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Tratando que me despidan: la victoria del Kamasutra.

Trabajaba en una discoteca, en la isla de Gran Canaria. Pero me harté de las cosas que veía por allí:

y me fui a otra isla (Fuerteventura) para centrarme en mi sueño: convertirme en escritor. Allí empecé a escribir los “Diarios Secretos de Sexo y Libertad”. Yo sólo quería escribir pero claro, mi cuerpo me pedía comer y no encontraba ningún casero que me dejara vivir en una casa gratis. Así que tomaba el primer trabajo que encontraba, reunía dinero o “paro”, y luego lo abandonaba para volver a centrarme en mi sueño. Sólo me importaba mi libro.

En Fuerteventura, trabajé de freganchin, camarero, portero de discoteca, empaquetador de maletas, recepcionista en un hotel de 5 estrellas y en un “Relay”:

una de esas tiendas que suelen estar en los aeropuertos o estaciones de transportes. Necesitaba un mes y medio de trabajo para completar un pico que me quedaba para poder estar viviendo del “paro” (el dinero que da el estado español a los desempleados) me corresponderían 7 meses. Sin embargo, “Relay” me había hecho firmar un contrato de 6 meses de trabajo. Ni de coña me iba a quedar yo allí trabajando entre revistas 6 meses: me recordaba demasiado a mi época del gran centro comercial además, yo era un genio y estaba escribiendo mi obra maestra.

Al mes y medio traté de que me echaran por todos los medios que se me ocurrieron: haciéndome el imbécil, el lento, ticando mal las ventas… pero nada, la encargada siempre me decía:

-Ya mejorarás.

Las tardes las empecé a pasar sólo en la tienda: así que comencé a robar dinero de la caja. Cada día 40 euros. 40 euros representaban 3 días escribiendo, 3 días de libertad. Pero nada, que la encargada o no se enteraba o le daba igual. Pasé a robar 100 euros diarios y ya no me molestaba tanto ir a trabajar: pero no conseguía que me echaran: me comía las chocolatinas, robaba libros, revistas, cds, repartía cartones de cigarros entre los clientes:

-¿Por qué me regala un cartón de Marlboro? –me preguntaba una cliente jamona.

-Es una promoción de la “Cosmopolitan”. Cada 15 ejemplares puedo regalar un cartón de Marlboro.

Y no me echaban.

Hasta que, una tarde, llegó una gran caja de libros. El “Kamasutra Ilustrado”. Entonces lo vi claro: al día siguiente, la jefa abriría la tienda. Tomé todos los kamasutras ilustrados y los puse en la sección de cuentos infantiles, como gran novedad: vacié un gran mueble que albergaba recortables infantiles y bolsitos con golosinas y lo llené de arriba abajo con el “Kamasutra Ilustrado”: la portada de cara al público: entrabas en la sección infantil y lo primero que veías era un Kamasutra:

Cerré la tienda, alegre, y me fui a dormir. Por la mañana, a primera hora, me despertó el teléfono: era mi jefa.

-Rafa ¿Me puedes decir porque has puesto todos los kamasutras en la sección infantil?

¿No ves que es un libro de pornografía? ¿Qué los niños lo pueden ver?

-Ay.. Jefa.. Perdone… Es que como vi que era un libro con dibujos, creí que era un libro infantil.

-Estás despedido –me dijo.

Colgó, sonreí.

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