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Casi follo

La conocí el jueves en la fiesta de la coctelera. Me acerqué con cuidado: mientras su chico no miraba, le deslicé mi tarjeta dentro de su bolso:

-Llámame cuando quieras tener buen sexo -le susurré al oído.

Ella era guapísima. A la mierda su novio: una chica con estas tetas es patrimonio de la humanidad: si me las metía en la boca y masticaba, jamás volvería a pasar hambre:

-No te voy a llamar, gilipollas –me aclaró, al rato, cuando la seguí al baño.

Le contesté: traté de besarla en la boca: con lengua: ella me pegó una bofetada: se marchó con su novio, enfadada.

Yo había ido a la fiesta con un amigo. Es mi amigo porque

es más feo que yo. No soporto tener amigos más guapos. Yo siempre tengo que ser el mejor en todo: y si eres mejor que yo en algo, no eres mi amigo: te evito: te baneo de mi vida.

-Esa tía no te va a llamar nunca, Rafa –me dijo mi amigo- Mejor vámonos antes que le diga a su novio que la trataste de besar a la fuerza y venga con sus amigos.

Pero al día siguiente, ella me mandó un SMS. Y yo se lo contesté. Ella quería tener algo conmigo, pero se resistía porque decía:

-Eres un mujeriego. Un chulo putas. He leído tu blog.

Le di la dirección de mi casa y le supliqué que viniera a comprobarlo, cuando quisiera, sin avisar:

-Yo no soy un mujeriego –le dije- siempre estoy solo en casa, escribiendo. Ven cuando quieras, sin avisar. Y así lo comprobarás.

Hoy en la noche, hace un rato, me llamó por teléfono. Me dijo que bajara a mi portal. Se había peleado con su novio. Era mi oportunidad. Nos besamos. Le metí mano. Dentro de mi portal le bajé el sujetador y le chupé las tetas. Yo estaba super empalmado, ella húmeda, si se la metía me iba a correr:

-Subamos a tu casa –me dijo- A follar. No puedo resistirme más.

-No, no puede ser –le dije.

-¿Por qué?

-No te lo puedo explicar –…yo trataba de pensar algo, de imaginar una buena razón, pero estaba demasiado empalmado para inventar una excusa– Mejor follemos aquí, en el portal.

– ¿En el portal? ¡Tienes a tu novia ahí arriba esperando! –Me gritó enfadada- ¡Eres un cerdo! ¡Qué cabrón!

-No, no…

Salió, para siempre, de mi portal: y el portazo que dio me hizo llorar de rabia: me moría por metérsela. Pero es que no podía enseñarle como tengo de desordenada y sucia mi casa: me da demasiada vergüenza:

Hongos nadando en el plato:

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