Un vecino, tocó en mi puerta el sábado, a las 9 de la noche:
–Que te veo sólo siempre –me dijo- Del super a casa con compras para ti solo. Yo soy tu vecino de al lado. No sé si me reconoces. Hemos coincidido en el ascensor.
Miré al tipo con desconfianza. Pensé que, de un momento a otro, me iba a decir que le gustaba y que me quería meter la lengua en la boca.
-Nunca me fijo en los tíos con los que coincido en el ascensor –aclaré- (En las chicas sí. Pero siempre tengo la cabeza gacha, mirando al suelo, y nunca les miro a la cara. Como mucho, les miro hasta las tetas. Pero no subo más la vista por vergüenza. Por si me escupen por asco: porque se me nota enseguida, en la vista, que me las quiero follar.)
-El caso es que me he enterado de que hay una fiesta privada en una casa por Tribunal. Me han dicho que es una fiesta que han organizado unas mujeres de 35 a 40 años para follar. Y me da vergüenza ir sólo ¿Te apetece?
Lo primero que pienso, siempre, ante ofrecimientos tan extraños es decir que no. Porque no lo conozco, porque es un desconocido, porque me hago el señorito, porque recuerdo todo el trabajo pendiente que tengo por hacer. Por murallas que me hecho, siempre, mantenerme alejado de la gente. Por eso mismo, porque siempre digo no, porque lo que dice la sociedad es decir que no a los ofrecimientos de los desconocidos, porque aunque nunca tuve padre ni madre jamás dejé de hacer caso al gran consejo: no te vayas con desconocidos, dije sí.
A las 3:00 de la mañana, en la fiesta, esta era la cara de mi vecino:
Porque estaba bailando con una tía buena. Lo malo es que la tía buena sabía que estaba buena y bailaba con todo el mundo (porque eso le hacía sentir especial y sentirse especial es bueno):
Yo estaba sentado en el sillón. Sin bailar. Bebía un rioja en honor de la chica L’ oreal que, tras lo que escribí el otro día, ya no querrá ni ser mi amiga. Me gustaba mucho una chica de la fiesta que iba de negro.
Era la dueña de la casa. Tenía 28 años. Nada más que se me había acercado para darme la bienvenida. Estaba muy buena: todos los chicos revoloteaban alrededor de ella… sobre todo el moreno este que se la quería follar: se la follaba hasta con los ojos:
Pero todos querían estar con ella: la sacó a bailar el típico filólogo hispánico que se pasó toda su juventud estudiando. El típico filólogo hispánico que creyó que estudiando y teniendo un trabajo serio alcanzaría la felicidad y se convertiría en un gran escritor o sabio. Que cuando llegara a ese punto de su vida le lloverían las ofertas sexuales de mujeres que se querrían casar con él para obtener una estabilidad y un estatus social. Ahora pasa amargado cada día de su vida encadenado a un trabajo que odia. Para tratar de cambiar su vida se apuntó a clase de salsa. Ahora es el típico que va a las fiestas con su propio CD de música salsa. Lo pone y se acerca a las chicas (tras beber unos vasos de seven up) para poner en práctica sus conocimientos adquiridos de baile: porque sueña que así caerán rendidas a sus pies de Latin Lover: pero él no es Latin Lover: porque ser Latin Lover no se aprende en la escuela: y menos estudiando filología hispánica:
-¿Bailamos? –pregunta a una chica que por pena dice que sí.
Y no deja a la chica bailar, soltarse, divertirse. No para de decirle, seriamente, concentrado, mirándole a los ojos:
-1, 2, 3, 1, 2, 3 vuelta 1, 2, 3, 1, 2, 3 vuelta 1,2,3
Siempre he pensado que en las escuelas debería de haber una asignatura obligatoria que se llame “Diversión”: en ella nos deberían de enseñar que estudiar es algo muy importante y necesario. Pero no mas que divertirse cada día: tomarse la vida como una broma, como una circunstancia: que abrazarnos, besarnos, decir te quiero, gritarlo, es mucho más necesario y lógico que pasar horas encadenado a una mesa de trabajo. Aclararnos qué comportamientos, que actitudes de la vida, son estúpidos, nos amargarán y no hemos de tomar demasiado en serio.
Decidí decirle a la chica que me gustaba, que la quería besar. Ni siquiera bailaría con ella. Me acercaría a ella y le diría:
-Me gustaría meterme en el baño de tu casa y comerte la boca. Pero sin malos rollos. Sólo que me pareces muy bonita y muero por hacerlo.
Pero necesitaba valor. Necesitaba demostrarme a mi mismo que yo era un super humano y que todos los que estaban en la fiesta eran subhumanos que no me llegaban a la suela de mi zapato. Como soy un super hombre, sólo he de ponerme en sintonía con cualquier persona para obligarle a hacer lo que yo quiera que haga: apuré mi vaso de vino Rioja y salí al balcón. Nada más salir, una pareja que estaba en la calle me miró con desconfianza, con mala cara: yo llevaba la cámara de fotos en la mano: lista para grabar: les sonreí: sintonicé con ellos: encontré el canal y les mandé ordenes:
-¡Cantad!
Y su chica comenzó a cantar:
Luego, regresé al interior de la fiesta. Le dije a un subhumano:
-Eres un Oráculo. Tienes todos los conocimientos del universo.
Él tipo me miró con altivez: era ingeniero de telecomunicaciones y acaba de interrumpir su inteligente conversación con otro ingeniero de telecomunicaciones. Pero yo soy un super humano y tan sólo utilizando mi mirada conseguí ponerme en su frecuencia para mandarle órdenes y ordenarle a que jugara conmigo a ser el oráculo del Señor de los Anillos: el tipo que estaba a su lado (otro ingeniero de telecomunicaciones) le miraba extrañado e indignado: hace nada que estaban hablando sobre temas serios y complicados: y ahora él hombre no quería dejar de jugar a que era un oráculo:
-Sí. Soy un oráculo –decía una y otra vez- y tengo en mi interior todos los conocimientos del universo. Pregúntame ¡Oh, hijo mío!
Ya estaba preparado para acercarme a la morena. Ella estaba aun hablando con el moreno. Me interpuse entre ellos (mostrándole mi musculosa espalda al moreno, para intimidarlo y mostrarle mi superioridad física) y le dije a la morena:
-Me gustaría meterme en el baño de tu casa y comerte la boca. Estás super buena.
Y ella me dijo:
-Ah, pues vale…
Tras muchos besos, tras mucho deseo controlado dentro del cuarto de baño, la fiesta terminó a las 6:20 de la mañana. La chica me dijo que le esperara en su cuarto, mientras despedía a los invitados.
Pero cuando llegó y nos desnudamos me dio un gatillazo: no me la pude follar: porque los superhombres también sufrimos gatillazos: así que me fui de esa casa avergonzado: sabiendo que ella nunca más querría verme, sabiendo que le contaría a todas sus amigas que yo no funciono: hija de puta…cuanto me gustaba, que putada.