Al principio estábamos enamorados, todo era maravilloso. Adultos sintiendo como adolescentes que se enamoraban por vez primera. Por fin, estar siempre con la misma persona tenía sentido. Los amigos, la familia me llamaba por teléfono: yo jamás respondía: apagaba el teléfono: que se murieran todos: estaba ocupado: mirándola fijamente a los ojos, abrazado a su cuerpo, sonriendo: sintiendo amor: creía que el amor no existía: pero aquí estaba ese veneno de serpiente, en mis venas: mordiéndome.
De pronto, una tarde, despierto: estamos en nuestra quinta tarde aburrida, viendo DVDS de mierda: acostados en el mismo sofá donde antes hacíamos el amor salvajemente. Miro de reojo la puerta, pienso qué me estoy perdiendo fuera, a qué tías buenas y maravillosas. Mi cuerpo, su cuerpo deja de ser el culmen del erotismo para convertirse en carne de charcutería. He engordado. Hacer el amor con ella deja de ser una necesidad vital: se convierte en algo ridículo, desesperante. Siento la necesidad de hacerlo únicamente porque antes lo hacíamos a todas horas, para que ella no me mire comprendiendo la verdad: que ya me da igual: para no decirle:
-Siento mucho haberte dejado de amar. De verdad que no te mentía cuando te lo dije.
Para estirar la mentira un poco más.
Antes me enseñaba las tetas y me excitaba:
Ahora sus dos tetas me excitan tanto como el culo calvo de mi jefe.
El amor es algo mágico que aparece por si sólo: desaparece cuando menos te lo esperas: maldita sea, no lo puedo capturar con los dedos: el amor es un capricho de la naturaleza: una broma de mal gusto del diablo. No debe de haber cosa peor que tener hijos, una hipoteca y de pronto mirar a tu mujer-esposo y descubrir que ya no lo amas.
Nuestra primera discusión fue por el aceite. Ella marchó a trabajar, yo quedé escribiendo y haciendo el almuerzo. Por la noche se enfadó: no quedaba aceite: me dijo que qué había hecho con el aceite, cómo se había gastado tan pronto. La mandé a la mierda:
-¡Yo qué sé que pasó con el aceite! ¡No sé cuanto había antes! ¡Yo sólo cocine! ¿Vale la pena enfadarse por el aceite? ¿por qué no celebramos que la vida es maravillosa y todo nos va bien! ¡A mi no me vengas con preocupaciones de subhumanos!
A la mañana siguiente bajé al supermercado y compré tres botellas de aceite: le dije que se las metiera por el chocho ese de gilipollas que tenía.
Nota.-Ilustración de robotv