Acabo de regresar a Madrid. Voy corriendo al bar del poeta. Necesito conectarme a Internet. Son las 20:00. No he actualizado este blog. Voy muy retrasado. He pasado unos días muy duros en Fuerteventura. Me he enfrentado al gran monstruo-amor de mi pasado. He llorado mucho. Estoy agotado, no tengo ganas de crear una historia. Entro al bar. Me encuentro a una chica: está sentada frente al ordenador del poeta.
-¿Qué haces en este bar?
-Ayudar a un buen amigo a maquetar un libro (al poeta).
-¿Desde cuando conoces a ese buen amigo?
-Hace un mes. Iba ir al museo Thyssen, pensé en tomar un café antes de comprar la entrada.
-¿Esa fue la primera vez que lo viste?
-Sí. La primera vez que vi el Thyssen y vi a Federico (el poeta)
-¿Quién hablo primero a quien?
-Él a mí.
-¿Qué te dijo?
-¿Estás triste? Estaba sentada sola en una de las mesas de su bar, escribiendo.
-¿Qué escribías?
-El día que acababa de comenzar.
-¿Era un día especial?
-Sí. El hecho de ir al Thyssen sola fue porque mi corazón estaba repleto de amor del día anterior. No iba a poder estar con esa persona nunca más. Necesitaba llenar mi anhelo con el arte.
-¿Quieres decir que el día anterior te echaron un buen polvo?
-Sí. Y no sólo uno. Después de tanta obscenidad en la cama necesitaba un día espiritual. Viendo arte.
-Gracias.
Le saqué una foto y me fui. No quise seguirle preguntando cosas. No quise averiguar nada que rompiera la belleza del momento.