Se me cae la baba con la escritora Espido Freire. Es mucho más guapa al natural, muy dulce, nada creída. La piel (de la mano), cuando se le besé, era muy suave. Ella es muy frágil. Parece un hadita.
-Te has cambiado de vestido –le he dicho.
-Sí –y girándose a una amiga, me presentó:
–Este es el periodista que se me ha puesto antes de rodillas.
Antes le di mi tarjeta de visita. Ahora se la he vuelto a dar. Esta vez, con la dirección de mi otro blog: micabeza.com. Y le he dibujado un corazón.
-Muchas gracias Rafael –ha dicho sin mirar la tarjeta.
¡O sea, que se quedó con mi nombre!
“Rafael, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Ra-fa-el: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Ra. Fa. El.”
Marta Cibelina, mi compañera y amiga en Cibeles, se ha acercado a mi justo en ese momento. Me ha visto soltando chiribitas de amor por los ojos, se ha reído de mi porque ya sabéis que el amor pone una cara de tontorrón bestial al pobre que está enamorado.
Ay, Espido Freire. Si lees esto, quiero que sepas que eres el amor de mi vida y que si me llamas para tomar un café voy a tratar de metértela hasta el fondo.