Hoy, tras las vacaciones, es el primer día de trabajo de Elena: me levanto temprano: le preparo el desayuno: voy acompañarle en el coche hasta su trabajo: aun le da miedo conducir sola: me ducho y, cuando salgo de la bañera, agarro los calzoncillos que me acabo de quitar: para volver a ponérmelos: ella, que estaba en el baño, maquillándose los ojos, me los quita de la mano:
-¿De cuando son esos calzoncillos? –me interroga enfadada: como una madre o una abuela.
-De ayer.
-¡Un calzoncillo por día! –me grita.
Sale del baño: regresa con unos calzoncillos limpios: ha salido a buscarlos ella misma porque sabe que, el único modo de que me cambie de calzoncillos, es quitándome de la mano los sucios y poniéndome en la mano los limpios: yo no me suelo cambiar de calzoncillos ¿Para qué quiero cambiarme de calzoncillos si no uso mi polla? ¡Por mi qué se pudra mi polla! Mi vida sería mucho más sencilla si no tuviera necesidades sexuales: mi vida sería mucho más sencilla si tuviera donde meterla.