He vuelto a Madrid. Amo esta ciudad. Me vuelve loco el barrio donde vivo: “El barrio de las letras”. Camino rumbo al bar de mi amigo poeta. En la primera calle
me encuentro con dos historias: podría contarlas: la del vendedor de droga que pide limosna a los transeúntes como tapadera; la de una mujer de unos 35 años que abraza a su hijo, mientras paso a su lado, y le dice a su ex marido:
-Todo mi capital es de 400 euros. No tengo más en el banco.
No voy a escribir ninguna de esas historias.
Hoy juega el Madrid-Bayer de Munich. El poeta me pide que me quede y le eche una mano en el bar: espera clientela. Su negocio se sustenta de esos partidos. Decido quedarme. Tendría que actualizar ez cultura, debo unos cuantos posts. Debería de decirle que no e irme a la buhardilla: sentarme frente al ordenador. Mi editor está esperando le entregue la novela: tiene prisa. Pero me quedo en el bar, trabajo gratis de camarero ¿Qué vale más que echar una mano desinteresada a un amigo? ¿Un trabajo? ¿Publicar un libro? ¿Qué vale más que demostrarle con hechos a un amigo que le quieres y estás agradecido de tenerlo cerca? ¿Qué vale más que demostrarle a un amigo que no te acuerdas de él sólo cuando lo necesitas?
Sirvo cervezas, tercios, coca colas, tónicas. La gente me mira: cree que soy camarero: no sabe la verdad: que quien les está sirviendo copas es un genio y un santo a la vez: valgo más que todos ellos juntos: yo voy a pasar a la historia de la literatura y ellos no: en otra vida fui camarero: pero en esta, en este sueño que vivo desde que gané el premio de 20 Blogs, soy el ezcritor: el puto ezcritor. Qué cojones. Soy el mejor de todos.