Paso la tarde como un zombi, frente al ordenador, dándole al F5 para ver si alguien deja un comentario en mi blog. También paso toda la tarde entrando una y otra vez en mi correo electrónico para ver si un gran medio de comunicación acepta un proyecto de blog que le he mandado. Sólo tengo este trabajo de “creativo” y tengo miedo de quedarme con el culo al aíre si me echan. Son las 20 menos 10 minutos. Suena el teléfono. Es mi novia, me llama desde su trabajo: me recuerda que está muy mal de la garganta:
-¿Puedes bajar a la farmacia a comprar alguna medicina? –pregunta.
-Claro ¿Qué te compro?
-Varidasa y alguna pastilla de esas que refrescan la garganta. Date prisa que a las 21 cierran.
-Ok.
-¿Has ido al gimnasio?
-No –respondo- he pasado toda la tarde trabajando.
Faltan 10 minutos para las 21. Sin embargo, tras colgar, no puedo dejar de darle al F5 incesantemente para ver si alguien me deja un mensaje en este blog: tampoco puedo dejar de entrar en mi correo una y otra vez para ver si aceptan mi proyecto o no. Ya sólo faltan 7 minutos para que la farmacia cierre. Imagino una disculpa que decirle a mi novia para así no tener que levantarme del ordenador:
-Es que me llamó Arsenio Escolar justo cuando iba a bajar –pienso en decirle.
Pero no creería mi mentira. Luego tendría que inventarme una conversación con Arsenio Escolar para decírsela. Y no se me ocurre nada. Ella sabe que Arsenio Escolar no me llama, a no ser, que pase algo malo. Le doy una vez más al F5: lo único que quiero es seguir aquí, sentado en mi silla, frente al ordenador, en bata y calzoncillos: pasar toda la noche dándole al F5 y entrando en mi correo hasta que contesten de una puta vez mi email: no quiero hacer nada más: odio tener pareja en momentos como este: entro en la página principal de 20minutos: leo una noticia: hoy sale Paula, de Gran Hermano, desnuda en Interviú.
Bajo corriendo a la calle. Me visto en un nanosegundo. La tienda del barrio, donde se compran revistas y periódicos, también cierra a las 21 h. Llego justito.
Compro la revista al turco simpático que siempre me atiende. En el camino de regreso a casa, feliz, rasgo el plástico y libero la revista: una cosa menos que hacer en la vida: por fin le veo las tetas a Paula de Gran Hermano. Un ama de casa, que pasa a mi lado, observa mi cara de salido.
De paso, me acerco a la farmacia. Está cerrada.
Subo a casa. Me masturbo mirando las fotos de la revista. Sin embargo, hay algo que me entristece. Las tetas de Paula de Gran Hermano son de silicona. Realmente no le estoy viendo sus tetas. Estoy viendo su piel estirada sobre una par de bolas de silicona. Yo hubiera preferido verle sus tetas, antes de operarse. Aunque fueran pequeñas. Así, esas tetas que ahora veo, me saben a mentira. Comienzo a llorar. Nunca podré ver las tetas verdaderas a Paula.
Me tiro al suelo de la casa donde vivo. Gimoteo. Lloro. Me siento un fracasado: tengo 33 años y sigo masturbándome con fotos, como vulgar adolescente pajero ¿Cuándo maduraré? ¿Cuándo seré un hombre? ¿Cuándo dejaré de ser esclavo del sexo? Mi novia llega a casa. Me sorprende tendido en el suelo, sobre mi charco de lágrimas de fracasado deprimido:
-¿Qué te pasa?
Mi instinto de supervivencia crea, en milésimas de segundos, la mentira perfecta:
-Que Arsenio Escolar me ha llamado y me ha obligado a que baje a comprar la revista Interviú porque sale Paula de Gran Hermano y quiere que hable de ella en mi post de hoy porque así le doy publicidad a esa revista ya que “20 minutos” e “Interviu” son publicaciones amigas. Y por eso, por culpa de Arsenio Escolar, no he podido ir a comprar tus medicinas. Lo siento mucho pero tuve que hacerlo porque tengo miedo de que me despida y yo vuelva a trabajar de friegaplatos.