triste por no ser homosexual, al metro. Me subo. Veo a una chica bella. De no más de 23 años. Morena. Lleva unos vaqueros, tiene un culo, que parece que le va a explotar. O explota ella o exploto yo. Me acerco a la barra donde se agarra para no caerse de bruces al suelo del vagón y romperse todos los dientes. Poco a poco, deslizo mi mano por la barra hasta tocar su mano. La quita, sobresaltada. Me mira con una cara de asco que me hace entender que no quiere nada conmigo.
Sonrío. Esto es una maldición. Ella es la siguiente: en algún momento del día, se acercará a la barra donde se apoya un tío bueno y éste la mirará con cara de asco. Y, luego, le pasará lo mismo al tío bueno: así hasta el infinito: en algún momento de nuestra vida, todos seremos rechazados en el metro de la misma forma.