Cada vez que veo la mirada de un perro pienso que, si ellos fueran nuestros gobernantes el mundo sería un lugar más justo. La inteligencia del ser humano es un retraso mental para la sabia naturaleza. Si no fuéramos tan inteligentes habrían menos medicinas. Pero también menos guerras abominables. Y no estaríamos destruyendo el mundo.
Ojalá fuéramos como los perros. Que nos hicieran felices las cosas pequeñas: salir a la calle, morder una zapatilla. Estoy seguro que el hombre, cuando era un mono que saltaba de árbol en árbol y copulaba con quien estuviera de culo, era más feliz que el evolucionado del siglo XXI. Y si no me creen, dense una vuelta por el metro a las 8 de la mañana.
¿Inteligencia y avaricia van juntas de la mano? Creo que sí. Y la locura. Frente a mi casa hay una gran plaza donde la gente pasea a sus perros. Me parece justo que, como esclavos, nos humillemos recogiéndoles los excrementos. Los perros son mejores que nosotros. Un ser superior es quien posee bondad. No quién posee más inteligencia.